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Capítulo 319

“Sí, tengo un tío, pero no se ha sabido de él en muchos años. Ni siquiera lo he visto. Solo sé que fue un rompecorazones notable, con quien todas las mujeres querían estar, y de quien todos los hombres sentían celos”, comentó Stella con una sonrisa. Tras una pausa, añadió: “Creo que está de vuelta”. “No tenía idea de que tuvieras un tío. Me pregunto por qué Grace no lo mencionó nunca”, respondió RK con seriedad. “Tuvo un conflicto con la familia hace años y terminó marchándose al extranjero. Nunca más volvió. Tal vez a la abuela le entristece mencionarlo y por eso nunca nos lo dijo. Yo tampoco estaba enterada, apenas lo supe ayer”, replicó Stella, acomodando las flores que había traído al lado del ramo de jacintos. “Oye, quiero hablar con mi madre a solas. ¿Serías tan amable de ir al auto y esperarme allí?” Después de darle algunas recomendaciones, RK se dio la vuelta y volvió al auto. Una vez a solas, Stella le habló a su madre: “¡Mamá, aquí estoy! Me han pasado demasiadas cosas últimamente y no había tenido tiempo de venir. No me culpes por eso, te lo ruego”. “¡Cómo quisiera volver a probar tus platillos! Quería decirte que, después de tantos años, finalmente sé lo que sucedió. ¿También te sorprende? ¡Papá no nos abandonó! Él siempre nos quiso. ¿No crees que tú también deberías dejar ir el resentimiento?” “Me pregunto si el tío vino a verte. La última vez que estuve aquí también vi que te dejaron jacintos, aunque, desde luego, nosotros sabemos lo mucho que te gustaban. ¿Qué aspecto tiene el tío? ¿Todavía odia a papá? ¿Irá a ver a la abuela? Su salud empeora, y es muy triste para cualquier padre no poder ver a sus hijos. Él debería ir a visitarla, para que no se sienta tan sola, ¿no te parece?” RK contempló a Stella desde la distancia. El día era agradable y no hacía demasiado calor, sin embargo, ella ya llevaba mucho tiempo allí y comenzó a sudar profusamente. Se dijo que era demasiado terca. No estaba impaciente por esperarla, sino más bien preocupado de que se sintiera incómoda cuando terminara bañada en sudor. ¡Cielos!, ¿en serio tenía tantas cosas de qué hablar? RK no tenía idea de que a las chicas les gustara tanto hablar con sus madres acerca de los asuntos que tenían en mente. En cuanto a Stella, le constaba que había estado guardando mucho en su corazón durante años. Quizá ese era el motivo por el que seguía allí. “Mamá, he estado un poco ocupada últimamente, pero en cuanto pueda, traeré a Adrian a verte. Te encantará conocerlo, es un niño precioso, muy obediente y sensato. Come y duerme bien todos los días, y es el mejor de la escuela. Rara vez pierde en los deportes y sus maestros en el jardín de infantes lo elogian por lo fuerte e inteligente que es. ¿Qué te parece? ¡Es tan increíble!, ¿verdad? Tiene un gran futuro por delante. Dice que quería ser un director, pero no sé si podrá cumplirlo”. “Yo espero que llegue a ser independiente, pero no quiero que se aleje de mí. Me da miedo perderlo, me aterra la idea de separarme de él. Mamá, dime, ¿qué debo hacer?” “Ya no odio a RK. Es demasiado tarde para buscar venganza, y yo ahora quiero una vida sin restricciones. Cuando este asunto termine, recuperaré la custodia de Adrian y luego nos iremos al extranjero. No podré volver a menudo para verte a ti y a la abuela. Por cierto, bendice a la abuela para que sea feliz y pase el resto de su vida en paz”. El semblante de la joven reflejaba las profundas emociones que sentía en ese momento. Siendo tan buen observador, no le pasó desapercibido a RK. Estaba seguro de que hablaba con su madre acerca de las revelaciones que David le había hecho. Después de todo, la madre de Stella había estado en la oscuridad largo tiempo. Dondequiera que estuviera ahora, si supiera la verdad, rompería a llorar. Pensando en esto, RK se dio cuenta de que Stella no paraba de hablar y comenzó a preocuparse. Corría el riesgo de desmayarse por el agotamiento y no sería bueno tener que llevarla de emergencia al hospital. Tantas emociones podrían afectarla. “Bueno, mamá, no diré nada más por hoy. De lo contrario, te molestarás conmigo. Me voy. ¡Te prometo que vendré a verte de nuevo otro día!” Stella hizo girar la silla de ruedas y RK corrió para ayudarla. “¿Qué le decías a tu madre? ¿Por qué tienes esa cara?”, preguntó él, a riesgo de parecer entrometido. “¿Has estado observándome?”, inquirió Stella con fingido reproche. Pero enseguida esbozó una sonrisa: “Debes haberte aburrido mucho, lo siento”. “No, nada de eso. ¡Solo me preocupaba que estuvieras demasiado rato bajo el sol!” “¿Crees que no puedo aguantar? ¿Te parezco tan débil? ¡Pues estoy mucho mejor, para que lo sepas!”, replicó Stella. “Bueno, ya que estás tan segura de haberte recuperado, será mejor que me dejes ver cómo sigue tu espalda”. “¡¿Qué pasa contigo?! ¡RK, estás tratando de aprovecharte!” “¡No es cierto! Jamás me atrevería”, dijo él con una sonrisa traviesa. Para sus adentros, sentía que era grato hablarle así.

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