Capítulo 2
Al amanecer del día siguiente.
Elena despertó envuelta en un dolor intenso, intentando mover su cuerpo, pero descubrió que algo la retenía con firmeza, impidiéndole cualquier movimiento.
¿Quién era él?
¿Dónde estaba?
¿Qué se supone que debía hacer?
Estas preguntas pasaron fugaz en su mente mientras su razón volvía poco a poco, recordando finalmente todo lo que había sucedido la noche anterior.
Honestamente, había dolor pero también algo de dulzura; la experiencia fue intensa, pero agradable la otra parte se esforzó mucho.
Pero, después de todo, fue su primera vez, y casi resultó fatal.
Al girar ligeramente la cabeza, lo primero que vio fue esa cara tan atractiva que casi todos encontraban insoportable. El hombre tenía los ojos cerrados, y sus largas pestañas temblaban de vez en cuando con cada respiración, como suaves plumas que hacían cosquillas en el alma.
Elena se deslizó sigilosa de los brazos del hombre, recogió del suelo el uniforme habitual del casino: una minifalda, una camisa sin mangas y una corbata de lazo.
La ropa, estirada por la violencia de la noche anterior, estaba algo floja, pero ella se esforzó al máximo en ajustarla y se peinó con el típico moño alto, colocándose también una máscara dorada.
Este era el atuendo habitual del casino.
Después de vestirse, intentó abrir la puerta, más por suerte que por expectativa.
¡Tenía que escapar de allí!
Sin embargo, para su sorpresa, la puerta se abrió con un empujón.
El hombre que la había arrastrado a la habitación la noche anterior estaba de pie afuera de la puerta, sorprendido al principio, pero luego ansioso por saber.
—¿Todo resuelto?
—Yo... Tengo que ir a trabajar.
Elena, sonrojada y avergonzada solo de pensar en lo sucedido la noche anterior, incapaz de enfrentarse a los demás y sin ganas de hablar, huyó del lugar lo más rápido que pudo sin mirar atrás.
Miguel observó atento cómo Elena huía y no pudo evitar sacudir la cabeza.
—No es raro que no haya funcionado, pero siendo razonables, incluso si no funcionó, se pagaría un salario por el esfuerzo, ¿entonces por qué correr así? —Desistió de explorar lo que la mujer podría estar pensando y giró para entrar en la suite.
La suite estaba en completo desorden, y al adentrarse más en la habitación, encontró el traje, el pantalón y la ropa interior de Sergio tirados por todas partes, y en la sábana blanca había una mancha de sangre bastante obvia...
Miguel reaccionó de inmediato y fue a revisar a Sergio en la cama.
—Señor Sergio, ¿se encuentra usted bien?
Sergio algo confundido en medio de su sueño no sabía que decir o pensar.
Con dificultad abrió los ojos solo para ver el rostro ampliado de Miguel, e hizo mala cara con decisión, pateando a Miguel fuera de la cama.
—¡Fuera!
Miguel se levantó asustado del suelo, aún preocupado por Sergio.
—Señor Sergio, ¿está usted acaso lastimado? ¡Esa mujer se atrevió a lastimarlo mientras estaba inconsciente, eso es imperdonable!
Sergio, recién despertado y viendo la mancha de sangre en la cama, sus ojos se ensombrecieron ligeramente y habló clamado.
—Esa no es mi sangre.
—Entonces es... —Miguel miró la mancha de sangre, quedó paralizado al momento sin poder pensar, hasta que finalmente comprendió una realidad increíble: —¿es... de esa mujer?
Sergio no respondió.
Pero su silencio lo decía todo.
¡Las suposiciones de Miguel eran correctas!
Miguel murmuró: —¿Entonces todo se resolvió?
—¿Dónde está ella?
—Acaba de irse.
—¿Se fue?
Sergio apretó los labios, con su mirada sombría, pensando en algo.
¿Así que se fue justo después de que se resolvió?
Gruñó con desprecio.
Seguir la regla de "pago por servicio" parecía haber funcionado bien.
Miguel no se atrevió a especular sobre los pensamientos de Sergio, solo reflexionaba.
La figura y el aspecto de esa mujer eran excelentes, aunque siempre tenía un aire de informalidad que le preocupaba a Miguel, pensando que Sergio no se fijaría en ese tipo de mujer, pero resultó que el siempre reservado señor Sergio prefería ese tipo.
