Capítulo 3
Ella fue cruelmente testigo con sus propios ojos de la traición de Facundo, y el corazón de Alma sintió como si le arrancaran un pedazo de carne.
Alma llevó a Moisés en brazos a su habitación y lo puso en su pequeña cama.
Se esforzó por calmarlo.
—Moisés, como mucho espera tres días. Después nos iremos para siempre. Ordena tus cosas en la habitación.
Él obedeció.
Solo entonces Alma salió y cerró bien la puerta.
En el pasillo
La mirada de Facundo era aterradora, su voz sombría: —Vamos al estudio a hablar.
Alma solo se dio cuenta después de entrar al estudio.
No sabía desde cuándo, pero el estudio de Facundo ya tenía huellas de Vanessa. Por doquier, en el sofá, en la alfombra, había adornos para el cabello, joyas, partituras y todo tipo de bocadillos.
Y en todos estos años, el estudio de Facundo solo estaba lleno de los materiales de las conversaciones entre ella y él sobre datos y direcciones de investigación.
Sin darse cuenta, todo había cambiado hacía mucho tiempo.
Todavía recordaba con nostalgia que, en ese entonces, estaba tan cansada durante su embarazo de Moisés.
Se quedó dormida apoyada en él.
Y cuando despertó, Facundo la besó en la frente y dijo: —Almita, no te esfuerces tanto. Tú y el niño son lo más importante para el resto de mi vida. Solo si ustedes están bien, yo podré estar bien.
En ese entonces, ella sentía que todo su esfuerzo en realidad valía la pena.
Porque Facundo le había dado un hogar, también le había dado calidez.
Apenas entraron al estudio, Facundo enfurecido le tiró un montón de documentos a Alma.
En esas hojas de confesión, todo estaba escrito en el idioma de Zandoria.
—Alma, llegó una noticia de la escuela de Vanesita. Estas son confesiones de acoso escolar. Alguien transfirió dinero desde Monte Cruz a las cuentas de ellos para que intimidaran a Vanesita, y la cuenta final a la que rastrearon fue la tuya.
Alma no dijo ni una sola palabra.
Facundo habló con firmeza: —No me voy a divorciar de ti. Yo calmaré a Vanesita por lo ocurrido esta vez, pero no permitiré que ella vuelva a alejarse de mí. Sabes si aún quieres estar conmigo, mantener nuestro matrimonio, reprime por completo tus pensamientos maliciosos.
Alma ya no tenía fuerzas suficientes ni para explicarse. Se obligó a sí misma a mantener la calma.
—Facundo, ¿tienes tiempo mañana? ¿Puedes venir conmigo al laboratorio? Uno de los conjuntos de datos anteriores tuvo un problema, necesito entrar a revisarlo.
Al escuchar que hubo un problema en la empresa, al instante Facundo hizo mala cara.
—Sí, mañana por la mañana tengo que acompañar a Vanesita al hospital, no puede quedar cicatriz en sus heridas. Al mediodía comeré con ella y finalizando la tarde iré a la empresa.
Resultó que ella había sido relegada al final. Antes no se había dado cuenta de esto, pero ahora, desde la perspectiva de una buena observadora, podía verlo con claridad.
En la competencia de violonchelo de Vanessa, él la dejó sola para enfrentar a los socios extranjeros en la reunión, solo para poder ver a Vanessa subir al escenario.
Bastaba con que Vanessa dijera que no se sentía bien, y a él sin importarle si la dejaba en la calle, permitiendo que tomara un taxi sola hasta la familia Castañeda, haciendo que enfrentara sola a los mayores de la familia.
Con solo decir que quería comer raviolis, él la hacía levantarse a medianoche, sin considerar que ella llevaba trabajando más de diez largas horas, y aun así le exigía que cocinara para Vanessa.
—Bien...—Alma suspiró con tristeza.
A la mañana siguiente.
Alma se despertó con gritos.
Facundo entró corriendo en su habitación como un loco.
La arrastró fuera de la cama.
Alma gimió de dolor, su delicado rostro se contrajo.
Facundo le apretó la mano con mucha fuerza.
Su mirada era siniestra.
—Alma, ¿cómo te atreviste a hacerle esto a Vanesita?
Moisés, al lado, lloraba y golpeaba a Facundo.
—¡Suelta ya a mi mamá, eres un mal padre!
Pero Facundo empujó a Moisés, y el niño cayó al suelo en un instante.
El celular de Facundo fue arrojado con violencia sobre la cama.
—Alma, esas personas se atrevieron a tomarle fotos desnuda a Vanesita, y ahora incluso las han subido a internet. Ahora, toda la gente de Monte Cruz lo sabe.
—¡Ah... señor Facundo, la señorita Vanessa intentó suicidarse!
