Capítulo 1161
"¡Soy yo quien pasará el resto de mi vida contigo!"
El tono de Frank era severo y su mirada intensa. Quería grabar esas palabras en su mente.
Lucille fue sujetada por el hombro, incapaz de moverse. Esta acción también le provocó un dolor en la herida. Lucille podía sentir que la herida sin cicatrizar se había abierto bajo su fuerte agarre.
Duele mucho.
Sin embargo, el rostro de Lucille no cambió. Ni siquiera frunció el ceño mientras le recordaba: "El acuerdo matrimonial del que hablaste era una broma y ya no existe".
Frank apretó más fuerte su agarre: "¿Quién dijo que no existe? Mientras yo recuerde, nuestro matrimonio es válido".
La voz de Lucille permaneció tranquila. "Estoy casada".
—¡Eso no cuenta! —Los ojos de Frank se inyectaron en sangre, revelando un violento deseo de posesión, como una llama que ardiera ferozmente.
En un abrir y cerrar de ojos, su cordura fue devorada.
¿Qué tal si fuera un caballero tranquilo y comedido? Todo eso quedó descartado en ese momento.
Él sólo tenía un pensamiento.
Si Lucille se atreviera a decir que tenía a alguien más en su corazón, ¡mataría a ese hombre!
Frank parecía una bestia provocada, con un dejo de ferocidad en sus ojos.
Lucille sintió un fuerte golpe en el corazón y trató de apartarlo, pero de repente sintió una oleada de fuerza. El hermoso rostro de Frank se agrandó ante su vista.
El momento siguiente fue un aluvión abrumador y rápido de besos.
Los ojos de Lucille se abrieron e instintivamente empujó a Frank.
Frank parecía haberse vuelto loco, abriéndole con fuerza los dientes apretados con una posesividad tan intensa que parecía querer devorarla por completo.
Lucille luchó con fuerza. En el momento en que Frank volvió a agachar la cabeza, ella levantó la mano y lo abofeteó con fuerza.
"¡Tortazo!"
La fuerte y nítida bofetada dejó a Frank aturdido en el acto.
Lucille se burló con frialdad: "¿Estás sobrio ahora?"
Frank salió de su trance, sin justificarse, cuando notó el rostro pálido de Lucille. Su cuerpo frágil y esbelto estaba al borde del colapso.
El olor de sangre impregnaba el aire.
La herida en su hombro izquierdo sangraba profusamente, manchando su vestido de rojo.
La visión de Lucille se oscureció y se desmayó.
Frank atrapó rápidamente a Lucille. Ignorando la huella de la palma de su mano en su rostro, gritó al estupefacto sirviente y a sus subordinados: "¡Llamen al médico! ¡Llamen al médico ahora!"
Sus subordinados se apresuraron a buscar ayuda.
Esta vez, llamaron a una doctora. Después de tratar la herida de Lucille, ella salió de la habitación cuando Frank le preguntó: "¿Cómo está?".
La doctora se acomodó las gafas en el puente de la nariz y respondió: “Su herida está abierta, pero afortunadamente esta vez los nervios no resultaron dañados, de lo contrario, la paciente habría estado en peligro”.
Frank dejó escapar un suspiro de alivio y luego abrió la puerta para entrar a la habitación.
Debido a la grave pérdida de sangre, el rostro de Lucille estaba pálido como el papel. Sus pestañas, gruesas y rizadas, temblaban ligeramente. Incluso mientras dormía, sus cejas permanecían arrugadas.
Frank se arrepintió profundamente de sus acciones. Lucille seguía herida y, sin embargo, él había sido tan contundente. ¡Merecía ser condenado!
-Bobo, lo siento.
Frank, sosteniendo la mano de Lucille, murmuró algo. Aunque ella no lo oyera, lo repitió una y otra vez. Su voz se volvió ronca y las comisuras de sus ojos se enrojecieron.
......
Lucille permaneció inconsciente durante dos días completos antes de despertar finalmente.
En el momento en que recuperó la conciencia, sin abrir los ojos, escuchó a los sirvientes chismorreando no muy lejos de ella.
Naturalmente, la conversación giraba en torno a ella.
Uno de los sirvientes murmuró: "Nunca había visto al señor Stewart comportarse así. Me pregunto qué atractivo tiene la señorita Jules para hechizar al señor Stewart y llevarlo a tal estado".