Webfic
Open the Webfic App to read more wonderful content

Capítulo 15

Todas las miradas se posaron enseguida en Elena. La atmósfera en la habitación era más silenciosa que un cementerio a medianoche. Aunque Elena ya había cerrado los ojos, aún sentía una mirada sumamente peligrosa clavada sobre ella. —Todos, fuera. Con una orden que resonó como un trueno seco, por fin se rompió el silencio del lugar. Tanta gente moviéndose, pero solo se oían pasos; ni un solo otro sonido. Al marcharse, todos la miraban con ojos llenos de compasión. Aquellas miradas de tristeza eran como si estuvieran viendo a alguien que ya estaba muerta. Vio a Laura abrir la boca, pero antes de que pudiera decir algo, dos guardaespaldas vestidos de negro la arrastraron fuera. Pronto, la sala que antes estaba repleta quedó vacía. Solo permanecían allí Sergio y Elena. —Acércate. La voz era autoritaria, incuestionable. Elena temerosa lanzó una mirada furtiva a Sergio, tratando de descifrar su estado de ánimo a través de su expresión. Pero él no mostraba ninguna emoción; su semblante era sereno, sin rastro alguno de enojo ni desprecio. Elena se acercó cautelosa y fue la primera en romper el silencio del lugar. —Perdón… —¿Y eso perdón cómo por qué? —Por haberme acostado contigo... —... Los labios de Sergio se torcieron ligeramente sin que él lo notara, y extendió la mano para sujetarle la muñeca. De repente la apretó con fuerza. Antes de que ella pudiera reaccionar, perdió por completo el equilibrio y cayó hacia atrás, terminando justo sentada en el regazo de Sergio. —¡¡!! En su mente apareció de manera involuntaria la imagen de cómo Sergio había tratado a Laura. ¿Y ella aún así se atrevía a sentarse en el regazo de Sergio? ¿No era eso como firmar su sentencia de muerte? Elena intentó levantarse apresurada, pero una mano se posó con fuerza en su cintura y la inmovilizó; no podía moverse. —No te muevas. La voz firme de Sergio sonó detrás de ella. Como si hubiera recibido una orden del rey, no se atrevió a hacer el más mínimo movimiento. Sergio hundió con ansias el rostro en su cuello, inhalando con avidez el aroma que emanaba de su piel. Sergio había pensado que la razón por la que había perdido el control de esa forma aquella noche fue por algún factor externo, pero en ese momento, al volver a percibir su aroma, comprendió que lo que lo descontrolaba no era ningún afrodisíaco, sino ese olorcito a rosas suyo. Simplemente porque se trataba de ella, así era de sencillo y puro. Como si fueran genes perfectamente compatibles, esto era algo grabado en lo más profundo de sus huesos. Luego, Sergio la abrazó desde atrás y la giró. Debajo de ella ardía una temperatura abrasadora. Se sintió incómoda e intentó con todas sus fuerzas zafarse, pero alguien le quitó la máscara. Ya no podía seguir ocultándose tras una máscara frente a Sergio. Descubrió que, al ver su rostro, Sergio no mostró ni un ápice de sorpresa, como si desde hace tiempo hubiera sabido que esa persona era efectivamente ella. —Parece que ya lo sabías desde antes... Antes de que pudiera formular la pregunta, alguien le sostuvo la cabeza y un aliento caliente y húmedo cubrió sus labios, invadiendo con avidez su boca. —Mmm... Su razón le decía que en ese momento debía resistirse, pero su cuerpo se debilitó, sin fuerzas siquiera para apartarlo. El ardiente beso de Sergio descendió de sus labios a su cuello, y de allí a su clavícula. Iba inquieto de un lugar a otro, con avidez, como si no quisiera dejar ni un centímetro sin explorar. La voluntad de Elena comenzaba a desvanecerse poco a poco; envuelta en la profunda confusión y el deseo, estaba a punto de entregarse por completo, cuando de repente fue apartada. Sus ojos brillantes reflejaban cierto desconcierto. Sergio: —Lo siento, me dejé llevar. Elena frunció los labios y se limpió la humedad de los suyos con la mano. Cuando la besaba no parecía haber perdido el control, pero ahora sí. —¿Te decepcioné? —No. Ella desvió con rapidez la mirada, sin querer verlo, como si estuviera molesta. —Siempre supiste lo que ocurrió aquella noche. ¿Entonces, por qué no me lo dijiste? —Sergio la miró fijamente y siguió preguntando: —¿Fue esa mujer quien te dijo que lo ocultaras? Elena hizo mala cara: —Claramente ustedes se equivocaron. Laura es una gran