Capítulo 1
En el tercer año de matrimonio con Xavier Suárez, el acta matrimonial de Amelia Romero se arruinó por accidente al mojarse con café.
Amelia llevó el documento la oficina del registro civil para tratar de solicitar una reposición. El funcionario tecleó varias veces en el computador y, de pronto, levantó la vista para mirarla: —Señora, en el sistema usted figura como soltera.
Amelia quedó asombrada al instante, creyendo haber escuchado mal: —Eso es imposible, mi esposo y yo tramitamos en este mismo lugar el acta de matrimonio hace tres años.
El funcionario volvió a comprobar la información, y su expresión se tornó algo extraña: —En efecto, el sistema indica que usted está soltera, pero el señor Xavier figura como casado...
Hizo una pausa: —Su esposa registrada es otra señora, de nombre Natalia Rojas. ¿La conoce usted?
La mente de Amelia quedó en blanco, solo un zumbido sordo resonaba una y otra vez en sus oídos.
Todos sabían muy bien que Amelia y Xavier habían crecido juntos desde pequeños.
Ella siempre fue la persona más querida para él, a quien protegía con esmero desde la infancia.
Y Natalia...
Era el reemplazo que Xavier encontró durante los dos años en que Amelia estuvo en el extranjero, incapaz de soportar la ausencia.
...
Amelia, con el acta falsa de matrimonio empapada de café, subió al auto completamente aturdida.
De repente, su celular vibró dos veces; era un mensaje de Xavier.
[Cariño, acabo de cerrar un contrato de más de mil millones de dólares y te compré tus rosas favoritas y pastelitos de fresa. Solo quiero volver pronto contigo. Te extraño muchísimo, ¿tú me extrañas a mí?]
Amelia fijó su mirada en el mensaje y, de pronto, solo atino a reírse.
Mientras se reía, las lágrimas le corrían silenciosas por sus mejillas.
Durante estos tres años, él le preguntaba lo mismo todos los días, jurándole amor eterno.
Pero, sinceramente... hacía mucho que, en secreto, ya era según la ley el esposo de otra.
Recordó que, de niña, Xavier se cayó de un árbol de más de tres metros al intentar bajar una cometa para ella; se fracturó el brazo derecho, pero igual le entregó la cometa con una sonrisa y le dijo: —Amie, no llores, no me duele en lo absoluto.
Recordó el día que cumplió quince años: él la esperó ansioso bajo la lluvia toda la noche frente a su casa, solo para que, al despertar, la primera persona que la felicitara fuera él.
Recordó que en su decimoctavo cumpleaños, él alquiló todo un parque de atracciones y, bajo un cielo iluminado por fuegos artificiales, se arrodilló sobre una rodilla y le dijo: —Amie, cuando cumpla veintidós, ¿nos casamos?
Recordó cuando ella se fue a estudiar al extranjero: Xavier, con los ojos enrojecidos, la arrinconó con fuerza contra la pared del aeropuerto y, con la voz temblorosa, le dijo: —Dos años, solo te doy dos años. Cuando pase ese tiempo, iré a buscarte y te traeré de vuelta.
Durante esos dos años en el extranjero, él le hacía videollamadas casi todos los días.
Una vez, Amelia estaba tan ocupada con una tesis que pasó tres días sin responderle; cuando al fin le contestó, descubrió que él había acabado hospitalizado por intoxicación alcohólica.
En la videollamada, Xavier tenía los ojos rojos: —Cariño, sin ti no puedo vivir.
Y ella siempre lo consolaba: —Ya casi regreso, espérame un poco más.
El día que volvió al país, no le avisó a Xavier: quería darle una sorpresa.
Pero al abrir la puerta de la sala privada en el club, vio cómo él abrazaba con pasión a otra mujer, besándola con urgencia.
La chica, de perfil, se parecía a ella en un setenta por ciento.
¡El bolso de Amelia cayó al suelo con un "plas!" y se dio la vuelta para marcharse.
Xavier salió corriendo tras ella como un loco; al no responderle, la llamaba y le enviaba mensajes sin parar. Cuando ella se negaba a verlo, él se quedaba sin importarle bajo la lluvia frente a su edificio, explicándole una y otra vez:
—¡No es lo que piensas!
—Estos años en que no me dejaste ir a verte, te extrañaba tanto que por esa sencilla razón busqué un reemplazo...
—Te juro que solo nos abrazamos y besamos, no pasó nada más.
