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Capítulo 8

La sala volvió a recobrar la calma, y Clara tardó un buen rato en reaccionar... Al abrir la notificación de la transferencia bancaria en su teléfono, vio esa deslumbrante fila de ceros, pero no sintió ninguna emoción especial. Su estado de ánimo se complejizaba. Él solo había usado esos pocos 1,4 millones de dólares para deshacerse de ella, una amante que no podía presentarse en sociedad, mientras estaba dispuesto a dar toda su fortuna, e incluso su propia vida, para brindar a otra mujer un matrimonio lleno de felicidad. Al pensar eso, Clara sintió cierta opresión en el pecho... Sacó un cigarrillo del cajón de la mesa, lo encendió, y con sus dedos largos y delicados lo llevó a los labios, inhalando un poco. Con destreza inhaló y exhaló el humo. Entre la neblina por el cigarrillo, su ánimo se relajó bastante, y esa pequeña sensación de desolación barata se disipó rápidamente. ... En los días siguientes. Clara se dedicó por completo a la búsqueda del local para su nueva tienda, sin tiempo para preocuparse por personas o asuntos molestos. Su interés por los animales se había profundizado mientras estudiaba medicina veterinaria en el extranjero, y al regresar al país decidió emprender su propio negocio: una clínica veterinaria. Gracias a su talento innato y a una gestión adecuada, ahora contaba con varias sucursales, abarcando medicina veterinaria, estética para mascotas, alimentos para mascotas, guardería para mascotas, entre otros servicios, atendiendo principalmente a clientes de alto poder adquisitivo. Los gatos y perros de las esposas y señoritas de familias adineradas, ante cualquier problema complicado, siempre parecían volver a la vida gracias a sus manos, por lo que Clara tenía cierta fama en el sector. Aquella mañana, tras una reunión con los empleados de la tienda, aprovechó un momento para revisar su teléfono, y sonó la notificación de Facebook. Al abrirla, era nuevamente aquel Raúl quien le escribía. Le preguntaba si estaba libre ese día, pues quería invitarla a hacer ciclismo de montaña, y le envió la foto de una bicicleta de montaña de lujo que acababa de comprar, invitándola a probarla. Considerando que por la tarde no tenía nada importante, y con un poco de picazón por no haber practicado descenso en mucho tiempo, Aceptó alegremente sin pensarlo demasiado. Regresó a casa para cambiarse con su ropa deportiva especializada para ciclismo de montaña, tomó algo de ropa casual para cambiarse, y puso en el GPS la dirección que Raúl le había enviado. Pisando el acelerador a fondo, como si condujera un auto de carreras, llegó al destino en menos de media hora. Se trataba de una zona suburbana, similar a un parque nacional forestal. Había montañas, un lago y escaleras; el paisaje era realmente encantador. Gracias a la geografía privilegiada, se habían desarrollado varias rutas aptas para bicicletas de montaña, y muchos aficionados iban a disfrutarlas. Clara estacionó la bicicleta y, al abrir la puerta para bajarse, escuchó que alguien la llamaba desde atrás. —¡Clara! Al voltear, vio a un joven alto y apuesto acercándose a ella, vestido con un conjunto deportivo igualmente elegante, empujando una bicicleta de montaña nueva. Era Raúl. Hace medio año, Clara lo había conocido formalmente durante un evento de vuelo con traje de ala organizado en el sector. No sabía su nombre exacto, nunca se lo había preguntado, y él tampoco lo había mencionado. Solo lo supo a través de amigos; provenía de una familia extremadamente adinerada, tenía solo 24 años, estudiaba una maestría en la prestigiosa Universidad de Nueva Aurora, y también disfrutaba de deportes extremos y emocionantes. Normalmente no mantenían mucho contacto; se habían visto dos o tres veces, siempre en reuniones grupales de amigos que practicaban juntos. Hoy era la primera vez que se encontraban a solas. —Ven, esta es para ti —dijo Raúl, empujando la bicicleta hacia ella, con una sonrisa y una presentación solemne—. La configuración de esta bici es absolutamente de nivel top; me tomó dos meses conseguirla a través de un intermediario. —¿En serio? Déjame verla. Como jugadora experimentada en este ámbito, Clara entendía bien del tema. Mientras escuchaba la explicación de Raúl, se agachó con interés, observando la bicicleta y probando ligeramente el tacto del manillar y los pedales. La bici contaba con un sistema de frenos y cambio electrónico de primera clase, y su resistencia a los impactos era de las mejores del mercado. La horquilla invertida y los neumáticos eran componentes de lujo; probablemente, el conjunto completo no bajaba de los ciento cuarenta mil dólares... —Esta es para ti, la mía está allá. Dijo Raúl, haciendo que un asistente empujara su bicicleta hacia él, mientras hablaba con Clara. —La mía es azul, así que nuestras bicicletas se complementan; es un set de pareja. Al escuchar la palabra pareja, Clara esbozó una ligera sonrisa sin comprometerse. —Vamos, vamos a prepararnos para empezar. ¿Cuál ruta eliges? —preguntó. —Tú decides, me da igual. —Ah, cierto. Raúl levantó la mirada, con una intensidad que no podía ocultar al mirarla. —Antes de empezar, tengo una pregunta muy importante que hacerte. —¿Cuál?

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