Capítulo 117
Sebastián corrió hacia ella, se quitó la chaqueta y la envolvió con ella. Andrea temblaba sin control.
Su cuerpo ardía; las mejillas, encendidas, delataban que había empezado a tener una fiebre muy alta.
La cargó como pudo sobre su espalda y, bajo la lluvia torrencial, corrió a toda velocidad en dirección a los adultos.
Pero no esperaba que el traficante de personas aquel que había perdido un ojo tras ser golpeado los persiguiera.
Desde el primer instante en que Sebastián lo vio, supo que se trataba de un hombre desesperado.
Sus ojos eran aterradores: turbios, pero llenos de ferocidad y una ira salvaje.
No había otra opción. Sebastián empujó con todas sus fuerzas a Andrea y le gritó que corriera. ¡Corre hacia adelante!
—¡Corre! ¡No mires atrás! ¡Nunca te detengas!
Años atrás, como único hijo del acaudalado Grupo Estrella Dorada, Sebastián había aprendido medicina desde niño. Parecía un joven amable e inofensivo, pero en secreto dominaba las artes marciales y el combate cuerpo a cuerpo

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