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Capítulo 5

Liliana dijo: —Es una amiga mía, perdió su pasaporte y me preguntó cómo puede reponerlo. Fernando se acercó y la abrazó con fuerza. —¡Me asustaste! Pensé que te ibas al extranjero sin llevarme contigo. Ella apartó la cabeza y volvió a vomitar. Fernando tenía un olor fuerte: una mezcla empalagosa y metálica. Además, estaba impregnado con el perfume de una mujer. Él, conmovido, le dio unas palmadas en la espalda. —¿Qué habrás comido? Yo ya les había advertido hace un momento. Estos días tu estómago está delicado, tienen que cuidarte bien... Espera, ¡voy a despedir a todos ahora mismo! Esta vez Liliana reunió todas sus fuerzas y lo empujó lejos. —A quien quieras despedir, despídelo, pero deja de usarme como excusa para todo, ¿puedes dejar de hacerlo? Fernando se quedó un poco desconcertado por su repentino estallido. —¿Estás enojada conmigo? ¿Es porque hoy estuve trabajando y no pude acompañarte? Le dijo: —Mira, mañana cancelo todo el trabajo y me quedo contigo, ¿te parece bien? A Liliana le dio risa por la rabia. —¿Solo conmigo? —Sí, solo contigo. Liliana inhaló profundo y respondió: —Espero que de verdad lo cumplas. Esa noche comenzó a llover fuerte. Desde que Liliana llegó a casa, no dejó de vomitar. Él intentó acercarse, pero Liliana lo rechazó con firmeza: —No te acerques a mí. Tu aroma me da más náuseas. Fernando olió su manga y dijo: —Tal vez no te gusta mi perfume. La próxima vez lo cambiaré. —Fernando, tú deberías saber perfectamente que no es problema el perfume. —Está bien, no te enojes. Entonces, ya no uso ningún perfume, ¿está bien así? Ella se lavó la cara con agua fría, levantó la cabeza y se miró al espejo. Vio, fuera del baño, a Fernando parado con una taza de agua caliente, esperándola con ansiedad. Ella no lograba entender cómo, a estas alturas, él podía seguir impregnado del dulzón y metálico olor de la intimidad y el perfume de Natalia. A pesar de todo, seguía actuando serio, fingiendo que la amaba. No entendía por qué Fernando se preocupaba por ella. Pero aun así la traicionaba sin ningún escrúpulo. Ella no sabía si realmente se confirmaban las palabras de aquel hombre. "¿Que para los hombres no hay problema divertirse con otras mujeres fuera de casa, siempre y cuando se lo oculten a la mujer?" Se había equivocado de persona. Ella no era tan ingenua ni tan fácil de engañar. Tampoco estaba dispuesta a abandonar sus propios principios. No era un amor entregado por completo, ya que ella no quería nada de eso. A la mañana siguiente, Fernando la llevó al hospital. Después de unos exámenes, el médico llegó a una conclusión. —Probablemente es una gastritis emocional. Fernando preguntó: —¿Qué es una gastritis emocional? —Significa que la paciente ha sufrido un gran impacto emocional recientemente, lo que ha causado una alteración en el funcionamiento gastrointestinal. Eso ha provocado los vómitos. Fernando le preguntó: —¿Te ha pasado algo desagradable últimamente? Dímelo, tal vez pueda ayudarte a resolverlo. Liliana desvió la mirada evitando su cercanía. —No puedes solucionarlo. —Dímelo, hay muy pocas cosas en este mundo que yo no pueda resolver. "Sí, pues en realidad, solo él podría resolverlo." Por un momento, Liliana pensó en preguntarle si, en caso de caer al agua al mismo tiempo, ella y Natalia, a quién salvaría primero. Pero enseguida se dio cuenta... No debería dejar su destino en manos de otra persona. Apoyarse en una montaña puede provocar que se derrumbe. Y confiar en alguien puede hacer que esa persona hunda. Ella sabía nadar, podía salvarse sola. Ya no necesitaba a Fernando. En Noruega, había solicitado el ingreso a una escuela de arte usando el nombre de Carolina. En su momento, para casarse con Fernando, había renunciado a su sueño de seguir pintando. Pero de ahora en adelante, viviría para sí misma. —Liliana, ¿te acompaño al cine esta tarde? Hay una comedia en cartelera que te hará reír. —¿Por la tarde? ¿No tienes que ir a trabajar? —¿No habíamos quedado en que hoy iba a estar contigo todo el día? Yo cumplo mi palabra. Nunca me retracto de lo que prometo. Al instante, sonó su teléfono. Él quería rechazar la llamada, pero vaciló tras mirar el nombre en la pantalla. Liliana vio cómo su expresión pasaba de irritación a incomodidad. Ella sonrió. —Contesta, los asuntos de la empresa son importantes. Fernando dijo: —No tardo, sólo dame cinco minutos. —Está bien. Él tomó su teléfono. Cuando se disponía a salir, Liliana lo detuvo. —Contesta aquí, de todos modos, yo no entiendo nada de los asuntos de tu empresa. No pienses que voy a filtrar algo. Fernando se detuvo, algo avergonzado. Vaciló un poco y contestó la llamada molesto. —¿No te dije que hoy no quería llamadas? ¿Qué pasa ahora? No se supo qué le dijeron del otro lado. Pero Liliana alcanzó a escuchar vagamente el llanto de una mujer. Fernando, delante de ella, le dijo con cautela: —Está bien, lo sé. Espérame un momento. Cuando colgó, miró a Liliana con expresión de disculpa. —Liliana, hay un documento muy importante de la empresa que necesita mi firma. El gerente ya lo trajo al hospital; está abajo. En cuanto firme, regreso. No me demoro más de media hora. Liliana asintió. Fernando casi salió corriendo de la consulta. El doctor sonrió y dijo: —Señora Liliana, el señor Fernando sí que la quiere, ¿eh? Hasta deja el trabajo por usted. —¿Eso cree? —Liliana esbozó una leve sonrisa. —Disculpe, doctor, voy al baño un momento. —Por supuesto. Al salir de la consulta, ella vio a Fernando bajar las escaleras de prisa, sin siquiera esperar el elevador. Él efectivamente bajó. Pero al piso de abajo... Ese piso era la sección de ginecología y obstetricia. Un zumbido la sobresaltó. Era su celular vibrando. Natalia le escribió: [Señorita Liliana, lo siento mucho, parece que hoy él no podrá acompañarla... con solo una llamada, viene corriendo a mi lado].

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