Capítulo 7
La boda de Alberto y Emilia se celebró tal como estaba planeado.
Él invitó a todas las personas más adineradas de toda la Costa Dorada.
Esther, vestida con un largo traje entallado de color lila claro, se sentó en absoluto silencio en un rincón del banquete.
Él siempre había sido ostentoso, a donde fuera, llevaba consigo a Esther.
Tanto así, que no había nadie que no conociera la reputación de la señora Esther, pero ahora la situación era completamente diferente.
La esposa de Alberto presenció estupefacta con sus propios ojos la boda de su esposo con su primer amor.
Esther sonrió, la ironía se marcó intensamente en sus labios, era algo imposible de disipar.
—Esa es la señora Esther, Dios mío, de verdad que sabe tomarse las cosas con calma, su propio esposo casándose sin en el menor reparo con otra mujer delante de ella.
—Eso digo yo, si fuera ella, ya habría perdido toda la dignidad, ¿cómo puede aún sentarse aquí y presenciar con tranquilidad la ceremonia? ¿Crees que más tarde va a armar un escándalo en la boda?
—¿Cómo se va a atrever ella? Alberto es conocido por ser un loco. Hace tiempo, cuando ella armó un escándalo por la ex del señor Alberto, el señor Alberto ató a su hermana a un avión como si fuera una simple cometa, y después de eso ella se calmó de inmediato.
—Dicen que para ser parte de la familia Jiménez hay que ser leal como un perro, tanto los hombres de Alberto como su esposa. Los rumores eran ciertos, Esther ya ha sido entrenada para ser tan fiel como un perro.
...
Cada palabra llena de burla se colaba en sus oídos como flechas veloces atravesándole el corazón.
Le dolía demasiado, pero no podía mostrarlo.
En el momento en que el maestro de ceremonias leía los votos, vio al normalmente frío Alberto mostrar una expresión de ternura.
Lo vio por primera vez sonreír y, con una voz clara y suave, decir: —Acepto casarme con Emilia.
Un sentimiento de profunda tristeza invadió el destrozado corazón de Esther.
—A continuación, por favor, que los niños de las flores traigan los anillos.
Mónica, vestida con un traje de rosas, se acercó paso a paso hacia Alberto.
Tan pequeña, con los ojos llenos de lágrimas, Alberto la miró con desaprobación.
Ella, asustada hasta los tuétanos, bajó la cabeza apresurada y siguió cumpliendo con su tarea.
—¿No es esa la hermana de Esther? ¿Va a entregar los anillos? Eso sí que es pisotearle por completo el orgullo a Esther.
—Claro que sí, ¿qué señora de Alberto ni qué nada? Solo es una mujer casada con Alberto, pero sin ningún estatus. Emilia es su primer amor, apenas regresó la ex, la sustituta tuvo que hacerse a un lado.
—¡Yo creo que la señora Esther pronto dejará de ser la esposa de Alberto!
Mónica, sosteniendo con sumo cuidado el anillo de "Amor Eterno", se acercó temblorosa a Alberto y Emilia.
Después de que pusieron los anillos, Alberto no dudó ni un minuto, se inclinó y besó con amor a Emilia.
Sin embargo, de reojo, miró casualmente hacia donde estaba Esther, en la esquina.
Quería ver la expresión de Esther al borde del llanto en ese momento.
Él disfrutaba con malicia, de manera autodestructiva, cada vez que Esther se ponía celosa y preocupada por él, y disfrutaba aún más ese ardiente deseo de control absoluto sobre Esther.
Pero, tan pronto sus miradas se cruzaron.
Un estruendo retumbó en el aire, algo explotó en el cielo.
Numerosas fotos comenzaron a caer, y en cada una de ellas aparecía Emilia en situaciones íntimas, cada vez más comprometedoras.
Enseguida, un denso humo cubrió a todos los presentes, desorientando y bloqueando la visión de todos.
Aprovechando en ese instante el caos de la multitud, alguien se llevó a Mónica.
Esther aprovechó la confusión para esconderse sigilosa en el baño.
Sacó un cuchillo afilado y, apretando los dientes, extrajo cuidadosa el localizador que tenía incrustado en el brazo.
El chip, manchado de sangre, era ligero y, sin dudarlo dos veces, se lo entregó a la persona que había ido a ayudarla.
—Esta vez, era un adiós definitivo, Alberto.
Dicho esto, Esther se quitó los tacones y, sin volver la vista atrás, salió despavorida por la puerta trasera.