Capítulo 36
Parecía como si una esposa estuviera regañando a su esposo.
Sergio sonrió con los labios fruncidos, diciendo: —Ser joven es bueno, y ser joven y bello es aún mejor.
El rostro de Silvia mostraba una expresión compleja.
Sergio habló de nuevo.
—¿No viniste aquí a comer? ¿Por qué aún te quedas aquí? Ya casi hemos terminado de comer, supongo que no te gustará comer los restos, ¿verdad?
Silvia mordió furiosa su labio.
Ya se le había pedido que se fuera, ¿cómo podría seguir quedándose aquí sin vergüenza?
Ella se levantó de inmediato, diciendo: —Hmm, ya tengo una cita para comer con un socio, así que me iré primero. Ustedes sigan tranquilos comiendo; yo invito a esta comida, considéralo como si yo hubiera invitado a esta joven.
Cada vez que mencionaba a esta joven, Elena se sentía muy incómoda.
Sergio respondió: —No me falta ese dinero.
—Solo es un gesto amable.
—Entonces, gracias por tu amabilidad.
Silvia forzó una sonrisa, añadiendo: —Bueno, no me lo pones fácil, entonces la próxima vez invitaré a esta joven a comer.
Por fin, Silvia se fue y la atmósfera en el salón privado pareció aliviarse un poco.
Elena se relajó visiblemente.
Sergio, aun sonriendo le preguntó: —¿Te asusta, verdad? Respondiste muy bien.
Elena frunció los labios: —Solo respondí con firmeza.
—Eres bastante audaz.
—Es necesario serlo.
Elena volvió a concentrarse en su comida, decidida a no dejar pasar ni el último bocado, empeñada en dejar los platos limpios.
Viendo que Elena casi había terminado todo, Sergio, algo preocupado, preguntó: —¿Quieres que pidamos algo más?
—No, está bien.
Respondió ella mientras engullía el último bocado, luciendo satisfecha, como un adorable hámster, lo que llenó a Sergio de una sensación reconfortante.
Sergio le sirvió una taza de café y se la pasó.
—Toma un poco de café para digerir.
—Está bien.
No se sabe si fue el café o simplemente había bebido mucho líquido, pero Elena sintió la necesidad de usar el baño, mientras Sergio esperaba respetuoso en el cubículo.
Ella terminó en el baño y mientras se lavaba las manos en la entrada, coincidió con Silvia, que entraba con tacones altos.
El sonido agudo de los tacones resonando en el mármol era claro y melodioso.
Al levantar la vista, Elena se encontró justo con Silvia a través del espejo del lavamanos
Esta vez, Silvia no mostraba ninguna de las amables sonrisas de antes, su rostro era sombrío e indiferente, y no parecía sorprendida al verla.
Silvia se colocó junto a Elena en el lavamanos, abrió el grifo y comenzó a lavarse las manos, el ruido del agua casi ahogaba su voz.
—Elena, ¿en verdad? He visto a muchas chicas intentar acercarse a Sergio como tú, y ninguna ha tenido éxito. Admito que eres algo más capaz que las demás, al menos conseguiste comer con él, pero te advierto de una vez por todas, aprovecha la oportunidad y luego retírate lo más lejos posible, no te involucres demasiado, porque el mundo de él es algo que nunca podrás alcanzar, no te hagas ilusiones.
Elena terminó de lavarse las manos y se secó con una toalla de papel, sonriendo mientras respondía.
—Gracias.
¿Dices que gracias?
Silvia hizo mala cara, sintiéndose como si hubiera golpeado el algodón con su puño, cerró enseguida el grifo y tomó una toalla de papel para secarse las manos: —Dime, ¿cuánto dinero necesitas para alejarte de Sergio?
Elena no esperaba encontrarse con este tipo de intrigas típicas de las familias adineradas.