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Capítulo 32

Sergio se apoyó cuidadoso con una mano en la puerta, inclinándose hacia adelante, acercando su atractivo rostro cada vez más al de Elena, hasta casi rozar su cara. Elena, sorprendida por esto, abrió desmesuradamente los ojos y luego, asustada, los cerró y giró perpleja la cabeza, evitando a Sergio. Sergio pensativo la observó fijamente, pensativo. Recordó que Elena había buscado hablar con Javier, y eso lo hizo pensar en el mensaje que ella le había enviado preguntando por Javier, aunque en ese momento él había estado concentrado en que Elena lo acompañara a un chequeo médico, y había ignorado por completo todo lo demás. Ahora, al recordarlo, llegó a una conclusión. —¿Viniste conmigo al chequeo médico solo por Javier? Murmuró Sergio, su aliento cálido tocó de manera inadvertida su oreja, haciendo que se sonrojara. Ella seguía con la cabeza girada, sin atreverse a mirar a Sergio, pero al menos respondió con honestidad a su pregunta. —Sí. Una palabra simple, pero fue suficiente para que los ojos de Sergio se encendieran con un fuego abrasador. Elena fue agarrada de la muñeca y presionada contra la puerta, su mandíbula fue sujetada con firmeza, obligándola a enfrentar a Sergio cara a cara. —¿Te gustan de su tipo? —No tengo... —¿Sigues mintiéndome? Si no te gusta, ¿por qué te sacrificas viniendo conmigo? —Admito que te utilicé es verdad, pero... Antes de que pudiera terminar, sus labios fueron sellados de forma dominante, su aliento cálido mezclado con su masculinidad embriagante nubló de forma abrumadora su mente. No tenía dónde esconderse. —Sergio... Intentó luchar, llamando su nombre. Pero cuanto más lo hacía, más dominante y despiadado se volvía Sergio, sin concederle una oportunidad de hablar. La mano que estaba en su barbilla ahora rodeaba su cintura, atrayéndola más cerca, ambos estaban tan juntos que Elena podía sentir con claridad los latidos de su corazón y los de ella, latiendo tan rápido que pensó que se asfixiaría. Por fin tuvo la oportunidad de empujarlo con ambas manos en los hombros, inclinando la cabeza hacia atrás para lograr esquivar su beso. Justo cuando sus bocas se separaron, se encontró con los oscuros y sombríos ojos de Sergio. La mano de Sergio que sujetaba su muñeca se soltó, y ella temió que fuera a estrangularla en un ligero arrebato de ira. —Espera, ¿puedo terminar de hablar? —¿Terminar? ¿Para decir que te gusta él? —¡No es eso! ¿No puedes simplemente escuchar? Elena elevó la voz, sonando un poco feroz, lo que para su sorpresa hizo que Sergio se calmara. Sergio furioso frunció sus dientes, conteniéndose. —Está bien, habla de una vez. Elena tragó saliva. Sintió que si no se explicaba bien, podría ser su final. Pero tenía que aclarar las cosas. —Es por mi abuela, está enferma. El médico a cargo dijo que el doctor Javier es un experto en esta área y uno de los mejores médicos del país. Si él realiza la cirugía, las posibilidades de éxito aumentarían de forma significativa, por eso vine a buscarlo. —¿Eso es todo? Elena contestó. —Sí. —Podrías habérmelo dicho sin rodeos. Al oír eso, los ojos de Elena brillaron con esperanza, y preguntó: —Entonces, ¿me ayudarás, verdad? Sergio curvó sus labios en una sonrisa, pero sus palabras fueron despiadadamente frías. —No.

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