Lucía Martínez dejó a Carlos Sánchez aquel día y, por primera vez, decidió quitarse voluntariamente el audífono.Por eso no escuchó cuando Carlos, con un hilo de voz, le susurró un tembloroso: —Te amo.Es tan fácil mentirle a una sorda; al fin y al cabo, no puede oír.Y tan fácil herirse con su silencio; al fin y al cabo, no puede oír.