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Capítulo 31

Elena se quedó inmóvil. La exorbitante suma que le solicitó provocó que su mente se bloqueara al momento antes de poder recomponerse. Se dio cuenta de que había sido demasiado ilusa al pedir la ayuda de Javier, lo cual sonó muy falso, así que apresurada se disculpó. —Disculpe, doctor Javier, hablé precipitadamente, por favor, no me lo tome a mal, pues en verdad necesito su ayuda. —No estoy bromeando contigo. Elena abrió la boca perpleja, pero al final no logró articular palabra. Estaba demasiado impactada. ¿En serio habían aumentado tanto los costos de una cirugía? ¿O acaso era un precio solo para los ricos? —Ese es el monto que cobro por un contrato anual con la familia Gómez, aparte del tiempo que ellos requieran, el resto lo dedico a la investigación. Además, realizo solo dos cirugías a la semana, intentando salvar a tantos pacientes como sea posible, pero siempre dando prioridad a los más necesitados. —explicó en detalle Javier. —Mi abuela también está en una situación bastante crítica, fue llevada de emergencia ayer y casi no logra sobrevivir. —dijo preocupada Elena. —A su edad, lo más recomendable sería un tratamiento conservador, no una cirugía —aconsejó en voz baja Javier. —Sin embargo mi abuela es todo para mí, si optamos por el tratamiento conservador, quizás no sobreviva hasta el próximo mes... —Cada paciente es crucial para sus familiares. —Javier habló con total serenidad, sus ojos mostraban una calma analítica: —Para ser franco, solo intervengo en casos que en verdad lo merecen, y a su edad, no lo considero necesario. Elena, mordiéndose nerviosa el labio inferior, no pudo añadir nada más. Ella entendía lo que Javier decía, pero la persona que necesitaba la operación era su abuela, su única familia, y no estaba dispuesta a rendirse. —Elena. Una voz sombría sonó detrás de ella. Se giró con brusquedad, solo para encontrarse con Sergio parado en la puerta del salón de descanso, observándolos con una mirada intensa e inquietante. De repente, sintió como si la hubieran atrapado en un acto indebido. Javier, sin embargo, se mostró imperturbable, dirigiéndose a Sergio: —Espérame un momento. Luego se marchó. —Entra. Sergio abrió la puerta del salón y se quedó sosteniéndola, su mirada estaba fija en Elena. Era una presión casi palpable. ¿Cómo podría Elena hacer esperar a Sergio de esa manera, y por qué razón lo hacía? —Ya voy. No se atrevió a contradecirlo y lo siguió obediente al interior. El enfermero que atendía a Sergio intentó seguirlos, pero la puerta del salón de descanso se cerró con brusquedad, casi golpeándole en la cara. Al cerrarse la puerta, se escuchó la voz autoritaria de Sergio. —Nadie entra. —¡Fuera! El enfermero, aún aturdido, casi creyó sentir el impacto en su cara. Lo que más temor le causaba era la expresión sombría de Sergio, por fortuna no había entrado, porque habría sido demasiado aterrador. Una vez recuperado, comenzó a preguntarse una y otra vez, aunque Sergio siempre había mostrado un semblante distante y había cooperado de la mejor manera, parecía de buen ánimo hasta que vio a esa mujer y al doctor Javier conversando. Podría haberse sentido molesto por algo en su charla. ¿Qué podía tener de malo para enfadarle tanto? El enfermero no comprendía y no se atrevía a preguntar, simplemente se alejó obedeciendo las órdenes de Sergio, sin atreverse a acercarse más al salón de descanso. — Dentro del salón de descanso. Elena apenas había entrado y aún no comprendía la situación cuando ya había sido acorralada en una esquina por la imponente figura de Sergio, con la espalda contra la puerta y con la mirada hacia él. —¿Qué sucede?

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