Webfic
Open the Webfic App to read more wonderful content

Capítulo 5 El inesperado encuentro con Julián Flores

¿Cómo podía estar él allí? —¿Susana? —Los labios delgados de Julián se movieron con suavidad, pronunciando con claridad su nombre. Susana guardó silencio un instante antes de responder: —¿Señor Julián? Julián pertenecía a la familia Flores, enemiga acérrima de la familia Morales. Ambas habían competido por el primer lugar en Santa Aurelia durante muchos años, sin que jamás se definiera un vencedor claro. Julián, aunque apenas tenía veintiocho años, ya era el líder de su generación en la familia Flores. Su carácter era implacable y resuelto; en más de una ocasión había provocado que incluso el siempre sereno y reservado Samuel, su padre adoptivo, regresara a casa furioso y lo maldijera entre dientes. Aunque Susana lo había visto muy pocas veces, lo reconoció al instante. No solo por aquella aura fría y altiva que lo envolvía, sino también por aquella cara esculpida con precisión divina, imposible de olvidar. —¿Tan viejo me ves? —El semblante de Julián se oscureció. Susana suspiró con cierta resignación y repitió: —Jefe Julián. —¿Qué haces en Santa Aurelia? —preguntó él. Susana se sorprendió. ¿No era Julián de naturaleza distante y fría? No esperaba que se detuviera siquiera a intercambiar palabras. —He venido a buscar a mis padres biológicos... —respondió con calma. El hecho de que fuese hija adoptiva de la familia Morales no era un secreto a voces, aunque tampoco algo que se ocultara deliberadamente. De pronto, la cara perfectamente delineada de Julián se ensombreció. —¿Samuel te echó de la casa? ¿Por qué se enojaba de repente? Susana arrugó la frente, inconforme. —Mi papá jamás me echaría. Yo misma decidí venir a verlos. Julián la observó por un momento. Entonces, el camarero intervino: —Señor Julián, ¿desea pasar al privado? —Sí. Susana lo miró sorprendida. —¿No acabas de decirme que no había privados disponibles? El camarero contestó: —Señorita. Este restaurante pertenece al señor Julián. Siempre hay un privado reservado para él. Susana quedó sin palabras. Estaba a punto de marcharse cuando Julián dijo de pronto: —Ya que estás aquí, quédate a cenar conmigo. Susana dudó. Si Samuel se enteraba de que ella compartía mesa con Julián, seguramente se enfadaría. —¿Acaso tu familia te controla tanto? Por lo que veo, Samuel es realmente mezquino —comentó Julián con frialdad. —¡Mi papá no es así! —replicó Susana al instante, fulminándolo con la mirada. Tras pensarlo un momento, aceptó. Los negocios eran negocios; en lo personal, no tenía por qué cargar con enemistades. Además, desperdiciar una cena sería absurdo. El privado estaba decorado con gran elegancia, con ventanales que ofrecían una vista panorámica de Santa Aurelia. Tras un biombo sonaban notas de piano, llenando el ambiente de serenidad. No obstante, frente a Julián, Susana se sintió algo incómoda. El discreto aroma de su perfume la envolvía. Ella permaneció callada, bebiendo agua. Cuando sirvieron los platos, Susana quedó de inmediato fascinada. Al probar un bocado, sus ojos se iluminaron. —Está delicioso. Julián la observó, y en su mirada brilló una leve sonrisa casi imperceptible. —Si te gusta, come cuanto quieras. Con buen apetito, Susana continuó probando. Julián comentó: —Eres distinta a las demás. Las señoritas de sociedad siempre fingen comer lo menos posible. —Yo no soy una dama de sociedad. Solo comiendo bien se tiene fuerza para trabajar —respondió Susana. —Tienes razón. De pronto, Susana levantó la vista y se cruzó con los ojos sonrientes de Julián. Su corazón dio un vuelco y enseguida apartó la mirada, sintiendo cómo sus orejas se calentaban. ¿Acaso Julián no era como lo había imaginado? Además, cuando sonreía... ¡Era demasiado atractivo! Mientras comía, de pronto le llegó un mensaje. Sofía Hernández: [Susana, cariño... Me dijeron que viniste a Santa Aurelia. Yo también estoy aquí por trabajo. ¿Dónde estás ahora? ¿Quieres que cenemos juntas? ¡Tengo reservado un privado en Sabores del Sol!] Sabores del Sol... Justamente ese restaurante. [De acuerdo, voy a verte en un rato]. Tras recibir el número del privado, Susana le dijo a Julián: —Una amiga me espera aquí mismo. Voy a saludarla y vuelvo enseguida. —Está bien. Susana salió. Apenas encontró el privado, escuchó voces cercanas. —La profesora Sofía no acepta a cualquiera. Si llegas a estudiar con ella, debes aprovechar al máximo. —Laura acariciaba la mano de Dolores. —No te preocupes, mamá, me esforzaré —respondió Dolores con determinación. —Escuché que la profesora Sofía también tiene buena relación con Elena. Ella será jurado del concurso nacional. ¡Quizá podamos verla! Al mencionar a Elena, los ojos de Dolores brillaron con devoción. Como estudiante de piano, era imposible no conocer ese nombre. Casi nunca aparecía en público y, por más que la gente intentaba acercarse, lo único que dejaba ver era una silueta juvenil. Cada video suyo desataba una ola de comentarios, pues su interpretación era sublime. Dolores estaba emocionada de saber que Elena sería jurado en esa ocasión. Laura sonrió. —Con tu talento, seguro que ambas quedarán encantadas contigo. Apenas terminó de hablar, se sorprendió al ver a alguien frente a ellas. Dolores también se sobresaltó, pero pronto reaccionó. —¿Susana? ¿Nos estabas siguiendo? El corazón de Laura se llenó de desagrado. Había creído que Susana era orgullosa y distante, pero verla así, siguiéndolas, le resultó despreciable. Laura suspiró. —Susana, hoy Dolores tiene un asunto importante. Ve a esperarme a la entrada del restaurante. —¿Vinieron a buscar a Sofía? —preguntó Susana arrugando la frente. Dolores hizo mala cara. —¿Cómo te atreves a llamar a la profesora Sofía por su nombre? ¡Eso es una falta total de respeto! Laura tampoco pudo contener su fastidio. Criada en el campo, carecía de modales. Su tono fue impaciente. —Susana, no molestes a Dolores. En ese momento, la puerta del privado se abrió. Al ver a Susana, Sofía sonrió radiante. Pero antes de que pudiera hablar, Susana dijo: —Ya que tienes invitados, mejor hablamos en otra ocasión. Y se dio la vuelta para marcharse. Sofía se sintió decepcionada. Miró a Dolores, quien rápidamente explicó: —Profesora Sofía, discúlpeme. Esa es mi hermana. Se enteró de nuestra reunión de hoy y, por celos, nos siguió. Incluso tuvo la descortesía de llamarla por su nombre, pero mamá y yo ya la reprendimos. Le ruego que no lo tome en cuenta. —¿Celos? —Sofía parecía haber escuchado el mayor de los absurdos. —¿De verdad no sabes quién es ella? ¡Ella es...!

© Webfic, All rights reserved

DIANZHONG TECHNOLOGY SINGAPORE PTE. LTD.