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Capítulo 15

Lucia permaneció inmóvil. Adrián añadió: —Estábamos comiendo abajo, y Carlos compró este pastel especialmente para ti. Dijo que ayer fue tu cumpleaños. Quizás porque el día anterior había mencionado que Lucia era sorda, Adrián parecía algo incómodo. Bajó un poco la voz y agregó: —¿Fue realmente tu cumpleaños ayer? Feliz cumpleaños. Tengo que volver a la oficina, disfruta del pastel. Tras decir esto, se giró rápidamente, como si temiera que Lucia lo detuviera. Nuria también estaba en la estación de enfermería. Apenas Adrián se fue, se acercó: —¿Fue tu cumpleaños ayer? Lucia asintió. Nuria preguntó: —¿Y por qué no dijiste nada? Pero antes de que Lucía pudiera responder, Nuria se dio cuenta de lo ocurrido y guardó silencio de inmediato. Ayer, todos estaban celebrando el cumpleaños de Andrea, y nadie se percató de Lucia. Ahora, Nuria entendía por qué Lucia había estado tan distante todo el día. Claro, era su cumpleaños y nadie lo había recordado. Aun así, tuvo que sonreír y celebrar el de otra persona. Eso no habría sido fácil para nadie. Sin embargo, al observar el pastel que Carlos había enviado, Nuria parpadeó. Preguntó con cautela: —¿Cómo es que Carlos te mandó un pastel hoy? Tal vez los demás no sabían del cumpleaños de Lucia, pero Carlos, siendo su prometido, ¿también lo había olvidado? Además, ayer había comprado un pastel para Andrea. La mirada inquisitiva de Nuria era demasiado evidente. Lucia tembló levemente de los párpados, apretó los labios y, con la espalda erguida, respondió tras una breve pausa: —Ayer el departamento estaba muy ocupado, lo hablamos y decidimos dejarlo para hoy. Una excusa débil, pero era lo único que se le ocurrió. Por suerte, Nuria no insistió. Lucia, queriendo desviar la atención, dijo: —Ya que estás aquí, reparte el pastel. Que todos tomen un pedazo. —¡Claro! —Respondió Nuria con una sonrisa mientras abría la caja, pero al ver el contenido del pastel, se quedó petrificada. Era un pastel de mango. Toda la estación sabía que Lucia era alérgica al mango. Una vez, por probar solo un trocito, le salieron ronchas por todo el cuerpo. Lucia también lo vio, su pupila se contrajo levemente y su mano se apretó inconscientemente. Sintió como si una parte de su pecho se vaciara de pronto. Era alérgica al mango desde pequeña, se lo había dicho a Carlos muchas veces. No podía creer que él lo hubiera olvidado. Nuria no sabía qué hacer con el pastel, y miró a Lucia con vacilación. Lucia no sabía describir cómo se sentía por dentro, ni siquiera le quedaban fuerzas para fingir. Pasó un rato antes de que, con la voz rasposa, murmurara: —Repártelo tú, yo iré a revisar el suero de la cama 4. Una excusa bastante floja para escapar, pero era lo único que pudo decir antes de girarse y marcharse del lugar. Solo cuando estuvo lejos del olor a desinfectante, pudo volver a respirar. Ese vacío en el pecho dolía y pesaba al mismo tiempo. No se quedó abajo mucho tiempo, apenas unos minutos, y regresó al departamento. Revisó la cama 4 y confirmó que todo estaba en orden. Justo al salir de la habitación, se topó con Carlos y Andrea saliendo juntos del ascensor. Aunque era primavera, la luz del sol que entraba por los grandes ventanales del pasillo iluminaba directamente a Carlos. No llevaba bata blanca, solo una camisa sencilla. Carlos era alto, con una figura esbelta pero nada frágil. Tenía las mangas arremangadas hasta los codos, y los músculos de sus antebrazos delineaban una fuerza silenciosa. Lucia quiso apartarse, pero Carlos ya la había visto. Levantó la mirada y la llamó con voz baja y firme: —Lucia. Ella se tensó, sin moverse. Carlos frunció levemente el ceño y dio un paso hacia ella. Lucia sintió su aroma limpio y fresco acercándose. Carlos bajó la vista y preguntó sin expresión: —¿Adrián ya te entregó el pastel? —Sí. —Lucia asintió, su respuesta fue automática, casi sin vida. Carlos pareció sorprendido por su reacción. La miró un momento y cambió de tema: —A las tres hay una cirugía. Prepárate. Lucia siempre asistía en sus cirugías. Era la única que podía seguirle el ritmo. Asintió con la cabeza: —Lo sé. Carlos sintió una incomodidad inexplicable ante la actitud de Lucia, pero no supo cómo nombrarla, así que decidió ignorarla. Cuando estaba por irse, Lucia, sintiendo que perdía el valor, lo llamó: —Carlos. Él se detuvo y se volvió hacia ella. Lucia podía sentir el golpeteo de su corazón y la sequedad en su garganta, pero aun así preguntó: —¿Fuiste tú quien eligió el pastel? Sus ojos estaban fijos en él, brillantes y obstinados, esperando su respuesta.

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