Capítulo 318
“¡Desde luego que no!… ¿Cómo puedes preguntar siquiera? Sabes mejor que nadie lo que hago todos los días; hasta la cantidad de papel higiénico que uso en el baño. Ya te habrías dado cuenta si yo hubiera estado coqueteando con los doctores”, declaró Stella acaloradamente.
RK guardó silencio al darse cuenta de la veracidad de sus palabras, así que no insistió. En cambio, lo dispuso todo para que pudieran desayunar.
Pero en los días siguientes, Stella recibió un nuevo ramo de jacintos. Había una tarjeta entre las flores, con un mensaje que decía: ‘¡Te deseo una pronta recuperación!’, sin ningún indicio de quién lo enviaba.
¿Quién sería? Stella no tenía idea de que tuviera un admirador tan persistente. ¡Vaya si era extraño!
RK presintió que algo andaba mal con ese asunto, pero se abstuvo de opinar y decidió estar más atento.
Unos días después, Stella soñó con su madre.
Se remontó a la noche anterior a su muerte. Stella y su padre estaban a su lado, pero su madre no dejaba de mencionar el tema del divorcio. En ese momento, aunque no tenía idea de lo sucedido, Stella la veía como una mujer fuerte y decidida. Supuso que su madre ahora lo sabría todo, dondequiera que estuviese, y se preguntó si se arrepentiría de haberse separado de David.
En sus sueños, Stella volvió a casa de su padre. Era su cumpleaños, pero no se atrevió a mencionarlo. Fue a la cocina a buscar una vela y la encendió frente a la ventana, después oró en el silencio de la noche: “¡Dios, ayúdame a salir de esta casa!”
Repentinamente, escuchó un sonido afuera del cuarto y se apresuró a apagar la vela, pero David ya la había visto hacerlo tan pronto abrió.
En ese momento, el hombre se sintió conmovido. Era su hija, y la niña se había visto obligada a encender una vela a escondidas para celebrar su cumpleaños. Él ni siquiera le había obsequiado un pastel. ¿Qué clase de padre era?
“¡Stella!, ¿por qué no te has dormido? Hoy es tu cumpleaños y te traje un regalo. Ya que tienes una vela, ¿qué te parece si la encendemos y pides un deseo?” Mientras hablaba, David sacó una muñequita que había estado escondiendo. Era el único regalo que Stella había recibido de él en años.
Padre e hija encendieron la vela y se sentaron frente a la ventana, pidiendo silenciosamente un deseo. Ese fue el cumpleaños más feliz que Stella podía recordar desde la muerte de su madre. Aunque Isabella más tarde le arrebató la muñeca, Stella siguió siendo dichosa.
Comprendió que alguien se preocupaba todavía por ella y que no era una pobre niña insignificante.
Al despertar esa mañana, Stella aún tenía el rostro cubierto de lágrimas y sus ojos estaban hinchados. RK se burló, pero ella no le hizo caso.
“¡Trae el auto! Quiero salir hoy, necesito ver a mi mamá”, pidió.
RK no preguntó, aunque supuso que ella había soñado con su madre. No podía negarse, así que fue a buscar la silla de ruedas y a prepararlo todo para llevarla al cementerio.
Tan pronto como se aproximaron a la lápida, se sorprendieron al ver los jacintos frescos.
Sin duda, alguien acababa de ponerlos.
“¿Quién los habrá dejado?”, exclamó Stella, presintiendo que era la misma persona que le enviaba las flores a ella en el hospital. Sin embargo, no tenía idea de quién era. ¿Sería ese tío del que le habló David? ¿Habría vuelto? Y de ser así, ¿por qué no venía en persona y, en cambio, prefería este método para saludarla?
Una vez más, la joven percibió esa sensación de que su vida era como un maravilloso drama. Pero, ¿qué guionista podría escribir una historia tan mágica y quién podría ser el director? En todo caso, ella solo era una actriz a merced de los demás, y estaba harta de actuar. Quería terminar el espectáculo lo antes posible.
“¡Mmm! ¡Esos jacintos otra vez!”, murmuró RK, ávido por saber quién los enviaba. Sin duda, se trataba de un mensaje. ¿Cuál era su significado?
“Mi madre amaba los jacintos. Recuerdo que siempre los había en casa”, explicó Stella con nostalgia. “Pareciera que quien los envía está tratando de rogarle algo a ella. ¡Es muy probable que sea mi tío!”
“¿Tío? ¿Cuál tío? No tenía idea de que tuvieras uno”, preguntó RK. Sentía mucha curiosidad. En ninguna de las conversaciones que sostuvo con Grace la escuchó hablar de que tuviera un hijo, y ahora, repentinamente, aparecía un tío.
Este era otro gran secreto. RK se preguntó si sabía demasiado. ¿Qué seguiría ahora? ¿Tratarían de asesinarlo?