Capítulo 15
—¡Ah! —En ese momento, Valentina dejó escapar un pequeño grito.
Alejandro se detuvo en seco y la volteó a mirar.
—Valentina, ¿qué te pasó?
Con los ojos enrojecidos, Valentina cayó sentada al suelo, lágrimas brotándole por el dolor.
—Alejandro, yo... me torcí el tobillo sin querer...
La mirada de Alejandro bajó hasta su pie, donde era evidente la hinchazón rojiza que rodeaba el tobillo.
Valentina, con un tono considerado, le dijo: —Alejandro, no te preocupes por mí. Ve a saludar al señor Ignacio y a la señora Solara.
Pero él, al verla tan frágil y adolorida, respondió con voz grave: —Primero te llevo a que te revisen.
Doña Luciana no pudo evitar exteriorizar su molestia. —Alejandro...
—Abuela, ayudar a alguien es más importante que un saludo protocolar. Además, con tanta gente alrededor, aunque quisiera acercarme, probablemente ni siquiera podría pasar.
Doña Luciana echó un vistazo a la multitud que rodeaba a los anfitriones y luego miró a Alejandro ayudando a Valentina a incorporarse. No tuvo más remedio que seguirlos.
No quedaría bien que ella se acercara sola; y si alguien preguntaba por Alejandro, cualquier explicación quedaría descortés.
...
Una vez que Valentina estuvo instalada y atendida, Alejandro y doña Luciana regresaron al salón. Para su sorpresa, ni Ignacio ni la hija de la familia Herrera estaban allí.
Tras hacer algunas preguntas, se enteraron de que Ignacio había tenido que atender un asunto urgente, pero que volvería más tarde.
Solo entonces doña Luciana se tranquilizó.
Apenas se marcharon Alejandro y su abuela, Florencia salió a escondidas detrás de ellos.
Su intención era investigar un poco y obtener información sobre "el enemigo" en nombre de Valentina.
Sin embargo, al salir de la habitación, comenzó a percibir voces masculinas y femeninas conversando a lo lejos.
—Catalina, parece que hubo un inconveniente en la oficina central. Espérame un momento, lo resuelvo y voy contigo.
—Está bien, ve tranquilo.
La voz femenina le resultó muy familiar. Florencia la reconoció enseguida: ¡era Catalina!
En cuanto al hombre, Florencia se escondió discretamente en una esquina y echó un vistazo...
¿Ignacio?
¿Catalina con Ignacio?
¿Podría ser que... Catalina fuera la hermana de Ignacio?
Pero Florencia enseguida descartó esa idea.
Ignacio y Catalina ni siquiera compartían apellido. ¿Cómo podrían ser hermanos?
Lo más probable era que Catalina hubiera usado el título de "esposa de Alejandro" para acercarse a él e infiltrarse en la fiesta.
Convencida de ello, Florencia comenzó a seguirla sigilosamente.
Catalina se dirigió al jardín trasero, junto a la piscina.
La tenue luz anaranjada de las farolas iluminaba el lugar, haciendo que el agua del estanque brillara con destellos plateados.
En realidad, a Catalina no le gustaban las reuniones sociales. Con la breve interacción que había tenido, ya sentía la sonrisa congelada en el rostro.
Había escuchado de boca de Ignacio que esa noche él pensaba revelar su identidad.
La familia Solara era poderosa y, tanto ella como Ignacio, habían sido víctimas de secuestro en el pasado. Para protegerla, sus padres decidieron que llevara el apellido materno y que jamás apareciera en público ni revelara quién era.
Catalina comprendía perfectamente las razones de sus padres.
Lo que ocurrió en el pasado había sido una herida profunda para toda la familia.
Pero ahora, que ya sabía cómo protegerse y que en el futuro asumiría parte de los negocios familiares, ya no había necesidad de seguir ocultándose.
—Catalina. —Una voz femenina, bien conocida, sonó a sus espaldas.
Catalina se giró y vio a Florencia, vestida con un vestido celeste claro.
Catalina alzó levemente las cejas. —¿Tú qué haces aquí?
Florencia se cruzó de brazos, levantó la barbilla y la miró con una expresión arrogante.
—Por supuesto, vine con Alejandro.
Catalina hizo una mueca de asco.
Ignacio no le había mencionado que Alejandro asistiría a la fiesta.
En cuestión de segundos, comprendió el plan de su hermano.
Parecía que quería aprovechar la ocasión para avergonzar públicamente a Alejandro.
Catalina se llevó una mano a la sien, sintiendo un leve dolor de cabeza. ¿Desde cuándo Ignacio se había vuelto tan infantil?
Florencia la observó con una sonrisa maliciosa, cargada de veneno.
—¿Vienes a buscar a Alejandro? Pues no te molestes. Valentina se torció el tobillo hace un rato y él está ocupado atendiéndola. No tiene tiempo para ti.
—¿Lo ves? En el corazón de Alejandro, Valentina siempre será la más importante. No sueñes con quedarte con lo que no te pertenece. Una cazafortunas sin nombre ni posición como tú jamás estará a su altura.
Catalina sonrió con calma. —Si la señorita Valentina es tan importante para Alejandro, ¿entonces por qué... decidió casarse conmigo?
