Capítulo 35
Al oír la voz, Elena, que estaba comiendo con atención, giró silenciosa la cabeza para ver quién era.
Por el corredor cercano se acercaba una mujer de rostro delicado y cabello largo y suave que brillaba con luz propia, vestida con un elegante traje rosa que realzaba su figura esbelta y emanaba un aire gentil y encantador.
De hecho parecía provenir de un entorno privilegiado, lo que hacía que el atuendo de Elena pareciera algo simple y carente de elegancia en comparación.
Ante la desconocida, Elena sintió una ligera inseguridad y enseguida con precaución volteó su mirada hacia Sergio.
Él también la miraba y, en lugar de responderle a la mujer, comenzó a presentarla.
—Mi abuelo y su abuelo se alistaron juntos en el ejército, eran camaradas y ahora son socios comerciales. Nuestras familias han mantenido una buena relación, por lo cual mantenemos una comunicación constante.
Elena reflexionó sobre las palabras de Sergio.
¿Esto significaba que esta mujer y Sergio se conocían desde niños y tenían una relación cercana?
La mujer ya había entrado en el cubículo, apoyando con suavidad sus dedos delicados sobre la silla de Sergio, dando la ligera impresión de ser una pareja de enamorados.
Aunque Sergio había ignorado su comentario inicial, ella no pareció molestarse; sus ojos y la curva de sus labios mantenían una amplia sonrisa, como si solo entonces hubiera notado a Elena, con una visible sorpresa en su mirada.
—¡Vaya, Sergio! ¿Qué haces hoy comiendo aquí con una mujer? Antes solías evitar este tipo de compañía.
—Lo que yo haga no es asunto tuyo.
—Oh, no te enfades, no quería insinuar nada malo, solo era una pregunta casual. —Dijo la mujer, tratando de disimular, incluso dando una palmadita en el hombro de Sergio: —¿Por qué la prisa?
—...
Sergio prefirió no continuar con la conversación.
Sin embargo, la mujer se sentó justo al lado de Elena con una actitud amigable y la saludó.
—Hola, me llamo Silvia.
Aunque Elena se sentía algo incómoda por su presencia, la actitud amigable de Silvia no le dejaba espacio para ser hostil, así que respondió con una linda sonrisa: —Hola, soy Elena.
—Qué bonito nombre.
—Gracias.
Elena respondió algo cohibida.
La presencia de esta desconocida, tan elegantemente vestida, incrementó la presión sobre Elena, quien ya comía de manera muy contenida.
El intento desesperado de Elena de comer de forma delicada también era un esfuerzo por mantener su propia imagen, algo comprometida en ese momento. Sin embargo, no esperaba que Silvia exclamara sorprendida: —¡Vaya! ¿Vas a comer todo eso tú sola?
—...
El bocado de pernil que Elena estaba a punto de comer de repente perdió todo su sabor.
Silvia continuó con una mirada de preocupación: —¿No te sientes mal comiendo tanto de una vez?
—...
Elena sintió que esa preocupación no era del todo sincera, pero la expresión de Silvia era tan convincente que por un instante la hizo dudar.
Luego, Silvia añadió: —Yo como muy poco por lo general, si comiera tanto, probablemente me haría daño. Eres muy valiente.
—Jeje...
Elena sonrió opero con una mueca casi que forzada, finalmente comprendiendo que el comentario era un sarcasmo sobre su apetito.
En verdad, Elena se veía un poco más robusta que Silvia, quien era delgada y elegante, mientras que ella tenía curvas más definidas, lo cual ciertamente la hacía parecer un poco más voluptuosa, pero estaba contenta con su figura y no se sentía inferior.
Elena respondió con una linda sonrisa: —Supongo que es porque soy joven y tengo buena digestión.
La sonrisa de Silvia se congeló en su rostro.
Sergio observaba atento la divertida interacción entre ellas con una sonrisa llena de significado.
Era astuta y sabía cómo responder.
Silvia tardó un momento en recuperarse, su sonrisa gentil reapareció mientras giraba hacia Sergio con un tono bastante coqueto.
—Sergio, ¿cómo es que traes a una jovencita a comer y la provocas de semejante manera? Deberías ser más reservado.