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Capítulo 1162

Otro sirviente continuó la conversación. "Exactamente. Nunca ha habido una mujer que se atreviera a ponerle la mano encima al señor Stewart, esa bofetada fue feroz". "Habla en voz baja. Si alguien te oye, ¡nos espera una buena noticia!" El murmullo se fue desvaneciendo poco a poco, a excepción de algunos comentarios de insatisfacción hacia Lucille. Lucille se sintió mareada y se levantó de la cama. Sólo entonces se dio cuenta de que le estaban inyectando la aguja intravenosa en el dorso de la mano. La aguja intravenosa ya se había vaciado hacía tiempo, pero los sirvientes que se suponía debían cuidarla no se dieron cuenta, ya que estaban charlando ociosamente en la esquina. La sangre había salido de la aguja hacia atrás, por lo que no era de extrañar que le doliera cada vez que la movía. Lucille sacó la aguja ella misma. Encontró un hisopo de algodón limpio en el costado para presionar sobre la herida del pequeño orificio que había dejado la aguja. Cuando dejó de sangrar, tiró el hisopo a la basura sin darle importancia. Al oír el ruido, los sirvientes finalmente notaron que Lucille se había despertado. "Señorita... Señorita Jules..." Los dos sirvientes palidecieron, sobre todo cuando notaron el bulto hinchado en la mano de Lucille. Sus voces temblaban de miedo. Estaban en problemas. Habían olvidado la hora porque estaban demasiado absortos en su conversación. Si el señor Stewart se enteraba de esto, ¡sus vidas estarían en peligro! Lucille se levantó de la cama y dijo con voz tranquila: "Tengo hambre. Necesito comer". Al ver que Lucille no tenía intención de causar problemas, los sirvientes suspiraron aliviados y respondieron rápidamente: "Sí, señorita Jules. Por favor, espere un momento. Lo traeremos de inmediato". Unos minutos después, un sirviente empujó el carrito de comida hacia la habitación. La tapa se levantó y reveló una variedad de platos exquisitos. El sirviente colocó los platos con atención y se hizo a un lado con respeto. "Señorita Jules, por favor, pruebe. Todos estos platos están hechos especialmente para usted por orden del señor Stewart. Son nutritivos". Las gachas se cocinaron a fuego lento y estaban adornadas con rodajas de pescado. Eran exquisitamente suaves y sabrosas. Además de esta comida blanda, había platos que contenían hígado de ganso y otros pequeños platos acompañantes, en su mayoría con efectos altamente nutritivos y enriquecedores de la sangre. Lucille tomó pequeños bocados. Después de terminar su comida, se limpió la boca con tranquilidad. "¿Dónde está Frank?" El sirviente respondió respetuosamente: "El señor Stewart se quedó con usted durante dos días. Tuvo que ir a la empresa temprano esta mañana debido a asuntos urgentes y se espera que regrese por la tarde". "Oh." Esto no podría haber sido mejor. Lucille tenía pensamientos en su mente, pero no reveló nada en su rostro. Tan pronto como los sirvientes terminaron de limpiar los platos y salieron de la habitación, Lucille se levantó inmediatamente de la cama, caminó hacia la ventana y miró afuera levantando una esquina de la cortina. La finca era enorme y el número de guardias que Frank había desplegado era incluso mayor que antes. Había guardias por todas partes, tanto dentro como fuera de la finca. Escapar era prácticamente imposible. Lucille respiró profundamente. Aunque fuera imposible, tenía que intentarlo. Frank no estaba. ¡Esta era la mejor oportunidad! ¡Para escapar, lo primero que había que hacer era quitarle el collar electrónico del cuello! El collar tenía un rastreador. Lucille no tenía idea de cómo Frank había logrado detener el rastreador, pero sabía que una vez que saliera de la finca, el rastreador se reactivaría. Lucille buscó por la habitación rápidamente y finalmente descubrió un adorno colgado en la pared, dentro del cual había un trozo de alambre. ¡Podría usarse para desbloquear el collar electrónico! Lucille dobló con fuerza el alambre hasta darle la forma de un pequeño gancho que tenía el tamaño justo para encajar en la cerradura. Ella lo movió lentamente y con paciencia. El collar electrónico fue una creación suya. Encontrar el truco para desmontarlo no fue una tarea difícil. Al poco rato, se oyó un leve clic: el collar electrónico se desbloqueó. Lucille exhaló y sintió que un alivio repentino la invadía. Colocó el collar electrónico desmontado dentro de la colcha y luego llamó al sirviente anterior. El sirviente abrió la puerta y preguntó: "Señorita Jules, ¿qué puedo hacer por usted?" Lucille sonrió levemente. "¿Me prestas tu ropa por un momento?"

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