Facundo enseguida apartó a Alma y corrió desesperado hacia la habitación de enfrente.
Alma, de pie allí, vio también a Vanessa tendida en la cama, la muñeca cortada, la sangre fluyendo sin cesar, goteando poco a poco al suelo.
Alma palideció.
Asustada cubrió los ojos de Moisés con la mano.
Le dijo: —Moisés, hazme caso, quédate en la habitación y no salgas.
En esta maldita intriga, Vanessa estaba dispuesta a apostar incluso con su vida.
Alma no sabía qué precio tendría que pagar.
Facundo llevó a Vanessa en brazos corriendo hacia el hospital.
Y ella, sin embargo, fue obligada por los guardaespaldas de Facundo a subir a otro auto.
El auto arrancó a toda velocidad.
Hasta que llegaron al hospital de la familia Castañeda.
Facundo, con Vanessa en brazos, corría desesperado.
Alma lo miró y se dio cuenta de que, en su ansiedad, él ya había olvidado que era un cirujano sumamente hábil.
Facundo no estuvo ni medio minuto en su habitación cuando de pronto Vanessa ya se había cortado las muñecas, y justo fue Pilar quien la vio.
La cantidad de sangre que perdió ni siquiera podría amenazar la vida de una persona.
A Alma la llevaron justo hasta la puerta del quirófano.
Facundo la miró con frialdad.
—¡Ya que te gusta tanto tomar fotos desnudas de los demás, mira lo que haremos!
Facundo se acercó y, delante de los guardaespaldas y de la gente que iba y venía, le arrancó con fiereza la ropa a la fuerza.
Su vestido fue desgarrado por él, y enseguida la piel de Alma quedó expuesta.
Ella se estremecía de frío, e intentó como pudo taparse con las manos la ropa para cubrirse.
Pero el cuerpo imponente de Facundo se abalanzó con rabia sobre ella, sujetándole las muñecas con fuerza, sin permitirle moverse en lo absoluto.
La mirada de él era siniestra. —¡Alma! ¡Todo lo que le hiciste a Vanesita te lo devolveré multiplicado por cien!
El cuerpo de Alma temblaba sin control, sintió que tenía la garganta cortada como por una cuchilla.
—Facundo, soy tu esposa y, además, la madre de Moisés. ¿Vas a tratarme de esta forma delante de tanta gente?
Pero Facundo la empujó brutalmente contra la fría pared, sin importarle que cada vez más personas se acercaban a curiosear. De un tirón, le arrancó el reto de ropa, que cayó al suelo.
Sin pensarlo, Alma vio innumerables flashes dirigirse hacia ella: transmisiones en vivo, fotos, grabaciones de video.
Facundo, con una crueldad indescriptible, dijo: —¡Alma, arruinaste por completo la reputación de Vanesita! ¡Ahora haré que toda la ciudad te vea a ti!
Alma estaba pálida como el papel; intentó como pudo cubrirse con las manos, pero no podía taparse.
Facundo, además, le sujetó aún con más fuerza las muñecas y le forzó las manos sobre la cabeza.
Él quería, de forma deliberada, que todos vieran claramente su cuerpo.
La gente en el lugar grababa con aún más entusiasmo.
¿Quién era Facundo? Todos los que estaban alrededor lo sabían.
De pronto, las lágrimas comenzaron a correr por la angustiada cara de Alma.
En su mente apareció el Facundo de hace cinco años.
En aquel entonces, se le había roto el vestido y Facundo enseguida se quitó apresurado su abrigo para envolverla por completo, aunque no se le viera nada, él ya estaba nervioso hasta el extremo.
Pero ahora, el hombre que tenía delante, por otra mujer, la estaba destruyendo sin piedad alguna.
Cuando Facundo soltó sus manos, Alma cayó al suelo.
Con manos temblorosas, recogió la ropa y se vistió temblorosa.
Ella quiso irse del lugar de inmediato.
La voz sombría e implacable de Facundo se escuchó detrás de ella.
—Alma, ahora toda la red está llena de tus fotos. Las fotos de Vanesita ya las he retirado de todas las plataformas, pero tus fotos desnuda... hum, arréglatelas como puedas tú sola.
Alma sonrió con amargura, llevándose la mano al pecho.
No dijo nada y se marchó sin mirar atrás.
En su mente solo aparecía la escena de la primera vez que Facundo durmió con ella.
Él besaba con pasión el lunar en su pecho, mientras le decía: —Almita, de ahora en adelante tu cuerpo solo lo podré ver yo, nadie más podrá tocarte.
Cuando Alma se sentó en el auto y encendió el celular, vio que todas las noticias en la red decían:
[La señora Alma tiene un lunar rojo en el pecho].
[De verdad es una belleza].
[¡Qué cuerpo tan sensual tiene!]
[Es una mujer sorprendente].
...