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Capítulo 4

Durante la semana siguiente, Jaime no regresó a casa. Durante ese tiempo, tampoco hubo contacto entre los dos, como si estuvieran en una de esas habituales guerras frías tras una cruel pelea, en las que ninguno tomaba la iniciativa de acercarse. Sin embargo, Andrea sabía muy bien el paradero de Jaime cada día. Yolanda publicaba todos los días en Instagram, presumiendo que Jaime la llevaba a cenas románticas a la luz de las velas, que reservaba cines enteros solo para ellos, e incluso le organizaba espectáculos exclusivos de fuegos artificiales, cambiando cada día de sorpresa. Le regaló bolsos de marca, joyas, hasta una casa y una tarjeta negra sin límite de gasto. Un lujo aún mayor que el que alguna vez tuvo la legítima esposa. Andrea tampoco permaneció ociosa; se dedicó a limpiar en extremo la casa y a ordenar todas sus pertenencias. Ya que había decidido marcharse, nada suyo debía quedarse allí. Justo el primer día, cuando Yolanda publicó nueve fotos íntimas con Jaime, Andrea quemó las novecientas noventa y nueve fotos conmemorativas que tenía junto a él. El segundo día, cuando Yolanda publicó fotos de las figuras de cerámica que ambos habían hecho juntos, Andrea rompió todas las piezas de porcelana antigua que Jaime le había regalado a lo largo de los años. Y así. ... El séptimo día, Yolanda publicó un video en el que el hombre le declaraba su amor, y Andrea, en ese momento, se quitó el anillo de su dedo anular. El gran diamante seguía brillando, pero su amor hacía tiempo que se había marchitado. Andrea le echó una última mirada de desprecio y, sin la menor nostalgia, lo arrojó al inodoro y tiró de la cadena. A medianoche, Jaime regresó. De repente, el lado opuesto de la cama se hundió y Jaime la abrazó con cariño por la cintura: —Cariño, ¿por qué no dejamos la pelea? Mañana es la fiesta del décimo aniversario de la empresa. ¿Vamos juntos? También era el quinto aniversario de su boda. Un día con mucho significado, siempre organizado por ella misma; este año sería la última vez. Andrea se desplazó hasta el borde de la cama y respondió un simple: —Ajá. Su mano no encontró respuesta, y el cuerpo de Jaime se tensó. Pensó que Andrea seguía enojada, pero por suerte ya tenía preparado un gran regalo que, sin duda alguna, la haría feliz. Con esa idea en mente, se quedó dormido con tranquilidad. Pero al día siguiente, la fiesta del aniversario terminó en escándalo. En la gigantesca pantalla del crucero, primero se proyectó la historia de la empresa, y luego aparecieron imágenes de la historia de amor de Jaime y Andrea durante esos diez años. Siempre unidos en las buenas y en las malas. Los asistentes los miraban con admiración y hasta la mirada de Jaime se tornó más suave. Pero justo en ese momento tan emotivo, la pantalla cambió de repente, mostrando decenas de fotos íntimas de Jaime con Yolanda, además de fotos privadas de ella. El lugar estalló en grandes murmullos; todos pensaron que Andrea era la responsable de todo esto, pues solo la esposa expondría de esa manera tan cruel a la amante. Jaime enloqueció y gritó, furioso. —¿Andrea, qué significa todo esto? Andrea estaba a punto de explicar, pero de pronto, Yolanda corrió hasta ellos y, llorando, la interrumpió: —Señora Andrea, entre el jefe Jaime y yo no ha pasado nada fuera de lugar. ¿Por qué publica estas fotos para difamarme y arruinar mi reputación? —Jefe Jaime, para demostrar mi inocencia, será mejor que renuncie y me marche lejos. No quiero dañar su matrimonio. Dicho esto, salió llorando desconsolada del evento. Jaime no consiguió detenerla y, desesperado, quiso ir tras ella, pero Andrea le agarró con rabia la mano. —Yo no fui. No estaba dispuesta de nuevo a cargar con esa culpa. Pero Jaime no le creyó. De un tirón se soltó embravecido, haciendo que Andrea retrocediera varios pasos y chocara con la torre de copas, cayendo de forma violenta al suelo. Al instante, se hizo varias heridas. —¡Si eres capaz de inventar rumores y grabar cosas en secreto! ¿Qué más eres capaz de hacer? Solo quería alegrarte un poco, pero ya no tiene sentido. Mientras decía esto, con rabia sacó un collar de esmeraldas. Era un regalo de bodas transmitido por generaciones en la familia Medina, pero tristemente, años atrás, para ayudar a la empresa, Andrea lo había empeñado. Cuando quiso recuperarlo, no pudo encontrarlo. Nunca pensó que Jaime lo hubiera recuperado. Pero, en ese mismo instante, él lo arrojó al mar y, sin mirar atrás, salió corriendo tras Yolanda. —¡No lo hagas! Andrea, sin poder detenerlo y herida, saltó la barandilla y se lanzó al agua.

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