La voz de Florencia se volvió aguda y agresiva. —¡Catalina! Si no fuera porque usaste tus trucos sucios para meterte en su cama, ¿crees que te habría elegido?
—No importa qué métodos haya usado. Lo cierto es que me casé con él. Y mientras no nos divorciemos, Valentina seguirá siendo solo una amante, una sombra sin luz.
Catalina era naturalmente más alta que Florencia y, con los tacones, la diferencia se acentuaba.
Desde arriba, la miraba con serenidad, sin un ápice de ira, pero con una elegancia natural y una presencia dominante propia de una verdadera heredera.
Su sola actitud bastaba para aplastarla sin decir una palabra.
Florencia nunca había visto a Catalina así. Por un momento, se quedó sin aliento.
Catalina, sin ganas de perder el tiempo con alguien como ella, simplemente se dio la vuelta y se marchó.
Al recordar todas las veces que había perdido frente a Catalina, el rostro de Florencia, que solía tener un aire dulce, se tornó retorcido y feroz. La rabia la envolvió.
De pronto, extendió la mano y empujó con fuerza a Catalina directo a la piscina.
—¡Splash!
El fuerte sonido del agua al salpicar rompió el silencio de la noche.
El agua fría envolvió por completo a Catalina.
Desde que había sido arrojada al mar por sus secuestradores, Catalina había desarrollado una fobia al agua.
En un instante, sintió como si estuviera nuevamente en aquel crucero, siendo arrastrada por olas furiosas y aterradoras.
Mientras todos la miraban con indiferencia, fue Alejandro quien se lanzó al mar para rescatarla.
Desde ese día, Catalina se había enamorado de él.
La voz nerviosa de Florencia atravesó la superficie distorsionada del agua.
Pero su expresión era la de una serpiente venenosa, cruel y traicionera.
—¡Ay, Catalina! ¿Te tiraste así de repente? ¿Qué pasa... querías nadar?
Aunque no había mucha gente en el jardín trasero, algunos invitados escucharon el estruendo y se acercaron por curiosidad.
—¿Qué pasó? ¿Alguien se está ahogando?
Florencia soltó con desdén: —¿Ahogarse? ¡Imposible! Esta piscina es tan poco profunda que hasta de pie puedes quedarte. Ella solo está haciendo un espectáculo. ¡Es una dramática de primera!
—¿Un espectáculo?
Florencia respondió con burla: —Esta es la esposa de Alejandro. Siempre usa estas tácticas baratas de llorar, gritar y amenazar con matarse para llamar su atención. Ya la he visto hacerlo demasiadas veces...
Catalina se debatía torpemente bajo el agua, y la sensación de asfixia la dejaba aturdida.
Al ver su estado deplorable, los ojos de Florencia brillaron con emoción. Estaba eufórica.
—¡Pasen y vean! ¡Una actriz en plena función! Solo para ganar un poco de atención y fingir que es importante, ya hasta hace como que se ahoga. ¡Qué vergüenza!
Las burlas de Florencia atrajeron a más invitados al jardín.
La luz nocturna era tenue y el agua salpicaba por todas partes mientras Catalina luchaba.
Nadie la relacionó con la mujer que había llegado junto a Ignacio.
Además, con las acusaciones malintencionadas de Florencia, muchos lanzaban miradas llenas de desaprobación.
—Escuché que la esposa de Alejandro solo logró casarse con él usando artimañas. Él se vio obligado a aceptarla, aunque no fueran del mismo nivel social...
—A mí Valentina me parece mejor. Aunque no venga de una familia poderosa, es buena persona. Además, fue el primer amor de Alejandro.
—Esta mujer es demasiado exagerada. No importa cuán desesperada esté, debería considerar el tipo de evento al que asistimos. Con este numerito, la única que queda en ridículo es ella.
Todos en la orilla observaban a Catalina como si fuera un espectáculo, comentando entre ellos, divertidos, sin que a ninguno se le ocurriera ayudarla.
El agua helada entraba por la boca y la nariz de Catalina, y su mente se iba nublando.
De pronto, alguien notó algo extraño. —¡Oigan! ¡Miren bien! ¡Se le están yendo los ojos! ¿Será que de verdad se está ahogando?
Florencia soltó una risita despectiva. —Esta mujer nació para actuar... Vaya, le sale tan bien que si entrara al mundo del espectáculo, seguro le daban un premio.
Catalina, ya sin fuerzas, fue cediendo.
La conciencia se le apagaba, las manos le cayeron sin energía y su cuerpo comenzó a hundirse lentamente hacia el fondo.
Al ver eso, las risas se apagaron de golpe. Los presentes se miraron entre sí, inquietos.
—Esto... ¿será que de verdad no sabe nadar?
—Y si no sabe nadar... y se ahoga...
Después de todo, esa mujer era la esposa de Alejandro.
Querían verla en ridículo, sí, pero no esperaban un desenlace fatal.
Florencia seguía despreocupada. —Está fingiendo. La gente que sabe nadar puede aguantar la respiración uno o dos minutos sin problema.
El ambiente ya no era tan ligero como antes, pero aun así, nadie intentó lanzarse al agua.
Justo en ese momento, Alejandro y Valentina llegaron a la zona de la piscina. Al ver a la multitud reunida en el jardín trasero, se acercaron con curiosidad.
Alejandro dijo con molestia: —¿Qué está pasando aquí?