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Capítulo 9

Isabel no esperaba sobrevivir. Al despertar, lo primero que vio fue a Beatriz con los ojos enrojecidos de tanto llorar. —Isa, qué alivio que estés bien. Si te hubiera pasado algo, me habría sentido culpable el resto de mi vida. ¿Te duele mucho la herida? Ya he buscado a los mejores médicos para tratarte, no permitiré que te queden cicatrices. —Solo es una herida leve, no te sientas culpable ni te preocupes. Respondió Isabel, soportando el dolor de las quemaduras en las manos mientras abrazaba a Beatriz. —En realidad, ayer quería decirte algo, aunque ahora quizá sea tarde. Solo prométeme que no te enfadarás, hoy por la tarde volveré a Lagoazul. Tengo un compromiso matrimonial, ya compré el billete de avión. ¿Me acompañas al aeropuerto luego? Beatriz no esperaba que Isabel se marchara; las lágrimas, que apenas acababan de secarse, volvieron a brotar. —¿Por qué te vas tan de repente? ¿Y además te vas a casar? ¿No vas a volver nunca? ¿Y si te extraño, qué haré? Isabel suspiró y la consoló durante un buen rato, hasta que Beatriz logró calmarse. Hablaron largo y tendido, y al final Beatriz, a regañadientes, fue a hacer los trámites de alta. Isabel, aguantando el dolor, acababa de cambiarse de ropa cuando José entró con el rostro sombrío, su mirada fría como el hielo. —¿Golpeaste a Lucia y luego intentaste quemarla viva? ¿Es eso lo que hiciste? Al verlo de nuevo, Isabel no sintió absolutamente nada; su tono también era frío. —¿Y creíste lo que ella te dijo sin ver pruebas? ¿Ni siquiera buscas evidencias? —No importa lo que Lucia diga, yo siempre le creeré. ¡No necesito ninguna prueba! José ni siquiera le dio oportunidad de explicarse, sin escucharla en lo más mínimo. Ante su mirada gélida, Isabel comprendió que, dijera lo que dijera, él jamás confiaría en ella. No intentó seguir justificándose y esbozó una sonrisa silenciosa. —Entonces, ¿a qué has venido ahora? —Por supuesto, a que vayas a pedirle disculpas a Lucia. Sin darle opción, José la agarró de la mano herida y trató de arrastrarla fuera para que se disculpara. La herida de Isabel se abrió y empezó a sangrar, el dolor le hizo brotar lágrimas. Pero ella aguantó sin llorar y luchó por soltarse. Justo en ese momento, Beatriz regresó y se interpuso entre ambos. José las miró a las dos con frialdad, sin ceder en su postura. —Hoy Isabel tiene que pedirle perdón a Lucia sí o sí. —¡Estoy segura de que Isa no ha hecho nada malo! Puedes preferir a Lucia, pero en mi habitación hay cámaras. Todo lo que ocurrió ayer quedó grabado. Si quieres que Isa se disculpe, al menos espera a que revisemos el video. Beatriz no cedió ni un paso, replicando con la voz rota. José, enfurecido, estaba a punto de contestar cuando recibió un mensaje de Lucia. Echó un vistazo a la pantalla, tragó su rabia y, dejando una amenaza, se fue. —Esta noche veremos las cámaras. Cuando haya pruebas, veremos qué tienes que decir. Tras el portazo de José, la habitación quedó en silencio. Beatriz curó las heridas de Isabel mientras se disculpaba. Isabel negó suavemente con la cabeza y le secó las lágrimas. —No tienes por qué disculparte, no hemos hecho nada malo. Yo ya me voy, así que tienes que cuidarte mucho. Beatriz asintió y la acompañó a recoger sus cosas y, sin detenerse, la llevó directamente al aeropuerto. El vuelo a Lagoazul ya estaba en proceso de embarque. Isabel le dio un abrazo antes de entrar en la sala de abordaje. Ya en el avión, borró todos los contactos de José. En ese momento, llegó el último mensaje de Beatriz. [Isa, cuando llegues a casa, quiero que seas muy feliz. Esta noche averiguaré la verdad y te haré justicia.] Isabel sonrió al leerlo y volvió la vista hacia las nubes fuera de la ventanilla. Para ella, la verdad ya no tenía importancia. Todo el dolor que le había causado José, también se había esfumado de su memoria. Estaba lista para dejarlo todo atrás. Para siempre, de una vez por todas.

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