Capítulo 1039
Alejandro permaneció en silencio, bajó la cabeza para observar a Ana, quien yacía profundamente dormida. Luego, con expresión imperturbable, señaló a Cipriano para que se apresurara a cambiar el medicamento y se retirara.
Cipriano asintió con comprensión.
Se movilizó con rapidez para realizar el cambio del medicamento.
¡Debía marcharse cuanto antes!
¿A quién le gustaría permanecer ahí, de todas formas?
Ambas figuras menospreciadas abandonaron la habitación sucesivamente.
Una vez abajo, se miraron mutuamente.
Cipriano fue el primero en romper el silencio: —¿Todo este alboroto fue innecesario?
—Él no tiene prisa, solo nosotros —confirmó Eduardo con un gesto decidido.
—
Ana no había planeado quedarse dormida.
Pero ahí estaba, sentada en el suelo, con la cabeza apoyada en la cama y sosteniendo la mano de Alejandro.
El cansancio la había vencido, y aun en aquella posición incómoda, cayó en un sueño profundo.
No pudo evitar burlarse de su propia situación.
Pero antes de que pudiera compadec

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