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Capítulo 4

Ángeles bajó la mirada, dejando que una sonrisa cargada de ironía y autodesprecio se dibujara en sus labios. —Tío, de verdad ya no me gustas. No tienes por qué seguir humillándome así. Después de decir esto, Ángeles salió de la mansión con pasos firmes, dejando a Gonzalo solo y atónito en el lugar. Ángeles un taxi hacia la escuela para terminar de completar unos documentos. Después de completar los documentos y al salir de la oficina, sintió un peso extraño en el ambiente. Las miradas de sus compañeros la seguían, acompañadas de risas burlonas y murmullos. —¡Dios mío, qué escándalo! ¡Los ricos sí que saben divertirse! —Quién lo diría, cuanto más seria parece alguien, más desinhibida es en privado. —¡Ya tengo el título para la novela: "La mascota de un magnate"! Confundida, Ángeles no entendía qué pasaba. Hasta que una compañera de cuarto, visiblemente alterada, la tomó del brazo. —Ángeles, ¡tienes que mirar las tendencias del momento! Ángeles sacó el celular apresuradamente. Y un titular destacaba en la pantalla: [Gran escándalo por el amor prohibido del señor Gonzalo Herrera.] Incrédula, abrió el enlace. Un video borroso, cubierto de mosaicos, mostraba a una mujer y un hombre desnudos. En el video, los rostros eran claramente los de Gonzalo y ella. En las imágenes, ella aparecía debajo de aquel hombre, suplicándole a Gonzalo que se lo entregara todo, sin el menor atisbo de vergüenza. Al ver eso, los ojos de Ángeles se enrojecieron, y sus puños se cerraron con fuerza. —¡Ese video está editado, yo nunca hice algo así! —Yo te creo, Ángeles. Es obvio que alguien pagó para que este video esté en la tendencia popular. ¡Tienes que descubrir quién está detrás de esto! ¡No puedes dejar que se salga con la suya! Sin perder un segundo, Ángeles tomó un taxi de vuelta a la mansión para hablar con Gonzalo. Apenas subió las escaleras, vio a Gonzalo bloqueando la entrada. Todavía no alcanzaba a decir nada cuando Gonzalo la miró con frialdad y sarcasmo. —¿Esto es lo que dices no gustar de mí? —Eres una mujer y, ¿De verdad sacrificaste tu reputación solo para sabotear mi boda con Daniela? ¿Te queda algo de dignidad? Ángeles apretó los labios con fuerza, queriendo explicarse, pero al final no pudo pronunciar palabra. Nunca imaginó que Gonzalo la juzgaría así. En ese instante, perdió toda fuerza para defenderse. Gonzalo, convencido de que su silencio era una admisión de culpa, dejó que una sonrisa irónica se dibujara en su rostro. —Ángeles, si crees que por la presión pública voy a casarme contigo, estás muy equivocada. —En esta vida, solo quiero a Daniela. Justo entonces, Daniela apareció tras él, habiendo escuchado todo. Ella se acercó paso a paso a Ángeles, con un tono desdeñoso: —Señorita Ángeles, una mujer debe respetarse y amarse a sí misma, no humillarse de esta manera. Ángeles intentó explicarse, pero Daniela, con un movimiento disimulado, la empujó. Detrás de ella, una escalera de cincuenta escalones. En el mismo instante, Daniela fingió tropezar y cayó hacia adelante. En ese momento de tensión, Gonzalo, casi sin pensarlo, agarró la mano de Daniela. No fue hasta que un golpe sordo resonó que se dio cuenta de lo que había pasado. Ángeles rodaba por las escaleras. Ángeles se encogió de dolor, abrazando sus rodillas. Dejó que las lágrimas resbalaran en silencio por su rostro, como si pudieran aliviar el dolor que sentía. Al ver esto, los ojos de Gonzalo se contrajeron y bajó corriendo por las escaleras. —¡Ángeles, ¿cómo estás?! ¿Estás bien?

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