Capítulo 9
El mayordomo estaba a punto de responder.
Alberto lo pensó por un momento y con rapidez dijo: —Mejor déjala descansar, ya iré yo mismo a verla dentro de un rato.
Después de decir estas palabras, colgó.
Emilia salió del dormitorio y habló: —Alberto, ya lo decidí, acepto estar contigo.
Alberto guardó silencio.
Emilia creyó que el silencio de Alberto era una aceptación de su presencia, así que se colgó cariñosa de su cuello e intentó besarlo.
De pronto, la expresión de Alberto se tornó sombría y su voz sonó siniestra.
—¿Quién te dijo que yo quiero estar contigo?
De repente, Emilia quedó paralizada, sus ojos se llenaron de lágrimas.
—Alberto, ya estamos casados. Tú mismo dijiste que no me despreciarías. ¿No es natural que estemos juntos?
El hombre soltó una risa sarcástica y apartó con fuerza a la mujer que se aferraba a él.
—Emilia, el hecho de que no te desprecie no significa que puedas reemplazar a Esther. Si crees que por ser mi esposa puedes ocupar su lugar, en realidad tienes demasia

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