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Capítulo 4

Tras colgar con Verónica, Alicia estaba tan agitada que no pudo dormir y se levantó a hacer las maletas. Tras tres años juntos, todo a su alrededor estaba ligado a Rafael. Las fotos de ambos que había sobre la mesa las desarmó una por una y las pasó por la trituradora. La ropa y las joyas que Rafael le había regalado, y que en su día había atesorado, también las descartó todas. Al final, después de una noche entera, en la maleta solo quedaron unas pocas prendas y algunos instrumentos y partituras que Teresa le había regalado en el pasado. Cuando ya pasaban las cuatro de la madrugada, Alicia empezó a sentir sueño. Cerró la maleta, regresó a su habitación y se acostó. En medio de la somnolencia, tuvo la sensación de que alguien la arrastraba fuera de la cama y la metía dentro de un saco. A sus oídos llegó una risa ajena, malintencionada, imposible de oír con claridad. Quiso abrir los ojos, pero no pudo. Pasó mucho tiempo hasta que una sensación asfixiante la envolvió por completo. Alicia abrió los ojos de golpe. Todo era oscuridad. Agua con un olor rancio se le metía sin parar por los oídos, la boca y la nariz. Intentó forcejear y entonces se dio cuenta: la habían metido en un saco y la habían arrojado al agua. La sensación conocida de asfixia hizo que el terror volviera a desbordarse en su interior. Tres años atrás, cuando Sonia acosó a Teresa y a ella, ya había usado ese mismo método. Aquel día, Alicia pasó toda la noche sumergida en el lago de la escuela. Cuando el personal de limpieza la sacó a la mañana siguiente, estuvo a punto de perder la vida. Y ahora, todo se repetía. Apretó los dientes y, conteniendo el pánico, se obligó a pensar con claridad, luchando desesperadamente por salvarse. Aún no había ido a ver a Verónica, ni había hecho pagar a Sonia y a los hermanos López, ni había encontrado a Teresa... No podía morir. Al final, fueron varios ancianos que hacían ejercicio matutino en el parque quienes la sacaron del agua. Uno de ellos incluso llamó a la policía. Tras declarar en la comisaría, Alicia volvió a casa empapada. Al abrir la puerta, oyó en la sala la voz de Rafael, con una sonrisa en el tono: —Hace tres años acusó falsamente a Sonia de mandarla al lago. Hoy solo le hice sentir de verdad lo que es que te arrojen a uno. —¿Y quién la manda a volverse loca anoche y destrozar el disco de Sonia? Alicia sintió que caía en un abismo helado, sin fondo. Había pensado que todo se debía a que había rechazado a Carlos la noche anterior, frustrándolo. Jamás imaginó que el verdadero autor intelectual fuera Rafael. Durante esos tres años, Rafael la había acompañado a incontables terapias y había visto cómo los recuerdos del acoso la llevaban al límite. Y ahora, solo porque había roto un disco de Sonia, ¡la había arrojado al lago! —No va a pasar nada grave. No tardará mucho en volver. Rafael acababa de decir eso cuando, al girarse, vio a Alicia de pie en la entrada. Su ropa seguía empapada y gotas de agua resbalaban por su cabello. Tenía el rostro pálido, pero sus ojos estaban tranquilos, fríos, y dejaban entrever un leve rastro de odio. Esa mirada hizo que Rafael se sintiera incómodo sin saber por qué. —Ya volvió; hablamos luego. Colgó el celular y caminó hacia Alicia: —¿A dónde fuiste? ¡Estaba muy preocupado por ti! Mientras hablaba, fingió examinar las manchas de agua en su ropa: —¿Qué te pasó? ¿Te caíste al lago? La voz de Alicia llevaba una nota de burla: —Estaba durmiendo tranquilamente en casa y, de pronto, alguien me secuestró y me tiró al lago del parque. —¿Secuestrada? ¿Cómo va a ser? Rafael abrió los ojos con fingido asombro, frunciendo el ceño: —¿Y si estabas sonámbula? El psicólogo dijo que el trauma que sufriste es demasiado grande y que podrías revivirlo durante episodios de sonambulismo. Alicia lo miró con calma. Cuando terminó su actuación, ella le dedicó una sonrisa cargada de significado: —Alguien llamó a la policía por mí. Si fue sonambulismo o secuestro, la policía dará la respuesta. Rafael se quedó paralizado. Al cabo de un momento, esbozó una sonrisa rígida: —Es solo un asunto menor, ¿hacía falta llamar a la policía? —Que me hagan daño no es un asunto menor. Alicia lo miró de frente, pálida, y sonrió: —Haré que todos los que me han hecho daño paguen el precio. Dicho eso, pasó a su lado y subió las escaleras. Rafael se quedó donde estaba, con una inquietud creciente en el pecho. "¿Habrá descubierto algo Alicia?" En ese instante, su celular sonó. Apartó esas emociones y contestó con una sonrisa: —Sonia, ¿qué pasa? Del otro lado llegó una voz dulce y empalagosa: —Rafael... —Mi representante acaba de preguntarme cómo va el progreso de la nueva canción, y la verdad es que no supe qué responder... —¿La melodía de mi nueva canción, todavía no está lista?

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