Capítulo 49
Después de levantarse, Elena se arregló un poco y, al salir de la habitación, vio a Laura tirada en el sofá del salón, comiendo botanas y viendo entretenida la televisión.
Al escuchar el ruido, Laura se levantó a toda prisa.
—¿Tienes hambre? Te cociné unas pastas. Ven a comer algo primero y luego regresa a descansar.
Elena preguntó con cierta curiosidad: —¿Hoy no tienes que trabajar?
—¿No ves que estás herida? Pues tengo que quedarme contigo, ¿no crees?
Mientras hablaba, Laura ya había ido a la cocina y regresado con un plato de pastas, que colocó entusiasta frente a ella: —Come rápido, luego descansa un rato. Cuando hayas descansado lo suficiente, te llevo a comprar un celular nuevo.
—Quizás en un rato tenga que salir.
—¡¿Salir?! ¿A dónde vas?
—Antes participé en una actividad de voluntariado de la escuela. Quise pedir permiso, pero la presidenta no me dejó, así que...
—¿Estás loca? ¿Ni siquiera puedes caminar bien y aun así vas a hacer de voluntaria? ¿Qué clase de escuela es esa? ¿¡Son personas o qué!? —Laura la regañó sin piedad alguna y luego agitó la mano con determinación: —¡No le hagas caso! Si no te dejan pedir permiso, entonces falta y punto. ¡Eso ya es demasiado respeto para ellos!
Elena sabía que Laura la estaba apoyando por compasión, pero ella ya había tomado una decisión. Mientras comía las pastas, respondió: —No tengo opción, es por la beca.
—¿Beca? ¿Y cuánto puede acaso valer una beca?
—Las becas de mi escuela son bastante generosas. El año pasado recibí mil quinientos dólares.
—¡¡¡!!!
Laura no se imaginaba que una beca pudiera ser tan alta.
Pensaba que sería como cuando ella estaba en la primaria, que daban más o menos unos treinta o cuarenta dólares, y si no querías, pues ni modo. ¡Pero esto eran mil quinientos dólares!
Laura le dio unas palmadas en el hombro a Elena y enseguida cambió el tono de su discurso: —La vida... Hay sufrimientos que uno tiene que aguantar. Mejor termina tu desayuno y prepárate para ir a la escuela.
—...
El cambio fue tan repentino que Elena casi no pudo reaccionar.
—Pero tienes que aprender a hacerte la tonta. Si nadie te ve, escóndete por ahí en un lugar a descansar. Vas cojeando, tú sabes mejor que nadie cómo estás. ¡Tienes que cuidarte! El cuerpo es tu capital.
—Lo sé gracias por recordármelo.
Elena le agradeció feliz, y después de desayunar y recoger todo, salió de casa.
Cuando llegó a la escuela, todavía faltaban dos horas para la junta de accionistas. La presidenta del consejo estudiantil ya había reunido a todos los voluntarios para pasar lista y comenzar los respectivos ensayos de los distintos procedimientos. El contenido era tan aburrido que daba sueño, pero Elena estaba despierta. Todos estaban de pie escuchando, y su rodilla le dolía demasiado; apenas podía mantenerse en pie apoyándose contra la pared.
Era una verdadera tortura.
Por fin después de repasar todos los procedimientos, a Elena le asignaron la tarea de recibir a los accionistas en la entrada del campus y guiarlos hasta la sala de conferencias.
El grupo de recepción estaba compuesto por cinco voluntarios, entre ellos la presidenta del consejo estudiantil, Patricia. Ese día, ella se había maquillado de manera llamativa, e incluso llevaba puesto un vestido largo de tonalidad verde esmeralda. Se veía fresca y radiante.
Como era de esperarse, los estudiantes de la facultad de artes tenían muy buena apariencia, pero mientras los demás vestían ropa casual para mayor comodidad durante el voluntariado, solo Patricia iba vestida como una supervisora, atrayendo de forma inevitable todas las miradas.
Unas chicas la rodeaban y no paraban de comentar.
—Patricia, te ves lindísima. ¿Te arreglaste así para recibir a tu novio?
—Patricia había sido la novia más duradera del señor Ricardo. Para mí, ella será la última. En el futuro se convertiría sin lugar a dudas en la señora López.
Patricia bajó de pronto la mirada con una leve sonrisa, como si estuviera un poco avergonzada: —Ay, no digan eso...
—¿Tú crees que lo diríamos sin fundamento? ¡Claro que tenemos razones para ello! El señor Ricardo vino esta vez en representación de la familia López para asistir a la junta de accionistas. Eso ya es una postura de heredero. Cuando ustedes se casen, solo tendrás que vivir tranquila como la señora López.
—Patricia, en el futuro tienes que echarnos una manita, ¿eh?