Capítulo 16
Mientras veía arder la Universidad de San Eusebio, Bruno no pudo evitar recordar el incendio de la villa.
Una inquietud repentina le apretó el pecho, marcó el número del forense.
Pero no logró comunicarse.
Sin perder tiempo, redirigió su ruta hacia la villa.
Una vez activado el navegador, encendió la música. Sonó la introducción de una canción, y Alicia, flotando en el aire, la reconoció al instante.
Era la canción que Bruno le cantaba de niña para calmarla. Nunca entonaba bien, pero su voz cálida le daba paz.
Fue esa calidez, acumulada a lo largo de tantos años, lo que la hizo enamorarse sin saberlo. La hizo creer que él estaría a su lado para siempre.
Por primera vez en mucho tiempo, Alicia sintió un respiro de paz.
Cerró los ojos.
En ese mismo instante, Bruno recibió una llamada de María, respondió con desinterés:
—¿Qué pasa?
—Bruno, elegí un lugar precioso para el entierro de Alicia, ¿quieres venir a verlo conmigo?
La sola mención de Alicia le crispó los nervios, frunció el ceño co

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