Capítulo 7

En los días siguientes, Daniela vivió en su propia casa como si fuera invisible. Veía cómo Jorge cada día se las ingeniaba para hacer feliz a Camila; Observaba que siempre estaba dispuesto a prepararle personalmente las medicinas para proteger el embarazo de Camila; Presenciaba cómo Jorge incluso posponía reuniones de la empresa solo para lograr que Camila sonriera. Ese día, aprovechando que Jorge no estaba, Camila interceptó a Daniela con aire triunfante para presumirle. —¿De qué te sirvió casarte con Jorge? Él me lo prometió: este hijo no solo llevará su apellido, sino que será el único heredero de Corporativo Armonía. Y lo que tú llevas en el vientre... Solo era un bastardo. Daniela bajaba las escaleras para ir por agua. Al escucharla, ni siquiera miró a Camila; simplemente se giró para marcharse. Esa actitud terminó de enfurecerla. —¡Daniela, estás arruinada y aun así finges ser tan digna! De pronto, Camila se abalanzó y empujó a Daniela. Tomada por sorpresa, Daniela cayó hacia atrás. En medio de la confusión, escuchó cómo su nuca golpeaba contra el pasamanos de la escalera, y el mundo se sumió en la oscuridad. Al despertar, estaba de nuevo en el hospital. Jorge estaba de pie junto a su cama, y lo primero que hizo fue reprocharle con voz severa: —Ya fue suficiente con que lastimaras a los padres de Camila, ¿pero ahora la empujaste por las escaleras? ¿No sabes que está embarazada? Cada palabra era como un cuchillo que se le clavaba en el corazón. Daniela, de pronto, sonrió, temblando. —Jorge. —preguntó con voz ronca: —¿Acaso tengo cara de tonta? —¿Qué? —Si yo quisiera hacerle daño. —dijo incorporándose lentamente: —¿Por qué la que está en el hospital soy yo? —¡Porque después de empujarla tuviste miedo y fingiste caer por las escaleras! —La decepción llenaba los ojos de Jorge: —Dani, cada vez te entiendo menos. Ya aceptaste que Camila viviera aquí, ¿por qué recurrir a trucos tan bajos? Jorge se dirigió hacia la puerta: —No pienso volver a verte. Reflexiona sobre tus actos. Dicho esto, salió, y la puerta de la habitación se cerró de golpe. Daniela abrió lentamente los ojos, miró al techo y las lágrimas corrieron en silencio por su rostro. Inspiró suavemente y solo pudo repetirse una y otra vez: Ya casi... Muy pronto todo terminará. El día que le dieron el alta fue justo el día en que terminó el periodo de espera para el divorcio. Daniela fue al Registro Civil y obtuvo el certificado de divorcio. Al volver a casa, comenzó a empacar sus cosas, decidida a marcharse para siempre. Justo cuando bajaba con la maleta, Jorge apareció de repente. —¿Qué haces? —preguntó Jorge, extrañado al ver la maleta en su mano: —¿Recién salida del hospital y ya vas a donar cosas? Jorge pensó que, una vez más, iba a regalar los artículos de lujo que él le había dado. Daniela no dio explicación. Jorge se acercó unos pasos y sacó una invitación del bolsillo de su saco: —Camila es buena, no le da importancia a lo que pasó. Hoy es su cumpleaños, preparé un regalo; ven conmigo. Daniela estaba a punto de rechazar cuando sonó el celular de Jorge. La voz melosa de Camila se escuchó: —Jorge, ¿por qué no has llegado? Todos te estamos esperando... —Ya voy. —respondió Jorge con dulzura, y volviéndose hacia Daniela añadió: —Ya es tarde, yo me adelanto. Si todavía vas a "donar cosas", termina y ven después, pero no olvides traer el regalo. Dicho esto, Jorge salió de la casa. Daniela vio la espalda de Jorge y, de repente, sonrió. Tenía preparado un regalo muy especial. Uno que nadie podría olvidar. Colocó el certificado de divorcio y el comprobante de aborto en una caja de regalo, y llamó al mensajero. —Envíalo a esta dirección. —dijo con voz tranquila: —Es importante que lo abran delante de todos. Después de que el mensajero se marchó, Daniela arrastró su maleta y, sin mirar atrás, salió de la casa donde alguna vez creyó que pasaría el resto de su vida. Afuera, el sol brillaba radiante. Suspiró hondo y, decidida, dio el primer paso hacia su nueva vida.