Webfic
Open the Webfic App to read more wonderful content

Capítulo 4

Tiempo después Regina fue encontrada desmayada en el baño por una trabajadora de limpieza del hospital. Cuando volvió en sí, ya estaba recostada en una cama limpia, y una enfermera a su lado, con frialdad mientras sostenía la historia clínica, le informó: —Necesitas contactar a tus familiares para que vengan a traerte ropa limpia. Regina miró al techo y murmuró con tristeza: —Mi esposo ha muerto, mi cuñada está embarazada y toda la familia la rodea. No tienen tiempo para preocuparse por mí. En el rostro de la enfermera apareció entonces una señal de compasión. Suspiró y dijo resignada: —Espera, yo iré a comprarte algo. Cuando regresó, venía conversando de algunos chismes con una colega. Su compañera repetía sin cesar: —Hace poco en la sala de urgencias me encontré con una ridícula mujer. Decía que la esposa de su hijo mayor estaba embarazada, pero que la del segundo hijo tenía el celular apagado, no contestaba llamadas ni se acercaba a verla. Según ella, la esposa del segundo hijo no tenía ni la más mínima educación, ¡insoportable esa familia! Y ese hombre también... Todo el tiempo pendiente de su mujer por miedo a que le pasara algo. Incluso para darle un vaso de agua, debía probar antes la temperatura para ver si esta era adecuada. Y aun así decía que nosotras no hacíamos bien nuestro trabajo... Regina tomó su celular con debilidad para revisarlo: estaba apagado y, sin batería. Si no se equivocaba, la "esposa del segundo hijo" de la que hablaban era ella. Después de ponerse el pantalón nuevo que la enfermera le había comprado, Regina le entregó algo de dinero y, le agradeció, se dispuso a salir apresurada del hospital. No esperaba que, al salir de la sala, se encontrara preciso con Sofía, que estaba justo frente a la habitación de Fabiola llamándola por teléfono. Al verla, Sofía mostró un rostro lleno de ira y reproche. Sin darle oportunidad alguna de explicar, la sujetó de la mano y la llevó a la habitación de Fabiola dijo: —¿Dónde estabas? ¡Ni siquiera contestas el teléfono! ¡Fabiola está embarazada y tú ni te dignas a venir a verla! ¡No tienes nada de educación ni modales! Regina fue reprendida con severidad. Sofía no era una persona bondadosa, pero hasta entonces nunca se había atrevido a exponer los conflictos familiares de manera tan directa. Al menos, en apariencia, siempre había guardado las apariencias. No entendía por qué esa Sofía se mostraba tan mordaz. Mientras Regina recibía el regaño, Fabiola, desde la cama, sonrió con un aire triunfal. Al principio, Regina pensó que había visto mal, hasta que Fabiola, de manera deliberada, apartó a Sofía y a Marcos. Fue entonces cuando Regina comprendió que no se había equivocado y entendió por qué Sofía había perdido la compostura en esa ocasión. En la habitación solo quedaron Fabiola y Regina. Fabiola alzó las cejas, mirándola con desprecio. —¿Por qué, estando con tu menstruación, llamaste a mi esposo? ¿Por qué le pediste que fuera al baño de mujeres a llevarte productos de higiene? ¡Tus oscuras intenciones son perversas! Sin querer, Regina sudaba de dolor en la frente, pero el sufrimiento físico no se comparaba para nada con el sufrimiento en su corazón. En el pasado, cuando ella estaba en su periodo, Marcos cancelaba todo trabajo para atenderla; incluso aquel hombre acostumbrado a la comodidad le preparaba agua con miel. Ahora, Regina solo había querido que Marcos la ayudara en una simple emergencia, pero lo habían interpretado como haciéndola ver como una persona malvada. Fabiola sonrió con ironía y continuó: —¡No creas que no sé lo que piensas! Amabas tanto a Marcos porque mi esposo se parece a él, ¿verdad? Como tu esposo murió, ahora sin importarle pretendes arrebatarme al mío. ¡Pues te advierto que no lo sueñes! Al escuchar aquellas palabras, Regina no supo si reír o llorar. De cualquier forma, fuera llanto o risa, ambos eran reflejo de la misma tristeza que sentía. Entonces decidió contener toda expresión y, con una sonrisa sombría en los labios, replicó: —Si tienes tiempo para preocuparte por si te quitan a tu esposo, mejor deberías pensar en cómo salvar al niño que llevas en el vientre. Por cierto, ese hijo que esperas fue gracias a los contactos que moví para conseguir al doctor Raúl. Fabiola, ¿no deberías agradecerme primero? El rostro de Fabiola se torció. —¿Agradecerte? ¿Por qué habría de hacerlo? Fue mi esposo quien hizo un intercambio de favores contigo, y por eso, de mala gana, fuiste a buscarla. Regina no quiso seguir enredándose en discusiones estúpidas con Fabiola. Con alguien sin ningún tipo de modales, cualquier palabra era inútil. Además, todo aquello lo había hecho porque Sofía y Marcos la habían presionado con la moral, no porque necesitara gratitud de Fabiola. Se dio la vuelta para irse, pero Fabiola la detuvo con un grito ensordecedor: —¡Regina, quédate ahí! ¡Cuando tu cuñada te hable, escucha bien! Te advierto que conozco a la perfección la cobardía de tu corazón. No pienses que por estar embarazada voy a descuidarme y dejar que hagas algo cruel. Mi esposo podrá parecerse a Marcos, pero no es un hombre que puedas desear. ¡Si llegas a arruinar mi felicidad, no te lo perdonaré jamás! Regina le devolvió una mirada tranquila a la enfurecida Fabiola. Con una ceja arqueada, dijo con frialdad: —Ni a Marcos ni a Gustavo los quiero ya. ¡Ambos me dan verdadero asco!

© Webfic, All rights reserved

DIANZHONG TECHNOLOGY SINGAPORE PTE. LTD.