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Capítulo 1

—Liliana Sánchez, ¿está segura de que quiere cambiarse el nombre? Si lo hace, tendrá que actualizar todos sus títulos académicos y documentos personales. Incluso el pasaporte. Liliana asintió con la cabeza. —Sí, estoy segura. El funcionario intentaba persuadirla. —Para una persona adulta, cambiarse el nombre es un proceso bastante complicado. Igual su nombre original también es muy bonito... ¿Por qué no lo piensa un poco más? —No lo voy a pensar más. Liliana firmó el consentimiento para el cambio de nombre. —Disculpe por la molestia. —Bien, el nombre que desea adoptar es... Carolina Vargas, ¿correcto? —Así es. Carolina, que tiene por significado "volar lejos". Ese era el plan que había trazado para su futuro. Quería irse de allí por completo. Liliana preguntó: —¿Ahora puedo cambiar el nombre en mi pasaporte? —Ya puede. Esta es su constancia de cambio de nombre. Con este comprobante puede ir a la ventanilla de abajo para modificar el nombre en su pasaporte. Ella realizó el cambio de su pasaporte con la mayor rapidez posible. Pero los demás documentos, el título de graduación y la cédula de identidad, no los modificó en absoluto. De todos modos, en una semana saldría de allí con su nuevo pasaporte. Su antigua identidad quedaría para siempre atrás. Ya no la necesitaba. Al salir de la oficina, con el pasaporte nuevo en la mano, se encontraba enfrente el edificio emblemático de Rio Estrellado. En la gran pantalla de la fachada del edificio estaban transmitiendo una entrevista exclusiva con Fernando Guzmán, el dueño del Grupo Próspero. La presentadora, muy perspicaz, notó unos pequeños gestos y, sonriendo, le preguntó: —Jefe Fernando, he notado que usted no deja de acariciar su anillo... parece ser un anillo sencillo de plata, ¿tiene algún significado especial? Fernando sonrió con ternura y levantó la mano para mostrárselo. —Es mi anillo de matrimonio. —¿Ah? Perdón, pensé que, con la fortuna que usted tiene ahora, su anillo de bodas tendría que ser de diamantes. Y de bastantes quilates, además. Fernando dijo: —Mi anillo de matrimonio lo hice yo mismo, lo fui puliendo poco a poco. En la parte interior grabé los nombres míos y de mi esposa. —¡Sí, tiene dos nombres! Uno es "Fer" y... Fernando respondió: —"Li", mi esposa se llama Liliana. —Qué envidia me da su esposa. Seguro salvó el mundo en otra vida para poder casarse con usted. Fernando contestó: —Al contrario, fui yo quien tuvo que salvar el mundo en otra vida, por eso pude casarme con ella. Entre los transeúntes a su alrededor, casi todos expresaban admiración. Excepto la persona en cuestión... Liliana. Ella solo dejó escapar una risita sarcástica. Ella y Fernando se habían amado mucho. Desde el uniforme escolar, hasta el vestido de novia, juntos recorrieron quince años. A ojos de compañeros y maestros, siempre fueron la pareja más enamorada. Hasta hace dos meses. Ella recibió unas fotos enviadas por una mujer desconocida. Esa chica parecía tener poco más de veinte años. Llevaba puestas unas medias de red y un camisón. Desde el cuello hasta el pecho, tenía marcas moradas y azuladas por todas partes. No hacía falta adivinar. Era evidente que acababa de vivir una noche de pasión. Frente a la cámara, hacía un gesto en forma de V de victoria. Y en su dedo índice, llevaba un anillo de plata, un poco más grande, pues era de hombre. En el anillo estaba grabada una fila de letras en inglés: [Fer y Li.] Más tarde, Liliana vio a esa chica en la oficina de Fernando. Se llamaba Natalia Campos. Acababa de graduarse de la universidad. Tenía veintiún años y era la nueva asistente personal contratada por Fernando. En ese momento, la mente de Liliana estaba un poco aturdida. Quería entrar en la oficina de Fernando y preguntarle: —¿Asistente personal incluye también la vida sexual? Pero lo dejó pasar. Las marcas en el cuerpo de Natalia en aquella foto ya habían dado todas las respuestas. Liliana se fue escuchando exclamaciones y sintiendo miradas de envidia. Se dio vuelta para dirigirse a una joyería artesanal. Al quitarse el anillo del dedo anular de la mano izquierda, sintió un dolor que le atravesaba el corazón. —Señorita, ¿qué joya desea procesar? —Este anillo, por favor. ¿Podría fundírmelo? —Pero, tiene letras grabadas... Debe tener un significado especial. ¿De verdad quiere fundirlo? —Sí, por favor, hágalo lo antes posible. Media hora después, Liliana regresó a casa con una caja de joyas envuelta. Fernando volvió ya pasadas las diez de la noche. Llevaba un ramo de flores en la mano. —Perdón, Liliana, he estado muy ocupado con el trabajo y no he podido estar contigo. Te traje violetas, tus favoritas, ¿te gustan? Cuando él se acercó, Liliana le percibió el olor del perfume de una mujer. Al voltear la cabeza, vio una pequeña marca de mordisco en su cuello. En su camisa, había una mancha de lápiz labial. Era roja, muy evidente. Liliana se burló en su interior. "¿De verdad has estado ocupado con el trabajo o, más bien, ocupado con tus momentos íntimos con Natalia?" —¿Por qué no dices nada? Liliana lo apartó. —Solo estoy cansada. —¿Quieres que te lleve a la cama en brazos? Diciendo esto, se inclinó para cargarla. Ella lo rechazó de nuevo. —Tú también debes de estar cansado. Date una ducha y descansa temprano. Él extendió su mano para tomar la de ella. Pero se dio cuenta de algo. —Liliana, ¿dónde está tu anillo de bodas?
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