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Capítulo 2

"Mamá, ¡las tengo!", dijo orgullosamente Ysabel Lambert, mientras sostenía su teléfono celular en la mano. "Vivianna, tenemos suficientes evidencias de tu aventura. Si sabes lo que te conviene, divórciate de mi hijo de inmediato o le enviaré estas fotos a nuestro abogado para que inicie la demanda de divorcio", advirtió Xymeria Cabidis. En ese instante, Xenophilius Lambert se subió a su Porsche donde lo esperaba una chica sexi, sentada tranquilamente en el asiento del pasajero. Cuando ella lo vio entrar, sus labios rojos se curvaron en una sonrisa. "¿Tuviste éxito con tu plan?". Él estiró los brazos para atraerla hacia sus brazos y sosteniéndola por la nuca, la besó salvajemente. Ella, por su parte, también le rodeó el cuello con las manos y le devolvió el beso con fuerza. Después de un largo rato de estarse besando, él sonrió mientras apoyaba su frente en la de ella. "Jessamyn, podremos casarnos muy pronto", prometió con voz triunfal. "¡Qué bien! He estado esperando que digas esto durante mucho tiempo", respondió ella. A continuación, la chica sostuvo el rostro de Xenophilius, tomando la iniciativa de besar sus delgados labios. Mientras tanto, Vivianna seguía en la cama con el rostro pálido, sin poder detener las abundantes lágrimas que brotaban de sus ojos. Las marcas de los chupetones en su pecho y el dolor que sentía en la parte inferior del cuerpo la hicieron entrar en pánico. Se sentía terriblemente incómoda, sobre todo porque no tenía ningún recuerdo acerca de los eventos que habían ocurrido la noche anterior. Recogió su ropa del suelo y corrió al baño llorando de dolor. Luego se metió a la regadera, para frotarse el cuerpo con violencia debajo del chorro de agua. Sentía como si la hubieran contaminado. Por la tarde, Vivianna regresó aturdida a su casa. En el luminoso salón de la villa estaba sentado Xenophilius, quien parecía poseído por un demonio. En sus ojos oscuros había una tormenta furiosa, al tiempo que la miraba fijamente, como si fuera a estrangularla. Esa mañana, Vivianna se había encontrado con un golpe fatal que ahora estaba pesando sobre su corazón. Sabía que cualquier explicación resultaría inútil. Miró a su esposo y respiró hondo. "Estoy de acuerdo con el divorcio, pero quiero que me devuelvas el 10 % de las acciones de mi padre, puedes conservar el otro 5 %, esa será una especie de compensación para ti". Al escucharla, la expresión de Xenophilius cambió de inmediato. Acababa de consolidar su posición como presidente de Lambert Enterprise y si ella le quitaba el 10% de las acciones, su prestigio y autoridad se verían en peligro, e incluso podría perder su cargo. Así que dio un paso adelante con frialdad y se burló: "Vivianna, ¿qué te da el valor para pedirme que te regrese algo? ¡Me traicionaste! ¿Quieres deshacerte de mí con el 5% de las acciones?". "Eso vale más de 500 millones de dólares. ¿No crees que tal compensación sea suficiente?", argumentó Vivianna de manera razonable. Esas acciones eran propiedad de su padre en Lambert Enterprise antes de su muerte. No podía cedérselas a su marido, así como así. Los ojos de Xenophilius brillaron con crueldad, mientras se acercaba a ella para agarrarla por el cuello. "Escúchame, mujer. No recuperarás tus acciones y tendrás que divorciarte de mí de todos modos. Si quieres empezar un juicio en mi contra, sufrirás tanto que desearás la muerte". Vivianna abrió mucho los ojos tratando de respirar, al mismo tiempo que un intenso dolor penetraba en su corazón ante ese hombre que tenía delante. Su amabilidad y la ternura que le había demostrado anteriormente se habían ido. Todo lo que quedó eran sus deseos egoístas y su ambición. Sin embargo, las acciones de su familia... "Esa es la herencia que me dejó mi padre, ¡devuélvemelas", gritó ella, con voz ronca. "Ahora, son mías y no podrás quitármelas. Vivianna, o firmas y te vas de aquí, o te haré desaparecer de este mundo". Xenophilius la arrojó al suelo con fiereza y, con una expresión tan fría como la piedra, le lanzó el acuerdo de divorcio. "¡Fírmalo!", dijo. "¡No lo haré!", replicó ella mordiéndose los labios, ya que no se iría con las manos vacías después de haber perdido su matrimonio. “Si no lo firmas, no solamente perderás las acciones, sino también tu reputación e incluso la vida”, la amenazó. Vivianna tembló de miedo y, levantando la cabeza, miró al hombre que le había prometido amarla hasta que la muerte los separara. Pero, en ese momento, solo pudo ver a un ser despiadado, cruel y perverso. Entonces sintió que se estaba asfixiando. Ella estaba desesperada mientras miraba a su marido, quien impulsado por la codicia parecía un demonio, y supo que, si insistía en recuperar las acciones de su padre, perdería la vida. "Está bien", dijo en voz baja. Tomó el bolígrafo, se mordió los labios con fuerza y firmó el acuerdo.

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