Pero... Esa mujer parecía ser tan experimentada, ¿cómo era posible que hubiera sangre?
Eso era demasiado extraño.
—Salga.
La voz de Sergio sacó enseguida a Miguel de sus pensamientos.
En ese momento, Sergio estaba cubierto arriba solo por una cobija, y abajo desnudo. La verdad era que, después de tantos años junto a Sergio y habiendo visto tantas veces cómo se veía vestido, esta era la primera vez que Miguel lo veía sin ropa.
—Si las orejas no le sirven, puede cortárselas.
Una nueva advertencia hizo que Miguel comprendiera la gravedad de la situación y se retirara del cuarto a la menor brevedad posible.
La velocidad de su retirada también estaba relacionada con su supervivencia.
Al cerrar la puerta, Miguel se permitió relajarse un poco.
Su vida estaba a salvo.
—Señor Miguel, lo siento.
Una mujer vestida con el uniforme del casino apareció de repente frente a Miguel, inclinándose en disculpa. —Lo de anoche... Lo siento mucho, no pude completar la tarea... En realidad lo siento mucho...
Miguel examinó en detalle a la mujer frente a él, que vestía exactamente igual que esa mañana y tenía la misma figura, aunque parecía diferente en su aura.
Miguel no lo pensó demasiado, suponiendo que era su imaginación, que una chica se transformara en mujer, y era normal que su aura cambiara un poco; quizás solo se había apresurado a salir esa mañana para arreglarse después de enfrentar tal situación por primera vez.
Él la trato de animar.
—Sé que no tienes experiencia, y quizás el proceso no fue muy agradable, pero el resultado fue excelente, lo hiciste muy bien, aquí están los doscientos mil dólares que te prometí.
Miguel le entregó con gusto un cheque a la mujer, recordándole al mismo tiempo: —Pero tienes que asegurarte de que nadie sepa sobre esto, ¿entendido?
Laura estaba algo confundida.
Ella no había estado allí el día anterior, por supuesto que no sabía nada, y no tenía nada que decir al respecto.
El cheque de doscientos mil dólares estaba frente a ella, lo miraba con ojos llenos de deseo y sin ninguna razón para no aceptarlo.
—Entendido.
Tomó el cheque firmemente en sus manos y agradeció con solemnidad.
—Bien, puedes irte.
—Muchas gracias, don Miguel.
Laura se alejó apresurada con el cheque en mano.
—
En el club detrás de bastidores.
Los empleados que habían terminado el turno nocturno estaban en el vestuario descansando un poco y cambiándose de ropa mientras charlaban.
La jefe encargada del área de descanso apareció, furiosa y gritando.
—¿Dónde está Elena? ¡Elena!
Elena, que estaba cambiándose en un apartado rincón, levantó la mano temblorosa, con una voz apenas audible.
Quizás porque se sentía culpable.
—Estoy aquí.
—Te encargué que entregases una botella de vino, y no lo hiciste en toda la noche, ¿dónde está el vino? ¡No pude encontrarte en toda la noche!
Elena nerviosa mordió su labio, incapaz de responder.
El supervisor pensó que el comportamiento de Elena era una verdadera falta de respeto y se enfureció aún más: —¿Desaparecer solo por entregar una botella de vino, a dónde fuiste a holgazanear?
—Carmen, lo siento, anoche hubo un imprevisto...
—No, me importa el imprevisto, el hecho es que el vino no fue entregado, te descontaré los 850 dólares del vino y los 30 dólares de tu salario de anoche. Si algo así vuelve a ocurrir, mejor no vuelvas.
Elena palideció, sin posibilidad de réplica.
La falta de entrega del vino era un hecho, como también lo era la pérdida de su honor.
Solo le faltaba el salario de este mes para completar su matrícula, y con esa deducción, no tenía forma cómo solucionar su matrícula.
Tan ansiosa que ni siquiera sentía las uñas clavándose en su carne.
Su mundo se estaba derrumbando poco a poco.
Los ojos le picaban, las lágrimas giraban en sus órbitas.
Justo cuando Carmen se fue, Laura entró al vestuario, con una sonrisa de oreja a oreja y orgullosa dijo.
—¡Hoy gané un montón, invito a todos a comer!