Capítulo 22
El médico se fue en cuanto terminó de hablar.
Xavier caminaba de un lado a otro, desesperado.
De pronto, Norma se levantó y tomó la iniciativa de hablar.
—Con respecto a esta situación... En realidad, creo que podría intentar encontrar una solución.
Al escuchar eso, Xavier emocionado centró su atención en Norma.
—¿En serio? ¡Pero estamos hablando del médico de cabecera de la familia Gómez! Yo intenté varias veces acercarme al señor Sergio por motivos de trabajo y ni siquiera logré cruzar palabra con él. ¿De verdad podrías lograr que la familia Gómez accediera a ayudar?
—Mi jefe es amigo de la infancia del señor Sergio. Tal vez pueda llevarme a verlo y, si logro hablar con él, estoy segura de que aceptará si se lo pido con insistencia.
Marta entusiasmada se apresuró a apoyarla.
—Es cierto. Nuestra Nori es tan querida, y además tan bonita... Hasta el señor Sergio seguro te concedería el favor.
Xavier sonreía ampliamente, lleno de orgullo.
—¡Qué maravilla! ¡Nori, de verdad eres mi mejor hija! ¡Estoy tan orgulloso de tener una hija tan linda y colaboradora como tú!
Elena observaba a esa familia tan unida y feliz, sintiéndose fuera de lugar.
Era simplemente una extraña para ellos.
Y aun así, no podía evitar sentir un poco de envidia.
Unas enfermeras trasladaban la cama de Nancy fuera de la sala de emergencias, de regreso a su habitación habitual.
Elena se apresuró a acercarse y siguió junto a la cama de Nancy hasta la habitación.
Ella también sabía que Xavier estaba dispuesto a hacer todo lo posible por salvar a Nancy, y que no era únicamente por lazos de sangre, sino también por el valor que Nancy representaba.
Nancy era una de las diseñadoras más reconocidas del país. En sus inicios, Xavier había logrado hacerse un lugar en el mundo de los bolsos gracias a los exclusivos diseños de Nancy. Pero Xavier no tenía capacidad suficiente ni visión a largo plazo; dejó pasar grandes oportunidades, fue estafado en colaboraciones y los diseñadores que contrataba no tenían verdadero talento para ello. Sus empleados no querían esforzarse, y casi ninguno era competente en este gremio. Los pocos que sí lo eran, ya se habían marchado.
Durante todos estos años, los productos de la empresa solo lograban ventas si eran modelos diseñados y supervisados por Nancy. Los demás diseños prácticamente no se vendían y no generaban ningún tipo de ingresos.
Pero Nancy ya era una persona mayor, y además estaba enferma. Con el paso del tiempo, sus diseños eran cada vez más escasos, y la empresa llevaba años en decadencia total. Si Nancy moría en ese momento, ya no sería una simple caída: ¡la empresa estaría condenada al inminente fracaso!
Elena se arrodilló junto a la cama. Pasó un buen rato antes de que Nancy por fin despertara.
Cuando Nancy abrió los ojos y la vio, poco a poco una sonrisa apareció en su desgastado rostro. Alzó una mano ligeramente envejecida.
—Eli...
Elena entendió de inmediato lo que Nancy quería decir y le tomó cariñosa la mano.
—Abuela.
—El poder verte de nuevo... Me alegra tanto... Te he... Extrañado muchísimo...
La voz de Nancy era un poco afónica, pero seguía siendo dulce y afectuosa.
Los ojos de Elena comenzaron a llenarse de lágrimas sin poder evitarlo.
—Yo también te extrañaba mucho abuela. Tenía miedo de que no me creyera, de que ya no quisiera reconocerme como su nieta. De verdad, yo no robé ese collar.
—Lo sé... Te creo.
Tan solo esa frase tan sencilla hizo que Elena sintiera una impresionante calidez que no experimentaba desde hacía mucho tiempo.
Por fin había alguien dispuesto a creer en ella.
Sus ojos se humedecieron aún más, y su voz se tornó temblorosa: —Gracias, abuela, por confiar en mí. Abuela, por favor, tienes que ponerte bien.
—Conozco a la perfección mi cuerpo... Y me temo que no me queda mucho tiempo...
De pronto, Nancy apretó con fuerza la mano de Elena y, con un tono solemne, le dijo: —Hay algo muy importante que debo confiarte.