Capítulo 7

Eugenio había estado ocupado estos días. Julieta lo observaba con frialdad, viendo cómo se iba desde muy temprano y regresaba tarde, siempre con el celular en la mano, y la luz del estudio permanecía encendida hasta la madrugada. Ella sabía que él estaba planeando con meticulosidad aquella gran escena del secuestro matrimonial. En la mañana del día en que se vencía el plazo del divorcio, Julieta salió temprano y fue directo a la oficina del abogado para recoger el certificado de divorcio. La división de bienes ya se había resuelto, aparte de eso, solo se llevó sus objetos personales. Cuando regresó a casa, Eugenio estaba frente al espejo acomodándose con esmero la corbata. Llevaba un traje impecable azul marino hecho a medida, y las mancuernas brillaban fríamente bajo la luz de la mañana. Era un estilo que ella nunca había visto, seguro lo había preparado especialmente para ese día. —¿Ya regresaste de tu paseo? —Él la vio a través del espejo y esbozó una suave sonrisa: —Julieta, hoy tengo asuntos importantes que atender, quédate en casa y descansa bien, recuerda tomar la medicina a tiempo. Se dio la vuelta y, con sus dedos largos y elegantes, acarició con ternura su vientre mientras le advertía en voz baja: —Hoy no molestes a mamá, si haces que mamá se sienta mal, papá se va a enfadar. Julieta contempló la dulzura en sus ojos y, de pronto, sintió que era una ironía. Él era capaz de arriesgar su vida por Elena, pero ni siquiera sabía que su propio hijo ya no estaba. Apretó con rabia el certificado de divorcio en sus manos: —Quiero hablar contigo de algo. Eugenio se quedó pasmado por unos minutos: —Julieta, ahora tengo que salir. —¿Tan apurado? —Preguntó en voz baja: —¿Ni siquiera quieres darme cinco minutos? Eugenio miró el reloj, pero la rechazó: —Lo que tengas que decir, mejor lo hablamos esta noche, ¿de acuerdo? —¿Es tan importante eso que tienes que hacer? —Sí es muy importante —Respondió sin dudar, con una mirada tan firme que rozaba la obsesión, —Es más importante que mi vida. Julieta sonrió con amargura. Esa sonrisa fue tan leve como el último copo de nieve en un día de invierno, desapareciendo en un santiamén. —Vete. —Dijo en voz baja: —No te retrases. Eugenio pareció querer decir algo, pero al final solo dejó un beso ligero en su frente y se marchó a paso largo. Mientras escuchaba cómo el sonido del motor se alejaba poco a poco, Julieta entró a la cocina y abrió enseguida el refrigerador, ese que había permanecido ignorado por tanto tiempo. El aire frío la envolvió. Sacó la caja de regalo que había sido olvidada durante días y la colocó con sumo cuidado sobre la mesita de la sala. Dentro de la caja, el feto de cinco meses yacía encogido en formol, como si estuviera dormido. Cerró los ojos con dolor y puso al lado el flamante certificado de divorcio. Cuando salió arrastrando su maleta, Julieta no miró atrás. En la terminal del aeropuerto había gran cantidad de gente. El avión estaba a punto de despegar, justo cuando iba a apagar el celular, apareció un mensaje de Eugenio: [Julieta, la medicina está en la cocina, calentándose. Cuando termine mis asuntos, regreso a estar contigo.] "Eugenio, lo que resta de mi vida, la persona a mi lado ya no volverás a ser tú." "Ya te he sacado por completo de mi mundo." Julieta borró ese mensaje con tranquilidad, luego eliminó una a una todas las fotos juntos de su galería y, finalmente, todos los contactos relacionados con él. En el instante en que el avión despegó, sintió como si algo dentro de su corazón hiciera un clic y, al mismo tiempo, se borrara de una sola vez. Eso era... todo el amor que sentía por él.