Capítulo 1889
El puñal era increíblemente afilado, capaz de reflejar un rostro en su hoja.
Madre e hijo tomaron temblorosos una píldora cada uno y la tragaron.
Después de ingerirlas, no sintieron nada en particular.
Jaime comenzó a fantasear: —Bernardo, ¿estas pastillas son suplementos? ¿Nos las das porque ves que estamos demasiado débiles y quieres nutrirnos? ¡Qué bien!
Bernardo miró hacia la puerta.
Dos sirvientes que estaban frente a la puerta entraron apresurados: —Señor Bernardo.
—Envíenlos fuera de la ciudad A. —Ordenó Bernardo con voz sombría.
—Sí, señor.
Al oír esto, Mercedes y su hijo se mostraron incrédulos.
¿Esto es...?
¿Los dejó ir?
¡Bernardo los había liberado!
—Está bien, tranquilo, nos iremos ahora. No te preocupes, no querrás volver a vernos, y nunca volveremos a la ciudad A, nunca haremos que recuerdes momentos tristes. —Dijo Mercedes mientras se levantaba tambaleante.
Esas palabras solo eran para apaciguar a Bernardo.
¿No volver a la ciudad A? Ja,ja,ja…
¡Imposible!
Ella se recupera

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