Webfic
Open the Webfic App to read more wonderful content

Capítulo 7 La única persona sensata

Andrea miró a Susana y, con una voz clara y cargada de autoridad, preguntó: —¿Tú eres Susana? Ella, que ya intuía su identidad, respondió con cautela: —¿Y usted es...? —Soy tu abuela —dijo Andrea con serenidad, recorriéndola de arriba abajo con la mirada. —Tienes, sin duda, el porte de la familia Valdez. El semblante de Susana permaneció sereno. La impresión que le causaba Andrea no era tan interesada ni calculadora como la de Benito y Laura. —¿Vino por algún motivo en particular? —preguntó Susana con calma. Andrea mantenía un gesto severo, pero enseguida sacó un hermoso brazalete de jade y se lo tendió. —Un obsequio de bienvenida. Susana reconoció al instante la calidad de la pieza: jade translúcido con un halo sutil de belleza discreta, valorado en más de cien mil dólares. No obstante, no lo tomó de inmediato. Andrea frunció apenas las cejas. —¿Qué ocurre, no te gusta? —Doña Andrea, la familia Valdez ya tiene a una señorita. Tal vez no me necesiten a mí —respondió Susana con delicadeza. Aunque Andrea le parecía recta y digna, los demás miembros de la familia apreciaban tanto a Dolores que Susana ya había renunciado a la idea de un verdadero reconocimiento. —Insolente —replicó Andrea, con la cara endurecida y un aura de poder que se desplegaba con fuerza. Susana entrecerró los ojos. ¿Andrea se enfurecía porque sentía cuestionada su autoridad? Un leve sentimiento de desilusión cruzó por su interior. Al parecer, la familia Valdez y ella no estaban destinadas a unirse. Pero enseguida Andrea habló con firmeza: —Ella usurpó tu lugar. Que la familia Valdez no la haya expulsado ha sido solo por consideración a los años vividos juntos. Pero si por ella te dejáramos fuera, sería una injusticia intolerable. Quédate tranquila. La verdadera señorita de los Valdez eres únicamente tú. Las palabras estremecieron el corazón de Susana. Andrea la observó fijamente. —Si tienes alguna duda más, dímela toda. Hablaré seriamente con esos padres insensatos tuyos. Su expresión era dura e implacable, pero Susana percibió en ella un calor inesperado. Sus ojos se suavizaron ligeramente. —Lo pensaré. —No hay nada que pensar. Eres mi nieta de sangre y has vivido fuera demasiados años. Seguramente sufriste mucho. Si regresas, yo misma me encargaré de compensarte. —Andrea la miraba con una firmeza que no dejaba espacio al rechazo. Bajo aquella mirada, Susana fue incapaz de decir que no. No se trataba de los bienes de la familia Valdez, sino de que realmente sentía que Andrea sí la valoraba. Que su abuela se hubiera tomado la molestia de ir a buscarla ya era prueba de ello. —Además —continuó Andrea mientras Susana guardaba silencio: —¿Quieres acaso que lo que te pertenece quede en manos de Dolores? —Lo que me importa no son los bienes —respondió Susana en voz baja. —Pero ya que usted lo ha dicho así, volveré... Al menos por ahora. Entonces tomó el brazalete de jade. En los ojos de Andrea brilló una fugaz sonrisa. —¿Todavía me llamas doña Andrea? —Abuela. —Eso está mejor —respondió Andrea, dejando escapar una leve risa antes de retomar su gesto severo. —Esta noche habrá una cena familiar. Vendrás conmigo. Susana lo meditó un momento y asintió. —De acuerdo, aunque aún debo terminar mi trabajo. —Bien. Yo esperaré aquí —dijo Andrea con calma. Susana regresó a la oficina. Al acariciar el jade en su muñeca, un sentimiento extraño brotó en su interior. ¿Sería eso lo que llamaban "afecto familiar"? A las cinco y media terminó su jornada y se dirigió al salón de visitas. Andrea estaba de pie junto a los ventanales, contemplando el paisaje. Al escucharla, giró la cabeza. —¿Terminaste? —Sí. —Vamos entonces —dijo Andrea. El automóvil esperaba en la entrada: un Mercedes negro. Pero al sentarse, Susana notó que el interior era distinto, evidentemente modificado. La miró con cierta reflexión. Diez minutos más tarde llegaron a un hotel. Era el más famoso de Santa Aurelia, resplandeciente y lujoso. Susana siguió a Andrea. Durante el trayecto, ella le fue presentando a los distintos miembros de la familia Valdez, y Susana escuchaba dócilmente. En ese mismo momento, en el privado del hotel. Todos los Valdez estaban reunidos. —¿Por qué doña Andrea nos habrá convocado de repente? —No lo sé, yo también tengo curiosidad. Entre los comentarios, Dolores mostró una mirada inocente y curiosa. —¿Será que la abuela se enteró de que gané el campeonato de piano de Santa Aurelia?

© Webfic, All rights reserved

DIANZHONG TECHNOLOGY SINGAPORE PTE. LTD.