Capítulo 98

Cuando la puerta se cerró, Elena se encogió en un rincón, abrazando sus piernas y escondiendo la cabeza entre ellas; solo entonces se permitió liberar por completo sus emociones reprimidas. Durante todo este tiempo, había intentado ganarse el favor de Sergio con todo su empeño; incluso si no era correspondida, jamás se había sentido verdaderamente agraviada, siempre encontraba fuerzas para seguir intentándolo. Pero lo que acababa de suceder la desbordó, haciéndola sentir una tristeza que no podía controlar. Por primera vez, sintió que no era respetada, que realmente, como Sergio había dicho en su momento, era tratada como un simple juguete para su entretenimiento. ¡Clic! La puerta volvió a abrirse de repente. Elena, sobresaltada, retrocedió instintivamente, pero su espalda chocó contra el cabecero de la cama. Parecía una cervatilla asustada, con los ojos enrojecidos y el rostro cubierto de lágrimas. Sergio abrió ligeramente los labios: —Ropa para cambiarte. Luego lanzó un conjunto de ropa sobre la cama. La puerta volvió a cerrarse. Elena bajó la cabeza y miró las prendas en el borde de la cama, pero no se atrevió a tocarlas. No sabía si Sergio volvería o no; la incertidumbre seguía oprimiéndole el pecho. El celular en su bolsillo vibraba sin cesar. Fue entonces cuando Elena se dio cuenta. Sacó el celular para ver los mensajes; era Laura quien le había escrito. [¿Dónde te metiste hoy? ¿No piensas volver a casa a estas horas?] [¿Cuándo piensas regresar?] [¿Hola?] [¿Dónde estás?] [Llamada de voz perdida] [Llamada de voz perdida] ... Originalmente, Elena pensaba regresar a casa tras salir del hospital. Jamás imaginó encontrarse con Sergio ni, mucho menos, terminar en su casa. Al ver los mensajes preocupados de Laura, se sintió aún más culpable. A pesar de tener el rostro empapado de lágrimas, se las secó apresuradamente antes de responder. Elena: [Perdón, Laura, recién ahora pude ver el celular. Esta noche no volveré a casa.] Laura: [Oh~ ¿y con quién estás?] Elena miró hacia la puerta, dudó largo rato antes de responder: [Con un amigo.] Dicen que todo en la vida puede explicarse diciendo "con un amigo". Laura no siguió preguntando, simplemente le advirtió con seriedad: [Está bien, pero ten mucho cuidado, ¿sí? ¡Y nada de dramas trágicos, por favor!] Elena se quedó un momento en silencio, sin saber cómo sentirse. Aun así, respondió obedientemente: [Lo tendré.] Aunque no sabía si se refería a su seguridad o... A evitar una tragedia. Acurrucada en el rincón, Elena siguió preguntándose si Sergio volvería o no. Pensando, pensando... Sin darse cuenta, terminó quedándose dormida. — La noche era profunda. Sergio, en la habitación de huéspedes, se había dado una ducha fría y se había cambiado a ropa cómoda. Cuando salió, se dirigía hacia su despacho. Pero al pasar frente al dormitorio principal, sus pasos se detuvieron. Dudó un momento, preguntándose si debía entrar a echar un vistazo. Sin embargo, al recordar el rostro de Elena resistiéndose obstinadamente hasta el extremo, una oleada de frustración lo invadió. Era como si realmente hubiera intentado forzarla. Él, Sergio, en cualquier lugar donde estuviera, tenía mujeres acercándose a montones: bellas, sensuales, dulces, elegantes... ¿Qué tipo de mujer no había visto? ¿Y ahora venía Elena, con su actitud de vulnerabilidad desbordada, a despreciarlo? ¿Quién la quería? ¿De verdad creía que era un tesoro inalcanzable? Sergio soltó una risa fría y dio un paso para alejarse. Pero apenas había avanzado, sus labios se apretaron y su mirada, incontrolable, volvió a dirigirse hacia la puerta del dormitorio. —¡¡¡!!! ¡Maldita sea! Resoplando con fastidio, Sergio caminó hacia la puerta, la empujó y entró. La habitación estaba en completo silencio. Allí vio a Elena, acurrucada en un rincón, sin siquiera haberse tapado con la manta. Su cabeza descansaba ladeada contra el cabecero de la cama, los labios entreabiertos, con un fino hilo de saliva brillando en la comisura de su boca. —... Se veía muy vulnerable. Pero, al mismo tiempo, dormía profundamente, como un pequeño animal exhausto.