Capítulo 7
Faltaban tres días para que despegara el avión.
Natalia envió una foto de Fernando haciendo una parrillada en la playa.
Natalia escribió: [Para celebrar que estoy embarazada, ¡me premió con unas vacaciones en Maldivas...! Dice que llevar un bebé es difícil para mí, que sólo debo recostarme y esperar a que me atienda].
Liliana no respondió. Se reunió con algunas de sus amigas más cercanas, para verlas por última vez.
Quizá ya no podría volver a verlas en el futuro.
Liliana disfrutó mucho de esa reunión.
Faltaban dos días para que despegara el avión.
Natalia volvió a enviar una foto. Esta vez era de Fernando leyendo un libro. Este se titulaba "Guía de estimulación temprana para niños".
Natalia escribió: [El futuro papá está muy interesado en la educación de su hijo. Aunque todavía es muy pequeño, papá le habla todos los días].
Liliana aún no respondía. Fue al banco, retiró todo su dinero y luego canceló todas sus tarjetas bancarias.
Faltaba un día para que despegara el avión.
Esta vez, Natalia envió un video.
En el video, se veía un lindo y romántico espectáculo de pólvora a la orilla del mar.
Natalia lloraba conmovida y Fernando la abrazaba para consolarla. —¿Por qué lloras? Habrán muchas más sorpresas en el futuro.
Natalia escribió: [Él reservó toda la isla para mí. Compró todos esos fuegos artificiales para celebrar mi cumpleaños].
"Así que hoy era el cumpleaños de Natalia".
"Cumpleaños y embarazo, para ellos debían ser dos buenas noticias".
Liliana, después de verlo, sonrió levemente. Luego llamó a una organización benéfica local.
—Hola, me gustaría donar un lote de ropa a las zonas rurales necesitadas.
Pronto, el representante de la organización llegó en carro.
Durante los días en que Fernando no estuvo, ella había terminado de empacar las cosas para la fundación. Eran un total de cinco grandes bolsas de ropa y zapatos. Donó todos, sin quedarse con una sola prenda.
La cédula de identidad, el registro municipal de población, el título universitario y todo aquello que pertenecía a "Liliana", junto con todos los objetos de uso diario, los llevó a la funeraria. Entregó una suma de dinero al personal y les pidió que quemaran todo.
Al volver a pararse en la casa donde había vivido durante cinco años, Liliana sintió que todo le resultaba extraño.
Esa casa ya había sido limpiada a fondo por ella, sin dejar ni el más mínimo rastro de su presencia.
Sólo llevaba una mochila.
Adentro estaba su pasaporte.
Si tenía que hablar de objetos del pasado, sólo quedaba el celular que sostenía en la mano.
Usó el celular para pedir un taxi y se dirigió al aeropuerto.
El conductor se detuvo en la puerta del terminal. Justo cuando iba a pagar la tarifa, recibió una llamada de Fernando.
—Liliana, ya regresé del viaje de trabajo. Ahora voy a casa por ti. Vayamos a cenar.
Había regresado.
Y a su lado estaba Natalia.
Liliana, sentada en el auto, pudo ver cómo ambos salían de la terminal.
Fernando empujaba un carrito con el equipaje. Eran dos maletas, una azul y una rosa: un juego de pareja.
Natalia iba de su brazo, recostando la cabeza con mucho cariño sobre su hombro.
—¿Te cansó el viaje?
—No tanto, no fue muy agotador. Por cierto, dijiste que hoy podía abrir el regalo que me diste, ¿verdad?
—Sí.
—¡Qué emoción! Me hiciste esperar una semana entera, todos los días intenté adivinar qué me ibas a regalar. Es por nuestro aniversario de bodas, debe ser algo significativo, ¿no?
—Sí, muy significativo. Lo sabrás en cuanto lo veas.
—Perfecto, entonces espérame. En unas dos horas llegaré a casa.
Dos horas serían suficientes.
En ese momento, su avión ya debía haber cruzado la frontera del país.
—Está bien.
—Nos vemos en un rato. Te quiero, Liliana.
Después de colgar la llamada, vio que Natalia hizo un puchero, mostrando su descontento. Fernando bajó la cabeza y le dio un beso en la boca; como si intentara consolarla.
El conductor le recordó: —Señorita, todavía no ha pagado la tarifa.
Liliana apartó la mirada, escaneó el código del conductor y transfirió todo el dinero que tenía.
El conductor lo notó y se alarmó: —¡Señorita, puso la cantidad equivocada, son veinte dólares, no dos mil! Se los devuelvo.
—No hace falta —Liliana abrió la puerta y bajó del auto, —Ya no lo voy a necesitar, gracias por traerme.
—No tiene por qué, este es mi trabajo. Usted ya pagó el viaje, claro que tenía que traerla.
—No es lo mismo. Usted me trajo por el camino que me lleva a un renacimiento a mi futuro.
Al bajar del auto, Liliana apagó el teléfono, sacó la tarjeta SIM y la tiró en la basura. Luego le regaló el teléfono a un niño.
El niño estaba feliz. —¡Gracias, señorita!
Liliana le acarició la cabeza sonriendo. —De nada.
La madre del niño se sintió incómoda. —Es algo muy costoso, no podemos aceptarlo.
Liliana preguntó: —¿Ustedes van al extranjero?
—Sí, vamos a África, a buscar a su papá.
Liliana sonrió y dijo: —Entonces, acéptenlo. Quizás les sirva cuando lleguen a África.
—Está bien, muchas gracias.
Liliana se despidió de ellos con la mano. —Que tengan un buen viaje.
En los altavoces sonaba un anuncio urgente: [Pasajera Carolina, por favor acérquese a la puerta de embarque H23. Su vuelo está a punto de despegar...]
Liliana sostenía su pasaporte. Después de mirar una última vez atrás, se fue a la puerta de embarque.