amiga mía, por lo tanto no podía hacerle daño. —¿Y por eso sí podías hacerme daño a mí? —¿Cómo te hice daño yo a ti? —... Sergio no supo en ese instante qué responder; ni siquiera él tenía muy claro por qué había dicho algo así. Pero al pensar que Elena claramente sabía lo que había pasado y aun así no se lo dijo, lo invadía una mezcla de enojo e, inmensa tristeza... ¿Y hasta un poco de desilusión? Esa emoción era extraña. Sergio era muy bueno reprimiendo sus sentimientos, así que enseguida cambió de tema. Sacó un cheque del bolsillo y se lo entregó a Elena. —Esto es una compensación por lo de esa noche. Un cheque apareció de pronto frente a Elena. Al enfocarse bien, ¿doscientos mil dólares? Estaba tan sorprendida que ni siquiera se atrevió a extender la mano para tomarlo. Lo negó, el rostro completamente encendido. —Esa noche ambos nos dejamos llevar. Somos adultos, fue solo una necesidad natural. Yo también la pasé bien. No necesitas compensarme por eso. Para no tener que aceptar el cheque ni hacer sentir incómodo al otro, se forzó a decir esas palabras, deseando que todo terminara pronto. No podía permitirse cargar con ninguna consecuencia. —¿No deberíamos agregar "servicio sexual contratado"? —¿Ah? —Una follada bien rica, nada más que eso. —¿Eh...? —Después de diez segundos procesando lo que escuchó, Elena se puso aún más roja, tal roja cómo una manzana madura: —No quise decir eso. Aunque, sí lo había pensado. Como si hubiera contratado a un modelo masculino. Uno con el físico de Sergio fácilmente costaría cientos de dólares... ¡Y ella no tuvo que pagar nada! Solo con pensarlo, su ánimo mejoró muchísimo. Pero jamás imaginó que hasta ese pensamiento tan oculto sería descubierto por Sergio. Bajó la cabeza con timidez, evitando a toda costa hacer contacto visual con él. Sergio dijo: —Esa noche fui yo quien tomó la iniciativa, así que también es justo que te compensé por eso. Sin darle oportunidad de negarse, el cheque fue metido a la fuerza en la mano de Elena. Elena temerosa mordió su labio. Su voz temblaba un poco, pero aun así sonó firme. —Yo... No... Vendo mi cuerpo. Las pausas delataban su nerviosismo, pero cada palabra fue pronunciada con claridad, tratando a toda costa de proteger su dignidad. Mientras no aceptara ese dinero, aún conservaba su orgullo. Después de decir eso, Elena incluso imitó el gesto de Sergio y le devolvió el cheque a la fuerza. Sergio no pudo en ese instante evitar soltar una risita. ¿Ni siquiera doscientos mil dólares podían comprar ese orgullo? —¿Trescientos mil? —No lo quiero. —¿Quinientos mil dólares? —¡Te dije que no lo quiero! Los ojos de Elena brillaban de terquedad, y con los labios fruncidos, se mantenía firme en sus principios. Sergio finalmente dejó de insistir con el precio. Al verla así, incluso sospechó que esa mujer podía ponerse a llorar en cualquier momento, y eso le produjo cierta ternura. —Está bien. —cedió Sergio: —Entonces cambiemos de tema. Mientras hablaba, jugaba con los delicados dedos de Elena, acariciándolos de vez en cuando con suavidad. —Cásate conmigo. —¿Qué? Elena se quedó paralizada. Conocía todas esas palabras, pero juntas... no le hacían mucho sentido. ¿Sergio quería casarse con ella? ¡Eso tenía que ser una broma! ¿Verdad? Tardó unos cuantos segundos antes de poder hablar: —¿Escuché mal? —No escuchaste mal. Dije que te cases conmigo. En casa me están presionando demasiado y necesito tener una fachada. —La verdad, podrías buscar a otra persona. Yo no tengo intenciones de eso por ahora. —Te daré cien mil dólares mensuales como dinero de bolsillo. —Creo que será mejor que no... Además, apenas nos conocemos. Casarse sería algo demasiado precipitado. En serio, no tengo ese plan en mente... Elena forzó una sonrisa mientras retiraba su mano de la de Sergio. Solo de recordar lo que había pasado hace poco, su corazón volvía a llenarse de miedo. Temía que la próxima persona a la que le apretaran el cuello y amenazaran con lanzarla a un estanque de cocodrilos... Fuera ella. Así que decidió mejor rechazarlo con cortesía. No importaba cuán atractivo fuera él, su vida era más importante. Además, casarse solo beneficiaría a Sergio; para ella, esto no representaba ninguna ventaja.

© Webfic, All rights reserved

DIANZHONG TECHNOLOGY SINGAPORE PTE. LTD.