Capítulo 2
Freya
Abrí los ojos lentamente, dejando que las lágrimas rodaran libremente por mis mejillas antes de acercarme al espejo una vez más para revisar mi rostro. No tenía nada roto, pero el moretón seguiría oscureciéndose hasta volverse casi negro seguramente. Tenía que taparlo.
Estaba tan pálida como un fantasma y mis ojos azules lucían atormentados. Casi daba miedo mirarme, parecía la protagonista de una película de terror. Tenía el rostro demacrado, mi cabello no tenía brillo y no es que fuera fea realmente, pero el estilo de vida que tenía me estaba pasando factura.
Cuando mamá todavía estaba viva, tenía el cabello largo y cuidado. Después de que los golpes habían comenzado, me lo corté hasta las orejas porque de esa forma ya no podía agarrarme tan fácilmente y no dolía tanto. La verdad es que no me importaba mi apariencia, me contentaba con quedarme atrás del salón y no tener amigos.
Solté un suspiro antes de agarrar el corrector y taparme el moretón. Me fijé que tenía otros pequeños rasguños alrededor de mi cara, así que también los cubrí. Me peiné y salí del baño silenciosamente. Tenía una sudadera verde con unos jeans azul claro desteñidos de tanto uso.
Llegué a la sala y me encontré con el desorden que había dejado mi padre. Me dispuse a limpiar todo para que Julian no tuviera que verlo cuando bajara después. Ayer me había asegurado de barrer antes de irme, a pesar del dolor, porque no quería que mi hermano se cortara accidentalmente en medio de la noche si bajaba a tomar un vaso de agua.
Luego de ordenar la sala, me dirigí a la cocina para hacer el desayuno. Lo único que nos quedaba en el refrigerador eran huevos, jugo de naranja y un poco de pan duro. Puse a freírlos en una sartén y tosté los panes en otra. No tenía que preocuparme por la comida en general porque el restaurante donde trabajaba me dejaba agarrar las sobras para nosotros. A veces la comida no tenía la mejor presentación, pero seguía siendo comestible, así que nuestras barrigas se mantenían llenas por el momento.
—¿Ya está listo el desayuno? —preguntó Julian suavemente entrando a la cocina. Probablemente preocupado de que nuestro padre todavía estuviera dentro de la casa, desmayado en el sofá.
—Sí —le dije mientras le servía un plato, notando que todavía tenía la mejilla adolorida. Abrió la refrigeradora de nuevo para sacar el cartón de jugo de naranja y le sirvió el último vaso. Por fortuna, todavía no había pasado la fecha de caducidad.
—¿Papá vino anoche? —preguntó en voz baja mientras se sentaba y me miraba con unos grandes ojos azules.
Asentí con la cabeza mientras le ordenaba su mochila. Luego lo dejé comiendo en silencio antes de traer mi mochila y revisar el dinero que me quedaba en la billetera. Tenía solo diez dólares y un poco de sencillo. Me mordí el labio con preocupación, si me esforzaba hoy día, era posible que una persona reconociera mi trabajo y me dejara una buena propia. Así, podría sobrevivir con eso hasta que me pagaran en dos días.
Aunque el trabajo no pagaba mucho, era suficiente para tener comida sobre la mesa y también me ayudaba a pagar la escuela. El jardín de Julian era público, así que eso nos ayudaba a ahorrar.
—Aquí tienes —le dije a mi hermano mientras le pasaba cinco dólares—. Come bien, pero no lo gastes todo porque te tiene que durar eso para mañana y pasado mañana.
Julian se los guardó con una sonrisa y fue a poner los platos en el fregadero mientras yo ordenaba la mesa. Luego de terminar, me puse el bolso encima y salí a la entrada. Mi hermano ya me estaba esperando afuera. Cerré la puerta antes de emprender el camino hacia nuestros centros de educación. El jardín de Julian estaba a solo cinco minutos de mi escuela.
—¡Nos vemos luego, hermana! Cierto, saldré un poco tarde hoy porque veremos una película con peces que hablan —me recordó mientras se iba y mi corazón se estrujó al pensar que mi hermano probablemente era el único de su escuela que no había visto «Buscando a Nemo». Ganaba tan poco dinero que era imposible para nosotros solventar el gasto de un televisor.
—De acuerdo —le dije mientras le besaba en la frente y me aseguraba que entrara al edificio. Luego, me dirigí a mi escuela y en la entrada pude ver los pequeños grupos que siempre se formaban antes de clases. No pertenecía a ninguno, la mayoría de personas siempre la evitaban.
—¡Quítate, rara! ¡Estorbas!
Apreté las manos al notar que Cameron MacGyver estaba detrás mío. El chico se había asegurado de hacerme la vida de cuadritos en la escuela mientras él era adorado por todos.