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Capítulo 6

La condición de Sofía se deterioró de manera abrupta. Empezó a quedarse sentada durante largos periodos, mirando al vacío hacia la ventana, y a veces extendía sobre los lienzos grandes manchas de colores oscuros y opresivos. Permitió que Adrián encontrara un cuaderno escondido bajo la almohada. Adrián hojeó esas líneas escritas con dolor, cada palabra como sangre derramada. —¿Por qué yo? —Mis cuadros… eran mis hijos… —Vivir es demasiado agotador… Quizá desaparecer sea la única liberación… Cerró el diario; la última sombra de duda desapareció de sus ojos. Su "obra" por fin estaba por completarse. Valeria estaba radiante. Incluso cuando Sofía permanecía sentada en el salón, con la mente perdida, ella ya no podía contenerse y hablaba con Adrián sin escrúpulos. —Cuando ella 'se vaya', ¿los derechos de todas esas obras serán completamente míos, verdad? Valeria balanceó su copa de vino. —Para ese entonces, anunciaré que me retiro en memoria de mi hermana, y luego me cambiaré al mundo de la moda. ¡Hasta ya tengo elegida a la modelo para mi primera campaña! Adrián miró a Sofía, encogida en un rincón del sofá. Ella parecía no reaccionar ante nada: solo abrazaba sus rodillas con una expresión vacía. Una leve incomodidad cruzó fugazmente por su corazón, pero enseguida quedó enterrada bajo la sensación de que el plan avanzaba sin contratiempos. —No te preocupes —escuchó su propia voz decir con tranquilidad—todo se llevará a cabo como está previsto. La muerte de Sofía será en el estudio… Un buen lugar, un lugar que cierre el ciclo. Aquella noche, el estudio fue preparado meticulosamente. Botellas de medicamentos vacías esparcidas, bocetos desgarrados, la ventana abierta dejando entrar un viento frío como una cuchillada. Sobre la mesa, una carta de despedida, escrita con letra temblorosa y llena de angustia, hablaba de la pérdida de identidad artística y del dolor de la manipulación, pero de forma ambigua, como un señuelo. La grabadora que Sofía llevaba siempre consigo que contenía fragmentos de las sesiones de hipnosis fue "olvidada" en un rincón. Adrián y Valeria revisaron el lugar por última vez; tras asegurarse de que todo era convincente, abandonaron el estudio satisfechos y cerraron con llave. Estaban convencidos de que, al amanecer, allí se encontraría un cuerpo que se había quitado la vida, incapaz de soportar la enfermedad mental. Dentro de la habitación, el cuerpo "desmayado" de Sofía abrió lentamente los ojos. Ellos querían que muriera; ella cumpliría su deseo. Ellos querían una muerte silenciosa; ella tendría una muerte que sacudiría al mundo entero. Se levantó con rapidez y sin hacer ruido. Cruzó la ciudad hasta llegar al borde de un acantilado junto al mar. El viento cortante azotaba como cuchillas. Sofía. Encendió una transmisión en vivo, apuntando la cámara hacia las olas furiosas bajo sus pies. El título del directo era tan directo y afilado como un puñal. —La hermana de Valeria, en vivo: suicidio. Miles de personas entraron en un instante. [¡Claro que está loca!] [Si va a saltar, que salte ya, y no haga perder el tiempo]. [Otra vez quiere difamar a nuestra Vali]. Sofía observó aquellos comentarios llenos de odio que avanzaban a toda velocidad; su corazón estaba completamente helado. Insulten, insulten todo lo que quieran. Cuanto más crueles fueran ahora, más fuerte sería la culpa y la furia cuando ella muriera, y peor sería la caída de Valeria. Ella conocía demasiado bien las reglas de este mundo. Mostrar pruebas directamente solo haría que Adrián y sus padres usaran su poder e influencias para silenciar todo, reduciéndolo con facilidad a las alucinaciones de una enferma mental. Solo la sangre, solo la vida, podía abrir una herida que ni el capital pudiera cerrar. Ella haría que la duda creciera descontrolada desde el momento en que se lanzara al vacío. Haría que cada persona que la insultó se convirtiera, después, en cómplice de haberla empujado a la muerte, y que, bajo la culpa y el enojo de haber sido manipulados, despedazaran a Valeria. —Valeria… Su voz atravesó la pantalla. —Cuando robaste "La llave del sueño roto", ¿sabías que, a las tres de la madrugada, bajo un ángulo específico de la luna, aparece la firma oculta que dejé en ella? Es mi inicial, pintada con pigmento especial. —¿Sabes distinguir la diferencia esencial entre el rojo veneciano y el rojo alizarina? Ella continuó, implacable: —Uno proviene de un antiguo mineral y lleva el calor profundo de la tierra. El otro se extrae de raíces vegetales y posee una transparencia viva. En tu obra premiada "Rojo en estado puro", usaste precisamente esos dos tonos. ¿Puedes decir cuántas capas aplicaste de cada uno y en qué orden? —Desde hoy, estoy muerta. Miró a la cámara, como si a través de ella viera a Adrián, a Valeria, y a sus indiferentes padres. —Que el mundo entero observe si tú, 'gran genio de la pintura'… —Después de mi muerte, eres capaz de pintar un solo trazo que realmente te pertenezca. —Ah, por cierto… Sofía esbozó una sonrisa irónica, como si acabara de recordar algo. —Cuando yo muera, ¿planeas hacer lo mismo que la última vez que copiaste mi obra? Llorar frente al público, decir que estás destrozada por tu hermana muerta, anunciar tu retiro temporal… y después entrar gloriosamente al mundo de la moda con las ganancias de mis pinturas, ¿verdad? Su voz se heló de repente; cada palabra cayó como un bloque de hielo. —Valeria, entre nosotras nunca existió esa 'profunda hermandad' que te gusta usar para tus espectáculos. Si realmente abandonas la escena, solo significará que admites haber plagiado mis obras. —Cuando estaba viva, me usaste como escalón. Cuando muera, veremos si mis cenizas pueden seguir pavimentando tu camino. Apenas terminó de hablar, cerró los ojos y dejó que su cuerpo se inclinara hacia adelante. El agua helada la envolvió como miles de agujas clavándose en su piel; el mar salado le invadió la nariz y la boca sin piedad. Su instinto quiso luchar, pero se obligó a relajar cada músculo y dejar que su cuerpo se hundiera en la oscuridad. En la última fracción de conciencia, vio otra vez aquellas imágenes: Adrián dándole la medicina con supuesta ternura, para luego susurrar dulzuras a Valeria. Sus padres obligándola a firmar la cesión de sus obras: Los periodistas grabando su crisis mental como si fuera un espectáculo; Y la sonrisa de Valeria mientras trituraba la foto de su abuela… Desde el principio hasta el final, ella había estado sola. El mar cubrió por completo su conciencia, y su último pensamiento brilló débilmente en su mente. —Así está bien… Al menos, por fin podré descansar. La señal de la transmisión se cortó en ese mismo instante. La pantalla cayó en un silencio negro absoluto.

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