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Capítulo 5

—Isabel dijo que no quería entrometerse en la familia de otra persona, así que solo podemos fingir que nos divorciamos para no incomodarte a ti. —Cuando me canse de jugar, volveré a tu lado. Renata apretó el celular con fuerza y respondió: —Está bien. Le preocupaba cómo sortear el periodo de reflexión obligatorio antes del divorcio, ya que Ramiro quería divorciarse de ella. Apretó el celular y se rio. —¿Por qué crees que solo porque regreses a mi lado, yo te recibiré agradecida y feliz? Lo siento, esta vez, te has equivocado. Cuando él presentó el acuerdo de divorcio en el Registro Civil, él pidió que se detuviera el proceso y no se revisara. Pero ella utilizó su estatus como su esposa y solicitó al personal que aceleraran la revisión. En tan solo tres días, consiguió el certificado de divorcio como siempre había querido. Cuando lo tuvo en sus manos, Renata respiró hondo. Por fin podía sentirse libre. Dos días después, Ramiro ofreció a Isabel una boda grandiosa. Ella exigió que Renata asistiera. —Yo nunca le quito nada a nadie; solo después de recibir la bendición de Renata podré estar tranquila. Una vez más, la presionó con sus padres, para que aceptara asistir. Sentada entre el público, contempló sin expresión la emotiva interacción entre ellos, sin que su corazón se inmutara. Mirando a Isabel en el escenario, rebosante de felicidad, recordó a la persona que era siete años atrás. En aquel entonces, Ramiro también hizo un juramento como el que hacía en ese momento: prometió que la amaría a ella por el resto de su vida, que jamás la traicionaría. Si alguna vez la traicionaba, caería en el infierno. Pero en ese momento, todo le parecía irónico. En efecto, los juramentos solo valen en el instante en que se pronuncian. Su error fue haber creído en las palabras de un hombre con tan mala reputación. —Por favor, que el novio y la novia intercambien los anillos. Perdida en sus pensamientos, las palabras del maestro de ceremonias la devolvieron a la realidad. Pudo ver que el anillo que Ramiro había llevado durante siete años en el dedo anular ya no estaba. Solo quedaba una marca; testimonio de un matrimonio que alguna vez existió. El nuevo anillo la cubrió, borrando la huella de ese matrimonio ridículo. En cuestión de minutos, la ceremonia terminó y Renata se levantó para marcharse. Pero, unos jadeos femeninos, intensos y provocadores, la obligaron a detenerse. En la pantalla gigante, se veía a Isabel debajo de Ramiro, ambos desnudos, incapaces de reprimir sus gemidos. Él fue el primero en reaccionar, gritando enfurecido para que la apagaran. Al instante, la pantalla se oscureció y unas palabras atravesaron toda la pantalla. —¡La amante, que no tenga un buen final! Esas palabras hicieron que todos los invitados sacaran sus teléfonos para grabar la escena. Algunos incluso comenzaron a comentar en voz alta. —¿Cuánto tiempo hace que la señora Renata se divorció? Y él se casa de nuevo, ¿será que es la amante? —Es la primera vez que veo a una amante tan descarada, se entromete en el matrimonio de otros, como si quisiera que todo el mundo supiera que es la amante. Al escuchar cómo los comentarios de los presentes se volvían cada vez más hirientes, Isabel, al borde del colapso, señaló la pantalla y gritó: —¡Apaguen eso, rápido, apáguenlo! Renata aún no había logrado recuperarse cuando la amiga de Isabel, le dio una cachetada a Renata, haciendo que su cabeza se girara. —¡Qué mujer tan despreciable eres! Isabel y el señor han estado saliendo de manera normal, su matrimonio es legítimo. ¿Por qué tienes que hacer algo tan ruin durante su boda? Después de insultarla, Isabel, con los ojos enrojecidos, también le gritó: —Señora, nunca imaginé que fueras así. Te invité para que seas testigo de nuestra felicidad, pero tú arruinaste nuestra boda y utilizaste esas palabras para difamarme. ¿Por qué me haces esto? Él miró a Renata, con una mirada imposibles de descifrar. Ella temblaba de rabia. —Pueden preguntarle a cualquiera aquí presente, he estado sentada aquí desde el inicio y no me he movido en ningún momento. ¿Cuándo tuve tiempo de hacer alguna trampa? —Además, no tengo ningún interés en hacer algo tan bajo... —¡Suficiente! Antes de que pudiera terminar, Ramiro la interrumpió severamente. —A estas alturas, ¿todavía te atreves a seguir negándolo? —Todas las veces que te metiste con Isabel, yo no dije nada, pero esta vez, de verdad, has ido demasiado lejos. —Te doy solo tres segundos para que le pidas disculpas a Isabel y no tomaré represalias por lo ocurrido. —Tres. —¡Ramiro, de verdad no fui yo! —Dos. —¡No he hecho nada malo, no voy a disculparme, no sé quién lo hizo! —Uno. —Ramiro, hemos estado casados siete años. ¿Por qué... por qué no puedes darme una última muestra de confianza? Al final, la voz de Renata casi se quebró. Él, el hombre que antes prometía amarla toda la vida y confiar en ella pasara lo que pasara, la miraba con frialdad, declarándola culpable. —Si no eres tú, no puede ser nadie más. Después de decir eso, sacó el teléfono. —¿Hola? ¿Es el Centro San Vital? Quiero enviar a alguien para que aprenda modales. —Sí, así es. Déjenla salir solo cuando reconozca su error. Ella se quedó paralizada al escuchar eso, mientras las personas a su alrededor la miraban con lástima. —Dios mío, mi hermano estuvo allí una vez y salió con depresión severa, terminó suicidándose. Ese sitio no es para personas. —Ramiro ha sido demasiado cruel, ¿cómo puede tratar así a alguien que alguna vez amó? ¡Esto ni siquiera se le haría a un enemigo!

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