Capítulo 50
—¡Tú vas a ser la que mejor viva de todas nosotras en el futuro, qué envidia!
La sonrisa en Patricia se hizo cada vez más amplia, y su profunda mirada, cargada de una soberbia que no se desvanecía por nada, se posó justo sobre Elena.
Elena temerosa desvió la vista y se encogió aún más en una esquina, esforzándose al máximo por volverse invisible.
No se había siquiera imaginado que también vendría Ricardo López.
Ricardo era un auténtico hijo de familia adinerada. Su abuelo había fundado la exclusiva y lujosa marca nacional Rosa del Desierto, acumulando cuantiosa riqueza durante décadas. Aunque no podía compararse para nada con la familia Gómez, sí estaba a las puertas de la Corporación Valle Dorado, lo que representaba un nivel que muchos ni siquiera podían concebir.
Y entre Ricardo y Elena, había habido una escandalosa historia de rumores.
Durante la fiesta de Año Nuevo en su primer año universitario, Elena interpretó una majestuosa pieza de piano en el escenario.
Vestía un traje largo que rozaba el suelo. Se veía serena y gentil, pero con un resplandor encantador. Desde el escenario, captó con facilidad la atención de todos, tanto hombres como mujeres.
Ricardo, rodeado por un grupo de amigos, había ido a la escuela de teatro a ver el grandioso espectáculo, y el experto en amor quedó cautivado enseguida por aquella chica en el escenario. Desde entonces, no pudo apartar la mirada de ella.
Desde ese momento, Ricardo comenzó a aparecer con frecuencia frente a Elena.
La invitaba a salir, le enviaba flores, bolsos e incluso costosas joyas.
Pero no importaba cuánto lo intentara, Elena jamás aceptó salir con él, ni recibió ninguno de sus grandiosos regalos. Esa dedicación unilateral, sin respuesta alguna, se prolongó por cerca de un mes. Luego, Ricardo cambió de objetivo y comenzó entonces a cortejar a la mejor amiga de Elena, Patricia. Tres días después, ya lo había logrado.
Desde que Patricia comenzó a salir con Ricardo, no paraba de burlarse de Elena, como si se hubiera convertido de pronto en otra persona. Con el tiempo, comenzaron a circular rumores en la escuela: que Ricardo solo había intentado conquistar a Elena para llamar de esta forma la atención de Patricia, que todos los sentimientos venían solo de parte de Elena, y demás comentarios. Nadie sabía en realidad quién los había presentado.
Así fue como Elena y Patricia terminaron enemistadas por culpa de un hombre. Desde entonces, no volvieron a hablar y se convirtieron en completas desconocidas. La presidenta anterior del consejo estudiantil siempre había valorado a Elena, pero al final, durante el cambio de gestión, todas terminaron votando por Patricia.
Ahora Patricia era la presidenta del consejo estudiantil, y Elena seguía siendo solo una asistente más.
Elena echó un vistazo alrededor, buscando un rincón aún más apartado. Ese día había en especial una persona que no quería ver, y otra que no quería que la viera. La mejor opción de todas, sin duda, era desaparecer por completo.
—¡Esa parece ser la camioneta de la familia Gómez!
Varios voluntarios asignados a la recepción corrieron a toda prisa hacia la entrada del campus.
Elena también vio el Rolls-Royce. En efecto, era el auto de Sergio.
Su idea original era permanecer oculta en un rincón sin moverse, pero Patricia la obligó con un grito.
—¡Muévete ya! ¡Todos los voluntarios a la entrada para recibirlos, nada de hacerse la floja!
Elena apretó con fuerza los dientes y no tuvo más remedio que ir cojeando hacia la entrada.
Sospechaba seriamente que Patricia lo hacía a propósito solo para dejarla en ridículo.
No, ni siquiera era necesario llamarlo sospecha.
El auto se detuvo lentamente con suavidad. Sergio vestía un esmoquin que parecía a leguas bien costoso. Su cara afeitada impecable, su figura alta y delgada y aquel lunar bajo su ojo le daba un encanto sumamente irresistible.
Solo con estar allí de pie, ya era el centro de todas las miradas.
—Caballero, yo lo puedo acompañar hasta adentro.
—Señor Sergio, yo conozco bien nuestra escuela, mejor lo llevo yo.
...
Todos se acercaban desesperados a Sergio, excepto una figura que se mantenía oculta y silenciosa en la parte de atrás.
Sin embargo, desde el momento en que bajó del auto, la mirada de Sergio ya la había encontrado.
Je,je ¿en serio le desagradaba tanto?