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Capítulo 9

—¿Tienes novio? Clara se quedó momentáneamente en silencio, luego soltó una risita y dijo: —No, soltera. —Está bien entonces. Raúl respiró aliviado. —Entonces hoy podemos disfrutarlo a fondo. Vamos. Este tipo de descenso extremo en bicicleta de montaña es uno de los más emocionantes, y también de los más peligrosos dentro del nicho de los deportes extremos. Como dicen por ahí, si lo haces bien, terminas cubierto de polvo; si lo haces mal, terminas en una caja de cenizas. Ella había empezado a practicar esto cuando tenía 17 años. En aquel entonces se había caído muchas veces, incluso se había roto un hueso, antes de alcanzar el nivel que tenía ahora. Ambos empujaron sus bicicletas hasta el inicio de la pista avanzada en la cima de la montaña y se aseguraron de tomar todas las medidas de seguridad, rodilleras, coderas, protección para el torso y el cuello, casco, etc. Al dar la señal, Clara agarró firmemente el manillar, empujó con los pies y se lanzó sin dudarlo hacia abajo. El terreno era complejo y con grandes desniveles; los senderos entre los árboles estaban llenos de irregularidades, hasta un perro corriendo se golpearía la cabeza. Pero Clara parecía desplazarse sobre terreno llano. Su bicicleta avanzaba a gran velocidad cuesta abajo, esquivando hábilmente cada obstáculo y tomando las curvas con maestría... Raúl la seguía desde atrás a la misma velocidad y había colocado una cámara en su manillar para grabar a la perfección todos los momentos espectaculares de su recorrido. Tras atravesar la empinada zona boscosa, se encontraron con una escalinata de piedra artificial igualmente pronunciada. La bicicleta rebotaba y descendía a gran velocidad, llegando pronto a un sendero estrecho y peligroso. A un lado había un precipicio; la superficie era irregular y estrecha, suficiente para que cualquiera que caminara por ahí sintiera temblar las piernas del miedo. Ambos corrían en bicicleta sin ninguna medida de protección adicional. Clara sentía cómo la adrenalina le subía rápidamente; cuanto más descendía, más placer experimentaba. El viento de la montaña rugía en sus oídos y todas las emociones negativas de los últimos días se liberaban a través de esta experiencia extrema. Ella y la bicicleta se fundieron en uno solo; su mente estaba vacía de todo pensamiento, como si nada en el mundo tuviera relación con ella, solo el trazado bajo sus pies. Después, ambos superaron los tramos más desafiantes. Tras un elegante salto con voltereta, llegaron al destino sanos y salvos... Al detenerse, ambos estaban agotados, jadeando y cubiertos de sudor, pero con una indescriptible sensación de plenitud. Raúl tomó la botella de agua que su asistente había preparado con antelación, desenroscó la tapa y se la entregó. —Toma, experta. Creo que a partir de ahora voy a aprender de ti. Clara aceptó la botella y, levantando la cabeza, bebió más de la mitad de un trago. Luego comentó: —Tengo que decirlo, esta bicicleta es increíble, ¡realmente resistente! Es la más hermosa que he montado. —Si te gusta, en el futuro te conseguiré todos los modelos nuevos de la marca, ¡todo tu equipo lo cubro yo! —dijo Raúl. Clara soltó una risita. —¡Tú, niño rico y tonto! Raúl no respondió. En ese momento, sus ojos quedaron fijos, algo ausentes, en el rostro perfecto de Clara. Acababan de terminar de hacer ejercicio; la frente de ella estaba ligeramente perlada de sudor, la piel nívea mostraba un rubor melado, y esos ojos que atrapaban el alma hacían que toda su expresión emanara vitalidad; era imposible apartar la vista. Ese rostro combinaba la seducción femenina con la energía masculina; dejaba a todos los rostros delgados y artificiales a su alrededor, que solo sabían posar y simular ternura, como meros ornamentos. ... Clara levantó la mirada sin darse cuenta y se cruzó con la intensa mirada de Raúl. Algo incómoda, cambió de tema. —¿Quieres dar un par de vueltas más? Pero Raúl tenía otros planes. —Mira, tengo una villa que queda justo en esta zona. Vamos en bici, son unos quince kilómetros. La casa tiene piscina; cuando lleguemos, nos damos un baño. Clara no lo pensó mucho. —Vale. En pleno verano, después de sudar tanto, solo pensar en saltar a la piscina era refrescante. Así que, a continuación, Ambos se dirigieron en bicicleta de montaña hacia la carretera suburbana, disfrutando de una alegre carrera, pedaleando tan rápido que parecía que las ruedas iban a echar humo; la velocidad incluso superaba a los carros cercanos... Cuando Clara subía con fuerza una pendiente, vio a lo lejos una moderna mansión erguida ante ella. —¿Es tu casa? —preguntó jadeando mientras pedaleaba. —No —respondió Raúl con una sonrisa—. Olvidé decirte, esta es en realidad la residencia de mi tío. Vengo aquí con frecuencia. —¿¿Tu tío??

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