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Capítulo 6

Los mensajes de Natalia seguían llegando uno tras otro. Natalia escribió: [Por cierto, mire esto]. Envió una imagen: [Es mi informe de ultrasonido. Estoy embarazada]. Liliana amplió la imagen y pudo ver la primera línea. [Embrión de 8 semanas, amenaza de aborto]. Natalia escribió: [Ayer tuvimos sexo descontrolado en la azotea. Probamos todo tipo de posiciones. Quizás fue demasiado intenso para el embarazo. Ahora hay signos de amenaza de aborto. Ay, todo es culpa de él… Dice que estar en casa contigo es como estar con un pez muerto. No se divierte, pero conmigo quiere cosas más emocionantes]. Natalia escribió: [El doctor dice que, ya sea para mantener el embarazo o para interrumpirlo, se necesita la firma del padre del bebé. Así que tuve que llamarlo. Después de todo, una gastroenteritis no es nada comparado con su hijo, ¿no crees?] Liliana salió del hospital por su cuenta en un taxi. Fue a una firma de abogados. —Hola, quiero encargar a su despacho la redacción de un acuerdo de divorcio. No pidió nada más. El abogado fue muy profesional. En media hora, obtuvo la versión completa del acuerdo de divorcio. El abogado le explicó: —No necesita la firma del esposo, basta con que ustedes hayan vivido separados por dos años. Así, el acuerdo de divorcio se hará efectivo automáticamente. Cuando Liliana salía con el acuerdo de divorcio en la mano, recibió una llamada de Fernando. —Liliana, ¿dónde estás? Busqué por todo el hospital y no te encontré. Ella le respondió: —Te esperé mucho tiempo y como no llegabas, decidí irme a casa. —Está bien, mientras hayas llegado bien. Discúlpame, de verdad había asuntos en la empresa que me requerían. Estos días tendré que salir de viaje, cuídate mucho en casa. La próxima semana, cancelo todo para estar contigo. Liliana soltó un profundo suspiro. Cuando una mentira se repetía diez mil veces, nadie podría creerla más. Ella no sentía ninguna emoción. —Está bien, haz lo que tengas que hacer. —Eres la más sensata, qué linda. Mañana te llevo violetas cuando regrese. —¿Sensata? —Preguntó: —Fernando, ¿te gustan las mujeres que actúan con dulzura, que aparentan profundidad y que se aferran a ti? ¿Soy demasiado sensata y por eso te aburro? Él se quedó en silencio, luego le preguntó: —¿Cómo crees? Eres mi favorita. Así como eres, me gustas. —Fernando, ¿te enamorarías de otra mujer? —Por supuesto que no. —Si algún día dejas de quererme, yo me iré de tu vida para siempre. Fernando soltó una pequeña risa. —Corre cuanto quieras. Puedo cerrar el aeropuerto y la estación de tren. Mientras sigas llamándote Liliana, jamás permitiré que te vayas de mi lado. "Pero, en mi pasaporte, ya no me llamaba Liliana". "Ahora me llamaba Carolina". Ella lo repitió con firmeza. —Hablo en serio. Si quiero irme, tengo maneras de desaparecer y de asegurarme de que nunca me encuentres. Fernando seguía sonriendo, como si fuera un juego: —Está bien, entonces corre, te doy tres días de ventaja. Luego iré a buscarte. Te lo dije: mientras sigas llamándote Liliana, no importa dónde te escondas, siempre te encontraré. No puedes deshacerte de mí. "¿No podía deshacerme de él?" Liliana sonrió. "Entonces, probemos a ver si es cierto".

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