Webfic
Open the Webfic App to read more wonderful content

Capítulo 6

La mirada gélida de Nicolás se posó en Mariana y luego en los hombres detrás de ella. Su rostro se ensombreció: —Te advertí que no intentaras nada contra Antonella. ¿Por qué trajiste a tus amigos para provocarla? Mariana no podía creer lo que oía. ¿Seducirla? —¿Estás ciego? ¡Fue Antonella quien acosó a mis amigos! Antonella, al no ser consolada, pisoteó el suelo y salió corriendo. Nicolás la siguió, ahora urgente y tierno: —No te enojes, fue mi culpa. Te prometo que no volveré a reunirme a solas con ninguna mujer por trabajo. Antes de salir, Nicolás lanzó una orden helada a sus guardaespaldas: —A quien haya tocado a Antonella, rómpanle la mano. Dicho esto, se marchó corriendo tras Antonella sin mirar atrás. Los guardaespaldas avanzaron enseguida, listos para cumplir la orden. Mariana, incrédula, se interpuso frente a ellos con el rostro descompuesto: —¡Deténganse! ¡Fue Antonella la que los acosó! ¡Son mis amigos, personas conocidas en el medio! ¡Atrévanse a tocarlos y verán las consecuencias! El jefe de seguridad la miró sin expresión: —Señorita Mariana, no nos ponga en una posición difícil. Sus amigos tendrán buena familia, pero frente al señor Nicolás eso no vale nada. Solo cumplo órdenes. El cuerpo de Mariana se quedó helado, la mezcla de ira y desesperación la ahogaba. Sabía que el hombre tenía razón. Por primera vez, Mariana odió haberse casado con él. Había soportado humillaciones sin fin, y ahora arrastraba a su amiga. Respiró hondo, conteniendo las lágrimas, y su mirada se volvió decidida: —Está bien, yo me hago responsable. Entonces tomó una barra metálica y, ante todos, la alzó y la dejó caer sobre su propia muñeca. ¡Un chasquido seco llenó el aire! El dolor fue tan intenso que la dejó sin aliento; su mano cayó inerte a un costado. —¡Mariana! —Gritaron sus amigos, corriendo a sostenerla. Ella, pálida y temblorosa, apenas podía mantenerse en pie, pero levantó la cabeza y miró a los guardaespaldas: —Ahora pueden dar su informe, yo recibí el castigo por ellos. El jefe de seguridad la miró largo rato, con una expresión extraña, y al final no dijo nada. —¡Estás loca! —Gritaron sus amigos, tomándola por los hombros. —¡No debiste hacerlo! ¡Podíamos enfrentarlos! Mariana negó débilmente con la cabeza; sus labios temblaban de dolor: —No se puede, no se puede ganar contra él. No se preocupen, la mano se puede reparar. Sus amigos, desesperados, la sostuvieron y la sacaron del lugar, dispuestos a llevarla al hospital. Apenas cruzaron la puerta del bar, un grito proveniente del balcón. Mariana levantó la vista por instinto y vio a Antonella encaramada al borde del balcón, tambaleándose. —¡No te acerques! ¡Aún no te he perdonado! ¡Si te acercas, me lanzo! —Lloraba Antonella, con la voz rota. A unos pasos, el rostro siempre frío de Nicolás mostraba por primera vez verdadero pánico: —¡No hagas esto! Si bajas, te juro que haré lo que quieras. Antonella sollozó: —¿De verdad, lo que yo quiera? —¡De verdad! ¡Incluso si me cuesta la vida! Desde abajo, Mariana lo oía todo. Era tan cruel, tan absurdo, que hasta respirar dolía. ¿Cuánto tenía que amar a esa mujer para decir algo tan ridículo y tan sincero? En ese momento, Antonella, ya más calmada, quiso bajar del borde del balcón, pero de pronto su pie resbaló. —¡Ahhh! Un grito desgarrador. Antonella se había lanzado desde el segundo piso. Y justo debajo, estaba Mariana, que acababa de salir por la puerta. —¡Bum! El impacto fue brutal. Mariana cayó, aplastada por su cuerpo. El dolor la atravesó y todo se volvió negro. Nicolás bajó corriendo como un loco. Al ver la escena, ni siquiera dudó: se inclinó, tomó entre sus brazos a la asustada Antonella y la apretó contra su pecho: —¿Estás bien? No tengas miedo, te llevaré al hospital enseguida. Sin soltarla ni un instante, salió corriendo hacia el carro, sin mirar ni una sola vez a Mariana, que yacía bajo el cuerpo de Antonella, inmóvil, sin saber si aún respiraba.

© Webfic, All rights reserved

DIANZHONG TECHNOLOGY SINGAPORE PTE. LTD.