—Amie, lo admito, pero te amo hasta el extremo de cometer cualquier locura por ti...
Al final, estuvo bajo la lluvia tres días y tres noches, con fiebre alta, hasta enfermar de neumonía y desmayarse. Solo cuando lo ingresaron en el hospital y él se negó a marcharse, ella ablandó su corazón y lo perdonó.
Después de eso, Xavier siguió tratándola tan bien como siempre.
Hasta que, después de casarse, Amelia descubrió que la asistente que ahora lo acompañaba era Natalia.
La "sustituta" de la que él había dicho haberse despedido.
Él volvió a dar explicaciones: —Sus padres están enfermos, no se adapta a vivir fuera del país, me rogó entre lágrimas que la dejara volver a la capital...
—Ella vino a la entrevista para asistente y yo no sabía nada al respecto.
—Hace muy bien su trabajo y pasó por varias pruebas para quedarse, no puedo despedirla sin así como así.
Así que, una vez más, Amelia aguantó en silencio.
Jamás imaginó que, de tanto soportar, acabaría convirtiéndose en el hazmerreír de todos.
Cuando el auto entró en la zona residencial, las lágrimas de Amelia ya se habían secado.
Inspiró profundo y, justo cuando iba a abrir la puerta para entrar, escuchó una conversación en el salón entre Xavier y un amigo.
—Acabo de volver del hospital, Natalia está bien, solo tiene unos cuantos rasguños. Quédate tranquilo en casa y hazle compañía a Amelia.
Xavier estaba recostado en el sofá, con la camisa negra desabrochada en los primeros botones y las largas piernas cruzadas.
Hizo mala cara mientras apagaba el cigarrillo que Damián tenía en la mano, su voz era baja y sombría: —¿Cuántas veces te he dicho que en mi casa no se fuma? A Amie no le gusta el olor a tabaco.
—Vale, estas loquito por tu esposa.—Bromeó Damián con una sonrisa.— Pero de verdad no lo entiendo: si tanto quieres a Amelia, ¿por qué en su día te casaste con Natalia? Sé sincero, ¿piensas en ella como algo más que una simple suplente?
El ambiente se quedó en silencio por unos segundos.
Luego, la voz grave de Xavier resonó en todo el lugar:
—¿Y si así fuera?
—Antes también pensaba que solo era una sustituta, que cuando Amie regresara ya no la necesitaría.
—Pero cuando se fue, casi todas las noches soñaba con ella.
—Al final, no soporté tenerla lejos, así que la traje de vuelta y la puse a mi lado como mi asistente personal.
—No puedo estar sin Amie, pero Natalia... tampoco puedo prescindir de ella.
—Amie puede disfrutar de todo mi amor, y a Natalia solo puedo compensarla dándole un nombre, aunque sea en la sombra. ¿Y qué?
Damián suspiró y dijo: —¿No tienes miedo de que Amelia lo descubra? Con su carácter, si algún día se enterara, aunque mueras delante de ella, jamás te lo perdonaría.
Xavier guardó silencio por unos minutos, su nuez de Adán se movió: —Entonces no debe enterarse nunca de esta situación.
Amelia, de pie detrás de la puerta, sintió cómo toda la sangre de su cuerpo se congelaba.
Pensó que se derrumbaría y rompería en llanto, pero descubrió que ni siquiera podía soltar una lágrima.
Así es el dolor extremo.
Es como si te arrancaran un pedazo de corazón en vida, pero aún tuviera que seguir latiendo.
Recordó que, esa misma mañana antes de salir, Xavier la había besado con cierta ternura en la frente. Recordó que cada vez que él regresaba ebrio de algún compromiso, la abrazaba y le murmuraba al oído: —Cariño, no puedo vivir sin ti. Recordó cómo cubría sus manos frías con las suyas, asegurándole que su corazón solo latía por ella.
Y resultó ser que todo era una mentira.
En todo el trayecto de regreso a casa, aún se decía que quizá Xavier tendría algún motivo oculto.
Pero ahora entendía, por fin, que él se había enamorado de dos personas a la vez.
Lo que Xavier nunca quiso fue tener que elegir: él solo quería quedarse con su amor más puro y hermoso, y también con ese otro amor profundo y difícil de olvidar.
¡Perfecto!
¿Xavier no temía que ella lo descubriera? Pues ahora, Amelia iba a mostrarle lo que significa "no volver jamás la mirada hacia atrás."
Se dio la vuelta y, sin dudarlo dos veces, hizo dos cosas...