Capítulo 1
Después de cinco años de no poder tener hijos, el esposo de Carla Rodríguez, Teodoro Flores, de repente adoptó a un par de gemelos.
Él le pidió a Carla que criara a los gemelos como si fueran sus propios hijos, y además quería dejarles una herencia de varios miles de millones de dólares.
Carla pensaba que su esposo había cambiado de opinión y quería tener hijos, así que fue al hospital para quitarse el dispositivo y prepararse para el embarazo.
Pero el médico le dijo que su útero había sido extirpado hacía cinco años.
...
—Algunas mujeres nacen sin útero, pero señora Carla, usted no pertenece a ese caso. A usted le extirparon el útero mediante una cirugía.
Carla quedó en estado de shock. Hace cinco años, solo se había sometido a una operación.
Precisamente la cirugía para colocarse el dispositivo, y fue Teodoro quien la acompañó.
No se necesita anestesia general para el dispositivo, pero su esposo, temiendo que ella sufriera, usó su estatus e influencia para obligar al hospital a administrarle la anestesia general más costosa...
¿Acaso le extirparon el útero en ese momento sin que se diera cuenta?
¡Imposible! Teodoro estuvo todo el tiempo esperando afuera del quirófano, ¿cómo se atrevería el hospital a hacerle eso?
Carla estaba completamente desorientada cuando, de pronto, escuchó la voz de Elizabeth a lo lejos.
—Teo, ya fue demasiado que trajeras a esos dos hijos ilegítimos a casa, ¿y ahora quieres traer también a Lorena? ¿Acaso piensan engañar a Carla en su propia cara?
—Elizabeth, ¿de qué hablas? ¿Engañarla? Entre Lorenita y yo no existe ese tipo de relación —Teodoro respondió con el rostro sombrío. —Ella me salvó la vida, y solo la trato bien en señal de gratitud.
—¿Gratitud? ¿Acaso dejar que Lorena te dé un hijo es tu forma de devolverle el favor? Teo, no puedes ser tan descarado, uno debe tener límites.
—No fue algo que yo deseara —dijo Teodoro enfadado—. En ese entonces, el padre de Lorenita cayó enfermo de gravedad, y su último deseo antes de morir era ver a Lorenita casarse y tener hijos.
—Le debo la vida, y darle un hijo fue mi manera de pagarle el favor, la verdad no tenía otra opción.
—¿Otra vez lo de la gratitud? ¿Así que a espaldas de Carla, te casaste en secreto con Lorena y, después de la boda, engañaste a Carla para que se sometiera a la operación de anticoncepción y aprovechaste la situación para extirparle el útero?
Esas palabras cayeron como un rayo en un cielo despejado.
En ese momento, Carla sintió que todo se tornaba negro ante sus ojos, y tuvo dificultades para mantenerse en pie.
¿La persona que le extirpó el útero fue su propio esposo?
—Elizabeth, Carla le tiene miedo al dolor; dar a luz es demasiado doloroso y yo no podía soportar verla sufrir — agregó con descaro Teodoro—. Además, cuando fuimos al hospital para un chequeo, el médico dijo que tenía numerosos miomas uterinos, y que si no le extirpaban el útero, podría ser mortal.
—¿Y no está bien ahora? Lorenita me dio un par de gemelos hermosos, nuestra familia Flores ya tiene descendencia, Carla no tuvo que soportar el dolor del parto ni correr ningún peligro para su vida.
—En cuanto a Lorenita, por desgracia está gravemente enferma y pronto morirá.
—Después de todo, me dio un hijo y una hija; no puedo permitir que muera sola y desamparada, así que quiero traerla a casa y acompañarla en sus últimos días.
Teodoro mostraba una expresión de buen samaritano. —Lo que hago puede parecer absurdo, pero en realidad es lo mejor para todos.
—Elizabeth, por favor, no digas nada. Lorenita solo tiene una semana de vida; después de eso, todo habrá terminado.
Carla no supo cómo llegó a casa.
Solo sentía escalofrío recorrer por su cuerpo; aquel hogar que solía ser cálido ahora le parecía tan helado como un pozo de hielo.
La casa estaba llena de recuerdos compartidos con Teodoro. Carla siempre había creído que él era el hombre que más la amaba en el mundo.
Se habían besado bajo la aurora boreal, también saltaron juntos en paracaídas tomados cariñosos de la mano desde una altura vertiginosa, e incluso bucearon juntos en lo profundo del mar para contemplar las "estrellas" bajo el agua...
Teodoro era el heredero de su familia, y por su estatus no debería participar en deportes extremos, pero como a Carla le gustaba todo esto, él siempre la acompañó.
—Por ti, no me importaría si sufriera un accidente fatal.— Teodoro solía abrazar a Carla y le declaraba con profunda ternura—: Mientras estés a mi lado, incluso si tuviera que morir ahora mismo, lo haría con gusto. En esta vida, solo te amo a ti.
Esas estúpidas promesas de antaño, en ese momento, se distorsionaron por completo.
Carla rompió a llorar, desconsolada, incapaz de soportar tantas memorias falsas. Encendió la chimenea y, uno por uno, quemó todos esos malditos recuerdos.
Mientras aún ardía el fuego, Teodoro regresó, acompañado de Lorena, que vestía ropa de hospital y lucía visiblemente debilitada.
—Carla, esta es Lorenita, la conoces, es la hija de mi tutor —dijo Teodoro con cinismo, sin notar en lo absoluto lo que Carla estaba quemando. Su cara mostraba una sonrisa condescendiente, mientras las mentiras fluían con total naturalidad.
—Sus padres ya fallecieron. Lorenita está completamente sola en este mundo, y además le han diagnosticado un linfoma en etapa avanzada...
—No le queda mucho tiempo. No tuve corazón para dejarla sola en el hospital, así que la traje a casa para que pueda descansar aquí.
—Carla, no te preocupes. He contratado a una enfermera para que cuide exclusivamente de ella; tú no tienes que hacer nada al respecto, incluso puedes hacer como si ella no existiera.
En cada palabra, el hombre ya había tomado todas las decisiones, sin intención alguna de consultarlas con Carla.
—Está bien —Carla arrojó la última fotografía al fuego; en un santiamén, la imagen se convirtió en cenizas.
Justo como su matrimonio con Teodoro, que también, en ese momento, se había reducido a cenizas.