Capítulo 431
Por otro lado, Lorena no había resultado herida; quien seguía asustado era Juan, que permanecía de pie a su lado.
—Lorena, voy a buscarte ropa. Ve a ducharte y quítate ese olor a gasolina.
Lorena asintió y se dirigió hacia la villa.
Al llegar al vestíbulo, se cruzó la mirada con Sara.
Sara alzó las cejas con aire triunfal, soltó un bufido y apartó la vista. —Bien hecho, se nota que te has ganado muchos enemigos; todo el mundo quiere tu vida.
Apenas terminó de hablar, Juan, que acababa de entrar, la escuchó.
Juan apretó los labios y su tono se volvió sombrío de inmediato. —Sara.
Sara sabía que en ese momento a él le importaba mucho Lorena; se encogió de hombros. —Vale, era una broma. ¿No ves que también me preocupo por ella? Anda, ve a bañarte, yo le puedo prestar mi ropa, ¿no?
Juan se giró y llamó a Orlando para pedirle que trajera un conjunto de ropa para Lorena.
Al colgar, su tono era aún más áspero.
Para entonces, Lorena ya había subido las escaleras, y en el vestíbulo solo quedaban

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