Capítulo 46
La habitación permaneció en silencio durante mucho tiempo, como si hasta el aire se hubiera congelado.
Tomás la miraba con frialdad, en sus ojos oscuros no había más que desdén.
Instantes después habló, con una voz aún más fría que la noche: —¿Por Hugo?
Lucía sin palabras por un momento, incapaz de reaccionar.
Solo cuando vio el desprecio y la mueca burlona en la mirada del hombre comprendió el sentido oculto de sus palabras.
Así que, en los ojos de Tomás, ¡ella era ese tipo de persona!
Qué ridículo.
Quizá se debía a la reciente bajada de temperatura.
Tras inhalar hondo, sintió que todos sus órganos se habían vuelto de hielo.
Un frío que calaba hasta los huesos.
¿Con qué derecho…?
¡Si fue él quien cambió primero!
¡Él fue quien traicionó primero!
¿Por qué al final era a ella a quien se le arrojaba toda la suciedad?
Aun así, ese frío punzante la mantuvo relativamente lúcida. Se oyó a sí misma refutar a Tomás con calma: —¿No lo aprendí de ti? Eso de enlazar una cosa con otra sin dejar hue

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