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Capítulo 13 Educar a los empleados

En ese momento, en la oficina de la subgerente. Varios empleados rodeaban a Paula. Uno de ellos, con cierta inquietud, preguntó: —Gerente Paula, ¿de verdad no vamos a ir? ¿Y si se enoja? Ella, reclinada en la silla de cuero, acariciaba sus uñas recién hechas. —¿Y qué puede hacer si se enoja? Bah, no es más que una mujer que consiguió todo con su cuerpo. Los empleados asintieron y dejaron de mostrarse nerviosos. En el fondo, también se sentían inconformes. ¿Un jefe enviado desde arriba, con qué derecho podía dirigirlos? Después de todo, quienes habían logrado entrar en la Corporación Río Claro eran todos profesionales de primer nivel. En ese momento entró el asistente. Con la cara inexpresiva miró el reloj y anunció: —La gerente Susana me pidió avisarles que, si en diez minutos no están en la sala, todos serán despedidos. Ahora les quedan ocho. Los semblantes cambiaron de inmediato. Todos miraron a Paula. Su expresión se endureció. ¿Ese jefe designado todavía se atrevía a mostrarse tan autoritario? —Muy bien, ¡que nos despida entonces! —respondió ella con frialdad. —Paula, mejor vayamos. Si de verdad nos echan, estaremos acabados —replicó uno, ya preocupado. —Sí, además... Recuerdo que también se apellida Morales. ¿No tendrá relación con la sede principal? —añadió otro de repente. Al oírlo, casi todos se precipitaron hacia la puerta. Paula apretó los dientes, sin más remedio que seguirlos. En la sala de reuniones. Bajo la mirada de todos, Paula entró sintiéndose humillada. —Disculpe, gerente Susana, llego tarde. Estaba entregada al desarrollo de un nuevo producto y no tuve tiempo. Ah, cierto... Escuché que su especialidad no tiene nada que ver con cosmética. Quizás lo que diga ni siquiera lo entienda, ¿no? —Se cubrió la boca, riendo. Los presentes no pudieron contener la risa; sus miradas destilaban desprecio. —Es cierto, no tiene nada que ver con cosméticos —respondió Susana con absoluta indiferencia. El corazón de Paula se llenó de más desdén. —Entonces la gerente Susana debe de ser sobresaliente en otro campo. En ese caso, qué honor para nosotros estar bajo la dirección de alguien tan capaz. Sus palabras, cargadas de ironía, expresaban lo que muchos pensaban en silencio. —Pero sucede que sí sé cómo crear mejores productos para el cuidado de la piel. En la Universidad de los Mares estudié medicina. Y el tema de hoy será precisamente cómo elaborar cosméticos más eficaces —dijo Susana con calma. ¿Universidad de los Mares? Los presentes aspiraron aire, sorprendidos. ¡Era la universidad número uno del mundo! Allí casi todos habían egresado de instituciones prestigiosas, pero ninguno de la Universidad de los Mares. Eso demostraba lo exigentes que eran sus estándares. Paula se quedó petrificada, pero enseguida soltó una carcajada. —¡Qué ridículo! Ni siquiera sabes mentir. La Universidad de los Mares forma herederos y altos funcionarios, la élite que en el futuro gobernará cada sector. ¿Con qué cara dices que estudiaste allí? Si hubiera sido cierto, no estarías trabajando en nuestra empresa. —Pues justo así es. Vine a trabajar aquí. Paula, siéntate ya. —La mirada de Susana recorrió la sala. —Este mes, a los que llegaron tarde se les reducirá el bono a la mitad, y a los puntuales se les duplicará. De inmediato hubo caras alegres y otras llenas de disgusto. Paula, furiosa, quiso replicar, pero Susana la interrumpió con firmeza: —Comencemos la reunión. Al principio, muchos seguían escépticos. Pero conforme escuchaban las explicaciones técnicas y propuestas de Susana, no pudieron evitar quedar impresionados. La reunión transcurrió sin rodeos y terminó en apenas media hora. Cuando Susana se marchó, la sala estalló en murmullos. —Creo que la gerente Susana es realmente brillante. Dicen que se graduó en la Universidad de los Mares. ¿Será posible que sea una señorita de la familia Morales y esté aquí solo para ganar experiencia? —¡Yo también lo creo posible! Paula soltó una risa sarcástica. —¡Ilusos! La señorita de la familia Morales tiene un origen altísimo, criada entre lujos y atenciones. Aunque quisiera conocer la base, jamás vendría a trabajar aquí. ¡Qué montón de tontos! La rabia la consumía. ¡Qué fastidio que Susana hubiera conquistado a tantos en un solo encuentro! ¡Maldita sea! Mientras tanto, Susana había regresado a su oficina y revisaba los expedientes de la compañía. Fue entonces cuando sus ojos se detuvieron en la foto del embajador de la marca para ese trimestre. Esa cara familiar hizo que frunciera levemente las cejas.

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