Capítulo 62
Silvia salió de puntillas del cuarto de Gustavo.
Después de leerle ocho o nueve cuentos de hadas, tenía la boca seca.
Bajó a la cocina, tomó una botella de agua del frigorífico y bebió hasta que la garganta dejó de arderle.
Ya era tarde y, tras pensarlo un instante, decidió dormir en una de las habitaciones de invitados del segundo piso.
Pero...
Cuando volvió a subir y estaba a punto de abrir la puerta, alguien la abrazó repentinamente por detrás.
—Silvia…
—¡Ah!
Armando la sujetó con fuerza, apoyando la cabeza en su hombro, su aliento cálido se extendió sobre la mejilla de ella.
Silvia se sobresaltó, debatiéndose con furia entre la sorpresa y el enojo.
—¡Armando! ¡Suéltame!
El aliento de Armando olía a vino.
—Silvia, no aceptaré el divorcio…
Aunque su mente estaba lúcida, parecía que sus instintos más primitivos se habían desatado. Mientras hablaba, inclinó la cabeza para besarle el cuello.
—¡Aléjate! ¡No me toques!
Las mejillas de Silvia se enrojecieron; no sabía si de rabia o de verg

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